De inicio, en su Teoría sobre la
Verdad y Conocimiento –que forma parte indiscutible de sus importantes
manifiestos junto con la Teoría de Acción
Comunicativa–, Jürgen Habermas nos dice que “la condición de veracidad que
tiene un asunto, la da el potencial asentimiento de todos los otros”, es decir,
que “el universal (y pragmático) sentido de la verdad, está determinado por la
demanda de alcanzar un consenso racional”. Pronto se dio cuenta de lo
epistemológico e idealista de esta aseveración.
Entonces fue que enriqueció la propuesta estableciendo un “realismo
pragmático” al sostener que, en un mundo objetivo, además de un consenso ideal
se precisa de un “hacedor de la verdad”.
Todo esto viene al caso si se trata de analizar la disputa que el
gobierno sigue y seguirá teniendo sobre los beneficios de la Reforma Energética
y sus leyes secundarias.
Caos
Desafortunadamente, la falsa creencia de que la construcción de
puentes de convencimiento a través de tácticas y herramientas de comunicación
poco convencionales (BTL + RP = conocimiento y consenso), podrían dar como
resultado un “ruido” antes de tiempo, llevaron a los encargados de comunicar
las ventajas de esta Reforma a sólo publicitarla y, con ello, a generar un caos
que seguramente querían evitar. Sé de antemano que hay quienes dirán que la
sociedad ya estaba lo suficientemente polarizada como para aceptar de buena
gana información del gobierno sobre lo positivo de sus propuestas cuando muchos
a este gobierno no le creen.
Y es justamente por esta razón que la estrategia falló. Si dentro de
esa polarización quienes están en contra del gobierno consideran que los medios
electrónicos (sobre todo la TV), son incondicionales del gobierno que repudian,
una campaña de publicidad que se lanzó en vísperas de la presentación de la
Reforma –campaña cara, larga, y con muchas deficiencias–, no era ni con mucho
la opción más viable.
Nadie
gana con la confusión
Esta campaña tuvo resultados favorables, sí… pero para la oposición:
ha provocado movilizaciones, un debate a posteriori de la aprobación de la
Reforma y ha logrado, sin duda, remover los escombros de un nacionalismo
trasnochado hasta de quienes podrían haberse adherido sin problema, al grado
que muchas encuestas revelan que la mayoría cree que “se vende Pemex” (premisa
que, por cierto, también se debe a un error en no saber comunicar).
Es importante ser claros, sobre todo para aquellos que aún no
entienden que la publicidad es sólo una disciplina más en un entorno de
comunicación integral. Es importante también entender que un asunto de
comunicación política como el que nos ocupa debe ser atendido en forma
multidisciplinaria. Por obviedad de espacio sólo señalaré los pasos lógicos a
seguir.
Pasos
lógicos
El primero hubiera sido armar la propuesta de Reforma (con esbozo de
Leyes Secundarias incluidas) con un grupo multidisciplinario y donde estuvieran
involucradas la mayor parte de las posiciones políticas del país –ojo: posiciones
políticas no necesariamente implican Partidos; hay incredulidad por el Pacto
por México–, en un marco que fuera percibido como debate incluyente con un
mínimo de difusión y opinión controlada. Al mismo tiempo, efectuar sondeos
inducidos sobre el tema entre la población para conseguir, entre otras cosas,
opiniones a favor. También y casi simultáneamente, recoger opiniones propicias
de personajes importantes o sensibles para la población no muy convencida de
esta Reforma y difundirlas informativamente. Con esta estrategia, los
antagónicos de siempre ya tendrían crisis de credibilidad.
Como segunda etapa, utilizar en forma consecutiva herramientas de
información directa: correo, folletos de reparto en vía pública, blogs, links
informativos en Internet, pláticas en universidades y centros de trabajo, etc.
Posteriormente se pudo haber realizado una presentación del proyecto de Reforma
con gobernadores para escuchar comentarios y añadir los pertinentes a la
propuesta y, luego entonces –ahora sí–, se podría haber hecho la presentación
de este proyecto a los legisladores.
Fórmula
Al final de todo este proceso, se hubiera podido lanzar una campaña de
publicidad que ya no hubiera tenido que informar (¿para qué?), sino fijar la
posición de lo que prácticamente hubiera sido un consenso para terminar así de
convencer sobre los beneficios de esta Reforma.
La fórmula, en resumen, sería: RP + BTL + RP + ATL. El costo hubiera
sido mucho menor política y económicamente hablando.
Un dicho brasileño –ahora que estamos en efervescencia mundialista–,
resume el caso: “Barco parado nao faz viagem”.
Hasta el
próximo mes.
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