por Manuel Moreno Rebolledo
En palabras del joven sociólogo norteamericano, DaShanne Stokes, el significado de la democracia norteamericana en ningún momento implica sembrar el terror.
Mintiendo llegó y mintiendo se va a ir. No he visto, a lo largo de muchos años de observar e interpretar –en la mayoría de los casos, solamente informar–, un gobierno democrático de locura semejante. Es condición de megalómanos y narcisistas nunca reconocer cunado son derrotados. Siempre existirá la acusación bravucona, la acusación provocadora –sin importar qué pase y qué afecte–, el improperio simplista de culpar a los demás (o al mundo entero si es necesario de una conspiración) en contra del ombligo del mundo.
Siempre existirá en las mentes de pocas sinapsis lanzar la palabra fraude sin importar que con ella se derrumbe una institución, un sistema tradicional y respetado de establecer relaciones humanas, de establecer la relación de los ciudadanos con sus autoridades; de la gente con el poder. No importa si con eso se daña un concepto cuando el que importa es el gran egoísta; el que no sabe perder.
La batalla por la presidencia de Estados Unidos se ha extendido mucho tiempo después del día de las elecciones porque el perdedor, usando los medios legales a su alcance, está demorando lo inevitable: mete demandas para frenar el conteo de votos; llama a unos votos legales y a otros no, cuando todos los legos le han dicho que no hay votos ilegales, que todos cuentan siempre y cuando hayan sido enviados el día de las elecciones. Pero él está en negación; insulta y culpa a todo el mundo, a la prensa, a los demócratas que en su muy recortada visión del mundo representan ahora al socialismo o, peor (mejor para él) aún, al comunismo.
Votantes cubanos de Miami –que muchos de ellos ni siquiera estuvieron en Cuba–, se meten al mundo según Trump y lo creen. Le dan todo el crédito a quien se comporta como un verdadero líder bananero, el fundador de la Internacional Populista, como lo calificara Silva Herzog-Márquez, describiendo que el gorila sudamericano de los sesentas y setentas había migrado para gobernar también Estados Unidos.
Aunque es prácticamente un hecho que la presidencia de Estados Unidos y la vicepresidencia la obtenga la fórmula Joe Biden – Kamala Harris, para cuando escribo el presente texto, aún se advierte la incertidumbre de que los abogados de Trump logren triunfos sobre las autoridades judiciales locales y logren llevar el asunto a la Suprema Corte de Justicia (que ahora considera suya por tener más representantes conservadores) y después de que el 6 de enero sea la Cámara de Representantes la que cante finalmente el nombre del presidente electo.
Para cuando escribo este texto, el conteo en los estados de Pensilvania, Georgia, Nevada y Arizona están pendientes porque, en algún momento, el equipo de campaña de Donald Trump logró frenarlos aludiendo la ley estatal en la materia, que dicta que si los resultados presentan una ventaja (para cualquiera), de menos del 1% –en Arizona es menos del 0.1%–, la contabilidad tiene que repetirse; en otro estados, como Pensilvania y Georgia, sólo lograron meter más observadores al conteo, sobre todo en estos momentos en que los votos por correo van llegando y se someten al proceso de valoración donde se establece su validez o invalidez.
Desde hace cuando menos un par de meses advertimos, en estas mismas líneas, lo que Trump estaba previendo de la votación vía correo y que estaba tratando de frenarla a toda costa. El primer movimiento fue cortarle todo el presupuesto y a partir de ese momento, comenzar una campaña de desprestigio al Servicio Postal de su país. Él sabía que quien vota por él usa su ejemplo; no prevé el contagio en medio de la pandemia y prefiere el voto presencial que el voto por correo (que ha sido utilizado desde hace ya muchas elecciones) pero que en esta ocasión, por la misma pandemia, sería en mucho mayor volumen y la mayor parte de ese voto –como el voto anticipado–, estarían a favor de Biden.
Ha sido el alcalde de Filadelfia, James Kenney quien, aprovechando las grandes vitrinas nacionales que el día de hoy tienen las entrevistas con todo tipo de autoridad estatal, le contestó a Donald Trump diciéndole que mientras él escupe estupideces, hay mucha gente trabajando para preservar la integridad de la democracia norteamericana.
Personalmente, no puedo calcular el daño que Trump en todo su actuar, desde que tomó posesión hasta estos últimos días, le ha infligido a su país, más que a las estructuras, a la gente, a su sociedad. Ha exacerbado todos los demonios del racismo, del sexismo; ha hecho presente el autoritarismo en un país que no lo conocía; ha vuelto al oscurantismo a un país de innovación; ha desmantelado un sistema de salud en marcha y ha provocado daños mayores por la pandemia que los que se podrían lógicamente esperar; ha traicionado la confianza de sus votantes de ocasión porque no les cumplió en casi cuatro años el bienestar que les hacía prometido; desconoció el compromiso por un medio ambiente mejor para su país y lo regresó a la era del carbón. Ha sido mucho el daño.
Por ahí decía un editorialista del New York Times que a lo que Trump más teme es a ser encarcelado por el daño que le ha hecho a su país.
No sé que tan probable sea, pero creo que allá sí es posible. Quizá si lo acusaran de traición a la patria...
Nos leemos la semana entrante y los invito a seguirme en Twitter: @ManuelMR.
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