diciembre 19, 2013

Percepciones

El enorme poeta inglés (por cierto, uno de mis favoritos), William Blake, escribió en The Marriage of Heaven and Hell, que si las puertas de la percepción se depuraran, todo aparecería a los ojos del hombre como realmente es: infinito. Ya que –escribió–, el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.

Nada más duro cuando uno de los pilares fundamentales de las relaciones públicas es precisamente la construcción de reputaciones bajo el manejo indiscriminado de las percepciones, sobre todo cuando se trata de generar confianza (tal y como lo expusimos en nuestra entrega anterior).

Mas duro aún, cuando todo un equipo de comunicación nada ha podido hacer para cambiar una percepción negativa, porque no ha sabido cómo presentarle a sus diferentes públicos, la contundencia de los hechos.

Por muchos años se ha creído que parte de la perversidad de muchos gobiernos (sobre todo los que ha tenido este país), ha sido fomentar la ignorancia de la gente o, cuando menos, incentivar la distracción hacia temas intrascendentes.

Lo menciono porque si a alguien debemos responsabilizar de que el mexicano sea un pésimo lector, es precisamente a aquellos que han promovido la sustitución de un buen libro por una telenovela (por citar un ejemplo), porque no se han encargado de una obligación insoslayable: vigilar que los medios –sobre todo los electrónicos–, cumplan con la oferta de sus títulos de concesión.

Ahora que nuevamente se presenta la oportunidad de dar un salto fundamental de desarrollo (estamos viviendo un momento realmente crucial para todos nosotros), el gobierno, aquel que ha inducido esa ignorancia, está siendo víctima de sus propios yerros pretéritos: muy pocos le entienden, muchos se dejan engatusar por “apóstoles” del nacionalismo y una gran mayoría está siendo manipulada por quienes les dicen justamente lo que quieren escuchar.

Muchas veces he escrito en este espacio que la cultura forma parte absolutamente necesaria para desarrollar un trabajo de comunicación (de cualquier disciplina). Entender este y muchos otros contextos históricos es imprescindible para quien se dedica a esto.

La mayoría, les aseguro, lo pasan por alto. Prefieren medio entender nuevas tecnologías y difundir términos de moda (que todos, absolutamente todos, se encuentran en la cultura base) que ilustrarse para entender mejor a dónde vamos como consumidores y como país.

Todo esto viene a colación por la difusión (que debiera desencadenar en entendimiento), de las campañas que el gobierno ha hecho en favor de sus reformas y que tanto han incrementado la polarización.

No es una generalidad pero sí un botón de muestra: en una encuesta que realizaron en un importante diario, varias personas se referían a que las reformas (que aún no habían sido siquiera discutidas) no les estaban trayendo ningún beneficio –refiriéndose en concreto a la reforma energética y la promesa explícita de bajar los precios de energía eléctrica, gasolina y gas–, porque sus recibos seguían al alza.

De entrada (y dejando a un lado la posible ignorancia de estos entrevistados), lo más obvio es que no han entendido a cabalidad tres hechos por su deficiente difusión en cuanto a contenidos: 1) Las propuestas aún eran sólo eso; 2) Los beneficios no serán tangibles sino a mediano y largo plazo y, 3) No son propuestas aisladas: cuando menos la energética está forzosamente ligada a la hacendaria (que es donde posiblemente se empiecen a ver beneficios en 2014).

Primero, el gobierno federal tiene que desarrollar una mucho mejor estrategia de contenidos. Hasta ahora, no sólo no ha sido contundente sino que ha dejado un enorme margen a la crítica y a la especulación.

Segundo, tiene que ser mucho más claro y efectivo en lo que comunica: no debe perder el tiempo y la atención de la gente en figuras retóricas (como la del águila que devora a la serpiente), ni debe descontextualizar los hechos –como decir que, por ejemplo, las reformas constitucionales para la reforma energética son exactamente como las dejó Lázaro Cárdenas–: el contexto era completamente diferente.

Y tercero, debe hacer un manejo mucho más eficiente (gráfico) de cifras. Cifras que pongan en contexto muchas cosas (sólo como ejemplo: cuántos maestros son de la CNTE y cuántos del SNTE), con el objeto de que se dimensionen los temas que más pudieran polarizar a la opinión pública.

Decía otro clásico, el psicólogo francés del siglo XIX Alfred Binet: “La experiencia y el razonamiento nos prueban que en toda percepción hay trabajo”.

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