En
1957, Cary Grant y Deborah Kerr protagonizaron uno de los filmes más cursis (al
menos desde la generalización de la mirada masculina) que ha producido
Hollywood y que sirvió no sólo para explotar las posibilidades lacrimógenas de
una industria, sino para potenciar comercialmente uno de los días más
importantes para el mercado neoyorquino y la economía estadounidense en
general: El día de San Valentín.
Los
esfuerzos en comunicación (sobre todo en Publicidad, Punto de Venta y
Relaciones Públicas) que para esta fecha hacen las cadenas comerciales en todo
Estados Unidos –especialmente en Nueva York–, son más importantes que los
efectuados para el Día de Acción de Gracias y aunque la inversión para atraer
más compradores a las tiendas sigue creciendo, de acuerdo con la National
Retail Federation de Estados Unidos, de diez años a la fecha las compras
realizadas para el día de San Valentín en Nueva York han caído en un 24%
promedio y estas siguen a la baja.
El título,
sin embargo, no trae a colación recordar las cifras de ventas del 14 de febrero
en Estados Unidos, Sino lo que se convirtió en una de las peores historias de
Relaciones Públicas (sí, así les podemos llamar aunque sirva a intereses poco
honestos –hay políticos que hacen cosas peores–), y que tiene que ver con el 14
de febrero:
Iniciando
1929, en Chicago, la pandilla O’Banion quería dejar de ser parte del clan de Al
Capone. Bugs Moran, quien llegó a ser su nuevo jefe, empezó a competir contra
la organización de Capone moviéndose dentro de algunas áreas de interés que
tenía Capone, tendiendo una serie de emboscadas en contra de éste y de algunos
miembros clave de su banda.
Peor
aun, Moran conciente de que Al Capone quería mantener una imagen pública
limpia, aprovechaba cualquier oportunidad para atacarlo a través de los mismos
medios que, en una porción muy importante, eran pagados por el gángster más
recordado de todos los tiempos. Esto provocó en Capone una ira casi
incontrolable que tuvo que apaciguar para no atraer una aversión popular hacia
su organización. Para zafarse, Capone decidió tomarse unas vacaciones en
Florida. Sin embargo, resolvió mantenerse en contacto frecuente con Chicago
para seguir atento a la situación con Moran.
Con la
mitad de la policía y jueces de Chicago en la bolsa, Capone creyó que lo mejor
era eliminar a Moran mientras él se encontraba “a salvo” del escrutinio público
en Florida. Para esto, buscó que toda la prensa que se encontraba a su
disposición, publicara información sobre su propiedad en Florida y sobre los
gastos que para mejoras y remodelaciones había hecho su esposa; con lo que
buscaba crear la idea de que estaba completamente ajeno a los asuntos de
Chicago.
Buscando
una fecha apropiada para tratar con Moran, Capone sugirió que fuera el día de
San Valentín en el que el “Dr. Thompson” le entregaría un regalo a Moran de su
parte.
El 14
de febrero, miembros de la banda de Moran fueron a un garage que operaba como
bodega en la calle Clark a esperar un cargamento de licor, mismo que debía ser
personalmente inspeccionado por Moran para definir su distribución. Moran,
quien había parado por un café, llegó minutos tarde y, mientras se aproximaba
al garage, vio un carro de policía estacionado frente al lugar. Percibió que un
ataque se estaba perpetrando y se alejó del lugar lo antes posible.
Cuatro
hombres entraron al garage, dos en uniforme de policía y otros dos de civil.
Testigos que vivían cerca del lugar, declararon después que escucharon el tronar
de un neumático y dos estallidos de escape de auto. Luego se abrieron las
puertas y dos hombres vestidos de civil salieron con las manos en alto,
seguidos por los uniformados quienes les iban apuntando con sus armas.
La
mayoría de la gente que vio esto, pensó que se trataba de otra redada, lo que
era muy normal en esa área. Los cuatro hombres se metieron en el automóvil y
partieron del lugar.
Por un
rato, todo permaneció quieto hasta que un perro, dentro del garage, comenzó a
aullar. Los aullidos continuaron por un tiempo hasta que uno de los vecinos fue
hasta el lugar para hacer algo que callara al perro. El vecino corrió fuera del
garage y llamó a la policía para informarles que se había topado con una
masacre.
Inmediatamente
corrió la voz de que había sido obra de Capone y, aunque gran parte de los
periódicos de Chicago manejaban el tema como un pleito de pandillas ajenas a
éste, nunca pudieron distraer o acallar la corriente de opinión popular.
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