julio 15, 2011

Gaviota: ¡Cuánta Frivolidad!


Aunque dicen que el amor es ciego y que en el corazón no se manda, la relación sentimental de políticos con mujeres del espectáculo es más vieja de lo que uno imagina y responde, en la mayoría de casos, más a un cálculo de ganancia en imagen que a un flechazo de cupido.
Los Kennedy
En algunos casos, como los de John y Robert Kennedy (parece que también esto lo hacían en equipo) con Marilyn Monroe primero y Jayne Mansfield después, las relaciones fueron producto del termostato de estos selectos miembros de la aristocracia norteamericana (si la hubiera) y, a decir de Arthur Miller –increíble escritor y último esposo de Marilyn–, Kennedy (John) sólo quería que el affair con la Monroe se supiera, para acallar a aquellos que dudaban de su hombría para tomar decisiones.
Grace Kelly
En otros casos, como el de Grace Kelly con Rainiero de Mónaco, la historia dice que, después de conocerla en el Festival de Cine en Cannes en 1955, la siguió hasta América y la convenció de ser su esposa por dos razones: la primera, para darle un puntapié al gobierno francés, del que tenía la amenaza de que, de no tener herederos, el principado volvería a manos de Francia; y la segunda, porque sabía perfectamente que la imagen que la actriz tenía en Europa (no en Estados Unidos donde la prensa ya empezaba a escarbarle uno que otro desliz), podría traerle mucha popularidad entre la población del principado y porque con ella como esposa, Mónaco podría ser visto, finalmente, como un destino turístico importante y como una inversión viable.
Seguimos en Europa
Ya en esta década, el caso de Nicolas Sarkozy con la modelo y cantante Carla Bruni, también tiene algo adicional a lo sentimental. La boda entre estos personajes, si no fue sorpresa, si fue antes de lo que todo mundo esperaba. Una semana antes, las encuestas reflejaban una baja notable en la popularidad del mandatario, expuesto principalmente por el sector de indecisos que lo había llevado a ganar las elecciones. Se casó entonces muy discretamente en el Palacio del Elíseo dejando constancia de haber sido el único mandatario francés –después de Napoléon I y III– en haber contraído nupcias en funciones y, siendo él de derecha, lo hizo con alguien cuya imagen es de una persona inteligente, culta y muy cercana a la izquierda burguesa, pero con más pasado sentimental que él.
Ya en la región 4
En México también hay historias que contar. De relaciones que han culminado en matrimonio y que no han dejado huella alguna, como la de Silvia Pinal y quien fuera gobernador de Tlaxcala, Tulio Hernández, o la de López Portillo con Sasha Montenegro que causó más indignación entre las hermanas del ex presidente que entre el sector santiguado de la población. También historias que, a toro pasado, sólo han servido para agravar aun más la imagen de sus protagonistas, como la relación que sostuvieran Irma Serrano y Díaz Ordaz –no cabe duda, Dios los hace y ellos se juntan–.
En tiempos más recientes parece que fue Santiago Creel quien reinició la moda –aquí sí, en sentido totalmente adverso a lo previsto–, cuando su relación con Edith González le costó, a decir de algunos columnistas y en estricto orden de importancia, la candidatura del PAN a la presidencia y su matrimonio.

Otro que ya no persigue algo, porque después de las elecciones para presidente de su partido ya nada le quedaría por perseguir es César Nava, quien se casó con Paty Lu en lo que seguramente es un episodio de síndrome de Peter Pan.
Lo de hoy
El jefe de gobierno de la ciudad de México, conoció a su actual cónyuge en un programa de televisión en 2003, cuando era secretario de seguridad pública. Con la soltura que da la exposición a los medios, Mariagna Prats tiene un espacio en radio que sirve más para promover la imagen de su marido ­–Marcelo Ebrard–, que para difundir información de interés.

Peña Nieto, por otra parte, ocupó un tiempo a su ahora esposa, Angélica Rivera, como imagen de su gobierno, estafeta que ya encargó a Lucero para que no le digan que los recursos ocupados en su imagen quedan en familia. Pero gracias a esa relación y sin querer queriendo, como decía El Chavo, ahora tiene más difusión (en revistas de sociales y del corazón) que la que hubiera podido soñar, apuntalando cuando menos en imagen –y con toda la ayuda de Televisa–, una candidatura largamente anunciada.

Más allá de cuestiones de imagen, lo único cierto que puede desprenderse de todo esto es lo que Henry Kissinger dijo alguna vez: “El poder es, sin duda, el mayor de los afrodisiacos”.

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