¿Qué hacer para proteger a
un cliente de sí mismo?
En muchas ocasiones tenemos
clientes que, para dirigir su negocio, no sólo tienen que lidiar con
proveedores, disminuir gastos operativos, aumentar márgenes de utilidad y ver
la productividad de sus empleados, entre otras cosas, sino que además tienen
que aprender a negociar con sus demás socios (en caso de haberlos y en caso de
que estos sean parte de la toma de decisiones), con el objeto de que todo marche
como debe ser y los resultados sean acorde con las metas establecidas en tiempo
y forma.
Sin embargo a veces, para
no generar animadversión con algún socio o –incluso–, con empleados de segundo
nivel que dependen de estos socios hostiles, prefieren sacrificar ingresos de
la compañía en lugar de hacer valer su dirección y confrontar. Hay veces
también que por algún asunto personal, un socio del negocio insiste en
deshacerse de un proveedor aunque éste le genere ingresos constantes y seguros.
El autosabotaje
Los cuatro tipos de
autosabotaje que hay en todo negocio son conocidos extendidamente. No acabar
las cosas; posponer todo hasta el último minuto o procrastinar; buscar el
perfeccionismo en cada acción que se emprende; y poner excusas todo el tiempo,
son sólo los tipos de autosabotaje más comunes y seguramente los que más daño
hacen.
No obstante, el ser rehén
de sus propios empleados (o de socios que aún no estando en la estructura la
controlan a través de personal propio incorporado en las partes medulares de la
empresa, tales como la operación, por ejemplo), no sólo constituye un
entorpecimiento en el funcionamiento de la organización, sino que representa un
serio daño inflingido a sí mismo. Es una especie de “Síndrome de Estocolmo”
llevado al terreno de los negocios y sin que el empresario se “enamore”
necesariamente de sus captores pero a quienes teme confrontar por miedo a
debilitar su autoridad.
¿Cómo
apoyar?
Cuando la manzana de la
discordia es uno, es decir, que nuestra agencia es la que está en el ojo del
huracán entre el director (o socio mayoritario) y los demás socios con
empleados dispuestos por ellos en algunos lugares clave dentro de la misma
estructura, lo peor que podemos hacer es abandonar el barco. Argumentos en
contra del trabajo de una agencia son muchos, pero ninguno tan absurdo como
asumir que el trabajo de comunicación, cualesquiera que sea su disciplina, no
arroja ventas. Es el argumento más ineficiente con el que regularmente nos
topamos.
Y no se trata de proteger
nuestra fuente de ingreso ni proteger nuestro trabajo (mal estaríamos si
juzgamos lo que dicen del trabajo que como agencia aportamos a un negocio por
el agrado o desagrado que en nuestros clientes genera y no por los resultados
que obtenemos); se trata de no dejar a nuestro cliente solo. De no dejarlo a
merced de las decisiones o imposiciones ajenas y de no dejarlo inerme en la
toma de decisiones. Empleado que se sale con la suya una vez –por encima de un
socio y sus intereses pecuniarios–, difícilmente entenderá su lugar en un
futuro.
Una
filosofía
Jesús Reyes Heroles, uno de
los grandes políticos que ha tenido este país (sí, aunque sea difícil de creer,
este país ha tenido políticos con cierta grandeza), dijo una vez una de esas verdades
temibles que solía decir: lo que resiste, apoya.
A lo que Don Jesús se
refería era a algo similar a lo que estamos tratando en este artículo. Si no
aguantamos en una posición (válgase la cacofonía) de oposición, en nada
contribuimos a dos cosas: a que quien nos contrató siga llevando la voz cantante
en el negocio y a –lo más importante–, seguir contribuyendo con ganancias para
la empresa.
No siempre es aconsejable
dar golpes de autoridad pero eventualmente se hacen necesarios, sobre todo
cuando las razones propias de un negocio –la rentabilidad y las utilidades–,
están en juego. No podemos esperar mucho de un director que nos contrata y no
apoya a su vez nuestro trabajo evitando confrontaciones cuyo único fin serían
que el negocio se alinee en función de resultados.
A manera
de conclusión
A diferencia de lo que
muchos pudieran pensar, sobre si una agencia de relaciones públicas estaría o
no para llevar esa concordancia en el interior de una organización, la
respuesta es sencilla: sí, si es para ello que nos contratan. Pero si nos
contratan para construirle una reputación a un negocio, lo haremos aún a pesar
del autosabotaje de quien paga por nuestros servicios.
Henry Ford, a quien nadie
le regatea su gran habilidad como emprendedor y como un gran hombre de negocios
decía que la mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de
los problemas que en afrontarlos. De vez en cuando es importante recordar sus
palabras.
Los invito a
seguirme en Facebook o por Twitter como @ManuelMR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario