marzo 11, 2016

Teleaudiencias

Justo cuando el “apagón analógico” ha sido consumado, la batalla por los contenidos en televisión apenas se consolida.

Ya desde los años sesenta, el sociólogo francés Alain Touraine pronosticaba que la Televisión sería la base de la opinión pública pues habría creado un mundo esquizofrénico en el que no habría nada entre el individuo y el resto del mundo. A ese pronóstico, sin embargo, le ganó un simple gesto de libre albedrío que, en cierta medida, individualizaba esa esquizofrenia: el flipping.

A partir de que el control remoto nos dio el poder de decidir qué ver, qué no y cómo verlo, la historia de nuestra percepción sobre los contenidos que nos presenta la Televisión, dejó de ser la misma.

Los datos
Hace unas semanas, se difundió el último estudio del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) sobre el comportamiento de audiencias en su preferencia con respecto a la Televisión.

En dicho estudio, el IFT nos señala que en los últimos tres años el consumo de programas (contenidos) de Televisión abierta disminuyó en 15.25% debido a que, dice el IFT, es fuerte la competencia que le generan los sistemas de Televisión de paga y el internet.

Este órgano regulador indicó también que esta disminución puede estar relacionada con un efecto de sustitución en el consumo de contenidos por tipo de canal, y esto se confirma con los incrementos en los niveles de penetración que a nivel nacional tienen los sistemas por cable o satelitales: del tercer trimestre de 2013 al mismo periodo de 2015, el consumo de programas de Televisión restringida aumentó 12.42%.

Los usuarios más jóvenes (comentan algunos analistas), cada vez consumen más contenidos de internet y rara vez acceden a programas al aire.

El reto
¿Estamos ante el fin de la Televisión abierta? Absolutamente no.

Estamos ante una etapa muy importante, donde tendrá que ir ajustándose, paulatinamente, a las multiplataformas y a una definición mucho más radical de sus contenidos. La industria –cuando menos en México–, tendrá que valorar muy seriamente qué contenidos no pueden ser superados y cuáles deben dejar de producir.

El cambio del sistema analógico al digital, les dio una pírrica ventaja –que no tenían en la programación abierta–, de tener multiprogramación, lo que les permite desde ahora, tener versiones de su mismo canal con una o dos horas de diferencia, a efecto de que el televidente pueda escoger a qué hora le conviene o prefiere ver su contenido.

Obvia decir que es insuficiente por donde se le quiera ver, cuando la oferta de OTTs (Over-The-Top) como Netflix, permite ver series completas con real On Demand, es decir, cuando, donde y como uno lo prefiera.

Contenidos
Además de las ventajas de forma y horario que ofrecen los OTT, una que los hará más pronto de lo que suponemos la opción más elegida en segmentos de mercado de consumo medio y alto, es que no están sujetos al marco regulatorio que los operadores de televisión abierta, además de no requerir inversiones importantes ni de competir por un lugar en el espectro.

La contienda por los contenidos ya no sólo va por los nichos, va por los mercados completos. Es cierto que va a pasar algo de tiempo antes de que México cuente con servicios de internet de calidad y mucho tiempo antes de que el 80 por ciento de la población en México cuente con internet.

Sin embargo, la entrada de cada vez más proveedores OTT significa que la competencia se intensifica: Según un estudio de The Competitive Intelligence Unit (CIU), el 75% de los usuarios que acceden a contenidos en línea, ve películas, el 43% ve series y 38% prefiere conciertos.

¿Qué sigue?
Tres cuartas partes de los usuarios de internet en México (y sumando), ven películas, series, videos y programas en línea. Hasta mediados de 2015, más de 40 millones de mexicanos han recurrido, cuando menos en una ocasión a los servicios de un OTT.

La industria de la Televisión en México podría ser relegada, por sus audiencias, a emitir sólo algunos contenidos: Noticiarios, eventos deportivos y especiales; misceláneos y programas de concursos. Incluso la Televisión Cultural (ese concepto ya prácticamente desaparecido en México), tendrá su mejor versión cuando los contenidos se transmitan –y se difunda propiamente su existencia­–, a través de OTTs.

Más allá del fracaso que en épocas recientes ha tenido la producción de contenidos de calidad para la TV abierta (por repetitivos, inverosímiles o pasados de rosa, ustedes elijan), ésta seguirá teniendo el monopolio de la generación de opinión, siempre y cuando asuma que los liderazgos tienen que ser bien vistos por las diferentes generaciones de audiencias y ser tan dinámicos como la sociedad de la que forman parte.

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