agosto 21, 2020

La Justicia como Circo

Por Manuel Moreno Rebolledo

Loable es cuando se pretende acabar con la corrupción y se acepta la vía institucional para juzgar y, en su caso, sancionar a los culpables. Cuando la justicia toma una pista diferente o adicional a la que se señala, se vuelve un circo difícil de controlar y que termina por ser contraproducente para todos.

Dice un proverbio árabe que la primera vez que nos engañan no es nuestra culpa, pero la segunda vez, esa es sólo de nosotros. Personalmente creo que en México ya deberíamos de estar curtidos en lo que a políticos del sistema se refiere. Se necesitaría ser muy ingenuo –o muy fanatizado–, para no darse cuenta de que lo único que ha cambiado son las élites políticas. Es decir, lo que en Lozoya (y sus mentados) es corrupción, en Pío (el hermano), son contribuciones del pueblo bueno.

Y mientras la justicia corre por cuando menos dos pistas –la institucional que va muy lenta y la mediática que toca al son que le marcan las Mañaneras–, el país se hunde en cuando menos tres crisis: la sanitaria, la económica y la de seguridad.

Con respecto a la pandemia, este fin de semana llegaremos a 60 mil defunciones, cifra que López-Gatell veía como “escenario catastrófico” hace apenas un par de meses, ubicando al país en la reiteración del tercer lugar de fallecimientos en el mundo por el coronavirus y casi 550 mil contagios, que no son más porque cada día hacen menos pruebas y a quien se las hacen son a los que se encuentran visiblemente contagiados, sin seguimiento alguno –con pruebas, por supuesto–, a quienes tuvieron contacto con quien ya está enfermo.

El gobierno ha abordado esta pandemia de una manera por lo menos indolente y no sólo no retrocede en esta política: premia dándole mayores funciones (y jerarquía dentro de sus pares), al subsecretario responsable del desastre.

Mientras esto sucede, el presidente sigue en campaña. Intentando hacernos creer que ahora sí la Fiscalía es autónoma –él propuso a Gertz Manero, hay que recordarlo siempre–; él dicta desde Palacio Nacional lo que desea ver en la siguiente Mañanera y lo consigue, haciendo ver a la Fiscalía General como el cilindro cuyo mono sólo se levanta el gorro para saludar. Pide ver un video y misteriosamente se le concede; pide ver todo lo que ha declarado Lozoya y misteriosamente se filtra la denuncia completa. Insisto, quien quiera ver en esto un cambio con respecto a las prácticas del pasado, de plano se metió a ver otra película.

Y mientras el presidente logra el enorme distractor (que legítimamente podría representar un combate a la corrupción desde la vía de las instituciones), que representan los dichos de Lozoya y a quienes involucra, la economía del país se encamina a decrecer en dos dígitos del PIB; al segundo trimestre del año, INEGI reporta que ya suman 15.7 millones de personas sin empleo, con una inflación a la segunda mitad del mes de julio de casi el 4%.

Según la encuesta del INEGI, en el 30.4% de los hogares algún integrante perdió su trabajo y en el 65.1% de las viviendas los ingresos han disminuido durante este semestre.

Adicionalmente y de acuerdo con CANACINTRA, cerca de 250 mil empresas han tenido que cerrar en lo que va del año y, para finales de 2020, será medio millón de empresas las que habrán tenido que darse de baja. La negativa del gobierno de darle apoyo a las PyMES (no gratuito, es lo que pedían), ha originado este desastre económico. Para dar un ejemplo, mientras países como Italia, Corea del Sur o Argentina han dado estímulos a sus empresas equivalentes al 13% y 4% de su PIB los dos últimos, México sólo ha dado estímulos equivalentes al 0.7%. En cambio, López Obrador decidió repartir Créditos a la Palabra entre “los pobres” (a finales de julio sólo se habían otorgado poco más de 900 mil), lo que en absoluto logró aminorar la pérdida de fuentes de empleo.

Mientras este otro desastre tiene lugar, López Obrador se encarga de azuzar a su fanaticada regodeándose en insistir en documentos que sólo deberían tener validez oficial. Fustiga –casualmente citados en el documento de Lozoya–, a Salinas (su villano favorito); a Calderón (quien le “robó” la elección); al PAN (el único capaz de toda la minusválida oposición que podría amedrentar a Morena rumbo a 2021), y ya de paso a Peña, Videgaray y otros sospechosos comunes.

Frente a él –y frente a todos–, pasa inadvertida de momento la crisis de inseguridad que continúa (desde Calderón, eso sí), viviendo este país. No obstante, esta vez ninguna cifra se compara con las anteriores: en los primeros seis meses de este año fueron asesinadas 17 mil 982 personas en México. Se trata, en promedio, de casi 100 asesinatos de forma premeditada todos los días en 2020, la mayoría de ellas con armas de fuego. Es un nivel de violencia inédito para un primer semestre en el país.

Las víctimas de homicidio y feminicidio reportadas oficialmente en los primeros seis meses de este año superan en más de 300 a los 17 mil 653 registrados en todo 2019, año que hasta ahora ostentaba el nivel más alto de violencia del último cuarto de siglo.

Y así podemos seguir tratando cada uno de los rubros de este país: los dos únicos aciertos –si así los pudiéramos llamar–, que ha tenido este gobierno son, la vacuna contra el Covid-19 que hará la Fundación Slim (sí, ese de la minoría rapaz) y AstraZeneca (sí, esa empresa baluarte del neoliberalismo), así como la transmisión de clases por televisión (sí, con el apoyo de esa mafia del poder). De ese tamaño la transformación.

El pintor y escritor español Santiago Rusiñol decía que de todas las formas de engañar a los demás, la pose de seriedad es la que hace más estragos. Por eso es que al presidente no le creo nada.

Los invito a seguirme en Twitter: @ManuelMR.

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