julio 15, 2011

Campañas Online


Es un hecho que una campaña para elegir diputados (y algunos gobernadores), no tiene el mismo peso que una elección presidencial. Desde los tiempos del partido único donde la voz del Congreso era sólo un eco de la voz del presidente, esta elección era vista por la gente como el reacomodo que el PRI hacía de sus cuadros para que todos jugaran y nadie se quedara fuera del presupuesto (de ahí que este tipo de elecciones haya sido, históricamente, ganada por la abstención).

Sin embargo, y no obstante llegar a esta elección con un panorama completamente diferente al de hace algunos lustros, la abstención seguramente volverá a ganar, pero esta vez tendrá un rival más fuerte: la anulación de quienes, yendo a votar, tachen su boleta para inhabilitarla y demostrar con ello el hartazgo del que los partidos no se quieren dar por enterados.

Durante los dos meses que oficialmente duraron las campañas (y desde un par de meses anterior a ellas), los dos partidos con más posibilidades de ganar la contienda –PAN y PRI–, no hicieron otra cosa que provocarse escándalos mutuos –aun a sabiendas de la mínima aprobación popular que esto tiene–, apostando sólo al nivel de efectividad que cada denuesto podría provocar. Sin embargo, que la gente no lo apruebe, no quiere decir que no preste atención ni decida en consecuencia.
Muy de lado quedó la propaganda que por TV hicieron: Un PRI diciendo que sí sabe gobernar (sic) y que cuando lo “ofenden” responde con propuestas (sic) y que en una segunda fase apelaba a la credibilidad (¿credulidad?) hacia un “renovado” PRI, y un PAN que sólo se cuidó de emitir la invitación de apoyar al presidente en el tema donde menos desaprobación tiene –sólo por debajo del manejo de la influenza–, y que es la lucha contra en narcotráfico. Ninguna de estas dos propuestas mediáticas tuvo peso alguno en las preferencias.

A falta de propuestas llamativas en los spots de radio y TV –que ahora por ley suman hasta 48 minutos diarios de las 6 a las 24 horas en cada estación–, la atención se volcó hacia la cobertura informativa de algunas piezas (la mayoría de ellas producto de las bondades que ofrece el ciberespacio) que, con o sin intención de representar un trabajo de relaciones públicas, hicieran periódicos y noticiarios.

Los videos que lanzó el PAN acusando al PRI de aliarse al narcotráfico; las reacciones al libro que sin prurito ni escrúpulo publicó Carlos Ahumada; la entrevista que hiciera para un libro Carmen Aristegui a Miguel de la Madrid y que difundiera por su espacio en radio y la secuela de la invalidez mental del ex presidente; el video que con el tema de “Rudo y Cursi” señalara de bandido al gobernador de Veracruz; el clip que se produjo para decir que a Peña Nieto poco le importó la influenza; el video que acusaba a Calderón de aprovechar la epidemia para levantar su imagen; la “casual” entrevista que le hicieran a Demetrio Sodi en el partido de Pumas contra Puebla; la entrevista preparada que le hiciera López Dóriga a Peña Nieto en su noticiario para que se defendiera de los ataques arremetiendo contra el gobierno federal, sólo para comprobar quién es el “gallo” de Televisa para 2012; la confirmación de Salinas como el villano favorito, y la ofensiva que “sin permiso” de Beatriz Paredes hicieran también por Internet algunos “duros” priístas, como el video del candidato a gobernador de Nuevo León, acusándolo de ignaro, son algunos botones que muestran el valor que, al menos en México, le dan los comunicadores políticos a un espacio tan útil como Internet y la reacción que eventos como los descritos ocupan hoy los medios informativos.

En la campaña de Obama –la comparación podría parecer un despropósito, pero en ese sin sentido se basa la aspiración de lo que debiera ser–, las premisas fueron el orgullo; la dignidad; el poder de la gente; la promesa de cambio, nuevos tiempos: nuevo liderazgo; unidad y reconstrucción; basando su diseño de comunicación política en afrontar las necesidades auténticas, con base social (grassroots), difundiendo una enorme cantidad de videos por Internet –que también fueron noticia–, y que estratégicamente fueron clasificados en actos de campaña (con unos discursos realmente memorables); en afirmaciones de premisas; en entrevistas importantes; con planes de acción del nuevo gobierno y respuestas a preguntas más frecuentes; con informes objetivos de campaña (datos, cifras, estrategias); con la expresión espontánea de líderes de opinión dándole su reconocimiento y –las más célebres–, las expresiones artísticas (en su mayoría voluntarias), a favor del que fuera candidato demócrata.

Nada de eso vimos en México. Por el contrario, fuimos testigos de la verdadera miseria que tiene al país sumido en la desgracia.

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