Decía Henry Kissinger que el noventa por ciento de
los políticos dan mala reputación al diez por ciento restante. Conocía México,
pero ese dicho sin duda lo expresó para referirse a Estados Unidos. De haberse
referido a México, la cifra hubiera quedado corta; no por nada el nivel tan
bajo de reputación que guarda la política en nuestro país –cuando menos, de
acuerdo con las encuestas–.
Es un hecho que una campaña para elegir presidente
de la república no tiene el mismo peso que una elección intermedia. Desde los
tiempos del partido único la elección presidencial era vista por la gente como
el gran reacomodo de fuerzas en el interior del PRI para que todos jugaran y
nadie se quedara fuera del presupuesto (de ahí que va acompañada de la
renovación del Congreso y de algunas gubernaturas).
El
presupuesto
Sin embargo, y no obstante llegar a esta elección presidencial
con un panorama completamente diferente al de hace algunos sexenios, los
pronósticos se ven difíciles y los reacomodos de fuerzas (ya no sólo del
partido en el gobierno, sino de todos), se ven aún más complicados.
Veamos el presupuesto: El financiamiento a los
partidos políticos para este año es de poco más de 2,148 millones de pesos sólo
para gastos de campaña más unos 128 millones para “actividades específicas” que
comprenden educación y capacitación política (que es promoción al voto vía
obsequios), investigaciones socioeconómicas (encuestas políticas), así como
tareas editoriales que comprenden la producción de medios impresos propios.
Como dato, es importante saber que esa cantidad de
dinero la calculan multiplicando el número de personas inscritas en el padrón
electoral por el 65% del salario mínimo diario vigente para el Distrito Federal.
En total, ya contemplando sus actividades ordinarias, los partidos políticos
recibirán este año poco más de 6,700 millones de pesos. En contraposición, se
estableció desde el año pasado un monto de más de 42 millones de pesos para los
dos candidatos independientes que hay hasta ahora (no sabemos si al Tribuna
Electoral se le ocurra llamar a otro antes de que Usted lea este artículo).
Todo
es discrecional
En estricto sentido de proporción, el presupuesto
que cada partido tiene para sus campañas varía de acuerdo con los resultados
electorales previos.
Normalmente, cuando se trata de elecciones para
gobernador, cada partido dispone de un 55 a 60% del presupuesto para difundir
la imagen del candidato al gobierno local; de un 20 a 25% para las campañas de
los presidentes municipales y el resto para reforzar la imagen del partido
(léase candidatos a diputados locales).
Sin embargo, es precisamente en las campañas
presidenciales donde la discrecionalidad impera debido, principalmente, a que
el candidato presidencial se vuelve de facto en el jefe del Partido y el que
acomoda las necesidades (sobre todo las presupuestales), a sus propios
intereses.
Esto quiere decir que, dejando de lado la producción
de los spots que se transmitirán gratuitamente y que cuestan muy poco del
presupuesto, todo lo demás –se supone–, se canalizará por medio de propaganda Below
The Line.
La
duración
No tomaré en cuenta aquí a los independientes por
dos razones: la primera es que su presupuesto no es significativo contra las
posibilidades de exposición en televisión que tiene un candidato con
afiliación, por el hecho de que el conjunto de partidos que lo apoyan en
coalición sí se anuncia. La segunda porque tal nivel de inequidad arrojará un
mínimo de ganadores que, dadas las condiciones de esta contienda en particular,
muchos se irán a apoyar al que tenga mayores posibilidades de derrotar a ya
saben quién o al PRI.
Por otra parte, otra de las cosas criticables que ha
traído la ley electoral vigente es la duración de las campañas: Precampañas de
59 días, 45 días de intercampañas donde la ambigüedad es lo que impera, más 90
días de campaña donde se vale de todo, menos libertad comunicacional.
Los
contenidos, para llorar
A falta de propuestas llamativas o creativas en los
spots de radio y TV –que ahora por ley suman hasta 48 minutos diarios de las 6
a las 24 horas en cada emisora–, la atención se volcó hacia la opinión que de
los partidos políticos se tienen en unas cada vez más polarizadas redes
sociales, donde los memes, videos e historias refrendan lo anticlimático que
sobre este asunto estamos viviendo ante la impavidez de los referidos.
La democracia en México sigue llena de adjetivos –en
alusión a lo que señalara en los ochenta Enrique Krauze–, y de todos esos
adjetivos, les aseguro que ninguno es bueno.
Así de duro.
Hasta el próximo mes.
Los invito a seguirme en Facebook o por Twitter: @ManuelMR.
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