En 1957, Cary Grant y Deborah Kerr protagonizaron uno de los filmes más cursis (al menos desde la generalización de la mirada masculina) que ha producido Hollywood y que sirvió no sólo para explotar las posibilidades lacrimógenas de una industria, sino para potenciar comercialmente uno de los días más importantes para el mercado neoyorquino y la economía estadounidense en general: El día de San Valentín.
Los esfuerzos en comunicación (sobre todo en Publicidad, Punto de Venta y Relaciones Públicas) que para esta fecha hacen las cadenas comerciales en todo Estados Unidos –especialmente en Nueva York–, son más importantes que los efectuados para el Día de Acción de Gracias y aunque la inversión para atraer más compradores a las tiendas sigue creciendo, de acuerdo con la National Retail Federation de Estados Unidos, de cinco años a la fecha las compras realizadas para el día de San Valentín en Nueva York han caído en un 16% promedio y estas siguen a la baja.
El título, sin embargo, no trae a colación recordar las cifras de ventas del 14 de febrero en Estados Unidos, Sino lo que se convirtió en una de las peores historias de Relaciones Públicas (sí, así les podemos llamar aunque sirva a intereses poco honestos –hay políticos que hacen cosas peores–), y que tiene que ver con el 14 de febrero:
Iniciando 1929, en Chicago, la pandilla O’Banion quería dejar de ser parte del clan de Al Capone. Bugs Moran, quien llegó a ser su nuevo jefe, empezó a competir contra la organización de Capone moviéndose dentro de algunas áreas de interés que tenía Capone, tendiendo una serie de emboscadas en contra de éste y de algunos miembros clave de su banda.
Peor aun, Moran conciente de que Al Capone quería mantener una imagen pública limpia, aprovechaba cualquier oportunidad para atacarlo a través de los mismos medios que, en una porción muy importante, eran pagados por el gángster más recordado de todos los tiempos. Esto provocó en Capone una ira casi incontrolable que tuvo que apaciguar para no atraer una aversión popular hacia su organización. Para zafarse, Capone decidió tomarse unas vacaciones en Florida. Sin embargo, resolvió mantenerse en contacto frecuente con Chicago para seguir atento a la situación con Moran.
Teniendo a la mitad de la policía y jueces de Chicago en la bolsa, Capone creyó que lo mejor era eliminar a Moran mientras él se encontraba “a salvo” del escrutinio público en Florida, creyendo que con eso nadie supondría que él hubiera sido el autor del crimen. Para esto, buscó que toda la prensa que se encontraba a su disposición, publicara información sobre su propiedad en Florida y sobre los gastos que para mejoras y remodelaciones había hecho su esposa; con lo que buscaba crear la idea de que estaba completamente ajeno a los asuntos de Chicago.
Buscando una fecha apropiada para tratar con Moran, Capone sugirió que fuera el día de San Valentín en el que el “Dr. Thompson” le entregaría un regalo a Moran de su parte.
El 14 de febrero, miembros de la banda de Moran fueron a un garage que operaba como bodega en la calle Clark a esperar un cargamento de licor, mismo que debía ser personalmente inspeccionado por Moran para definir su distribución. Moran, quien había parado por un café, llegó minutos tarde y, mientras se aproximaba al garage, vio un carro de policía estacionado frente al lugar. Percibió que un ataque se estaba perpetrando y se alejó del lugar lo antes posible.
Cuatro hombres entraron al garage, dos en uniforme de policía y otros dos de civil. Testigos que vivían cerca del lugar, declararon después que escucharon el tronar de un neumático y dos estallidos de escape de auto. Luego se abrieron las puertas y dos hombres vestidos de civil salieron con las manos en alto, seguidos por los uniformados quienes les iban apuntando con sus armas.
La mayoría de la gente que vio esto, pensó que se trataba de otra redada, lo que era muy normal en esa área. Los cuatro hombres se metieron en el automóvil y partieron del lugar.
Por un rato, todo permaneció quieto hasta que un perro, dentro del garage, comenzó a aullar. Los aullidos continuaron por un tiempo hasta que uno de los vecinos fue hasta el lugar para hacer algo que callara al perro. El vecino corrió fuera del garage y llamó a la policía para informarles que se había topado con una masacre.
Inmediatamente corrió la voz de que había sido obra de Capone y, aunque gran parte de los periódicos de Chicago manejaban el tema como un pleito de pandillas ajenas a éste, nunca pudieron distraer o acallar la corriente de opinión popular.
En 1959, el cine también refirió este episodio aunque de una manera deliciosamente cómica en “Some Like It Hot”, protagonizada por Tony Curtis y Jack Lemmon, con la increíble Marilyn Monroe.
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