Justo
cuando el “apagón analógico” ha sido consumado, la batalla por los contenidos
en televisión apenas se consolida.
Ya
desde los años sesenta, el sociólogo francés Alain Touraine pronosticaba que la
Televisión sería la base de la opinión pública pues habría creado un mundo
esquizofrénico en el que no habría nada entre el individuo y el resto del
mundo. A ese pronóstico, sin embargo, le ganó un simple gesto de libre albedrío
que, en cierta medida, individualizaba esa esquizofrenia: el flipping.
A
partir de que el control remoto nos dio el poder de decidir qué ver, qué no y
cómo verlo, la historia de nuestra percepción sobre los contenidos que nos
presenta la Televisión, dejó de ser la misma.
Los datos
Hace unas semanas, se difundió el último estudio del
Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) sobre el comportamiento de
audiencias en su preferencia con respecto a la Televisión.
En dicho estudio, el IFT nos señala que en los
últimos tres años el consumo de programas (contenidos) de Televisión abierta
disminuyó en 15.25% debido a que, dice el IFT, es fuerte la competencia que le
generan los sistemas de Televisión de paga y el internet.
Este órgano regulador indicó también que esta
disminución puede estar relacionada con un efecto de sustitución en el consumo
de contenidos por tipo de canal, y esto se confirma con los incrementos en los
niveles de penetración que a nivel nacional tienen los sistemas por cable o
satelitales: del tercer trimestre de 2013 al mismo periodo de 2015, el consumo
de programas de Televisión restringida aumentó 12.42%.
Los usuarios más jóvenes (comentan algunos
analistas), cada vez consumen más contenidos de internet y rara vez acceden a
programas al aire.
El reto
¿Estamos ante el fin de la Televisión abierta?
Absolutamente no.
Estamos ante una etapa muy importante, donde tendrá
que ir ajustándose, paulatinamente, a las multiplataformas y a una definición
mucho más radical de sus contenidos. La industria –cuando menos en México–,
tendrá que valorar muy seriamente qué contenidos no pueden ser superados y
cuáles deben dejar de producir.
El cambio del sistema analógico al digital, les dio una
pírrica ventaja –que no tenían en la programación abierta–, de tener
multiprogramación, lo que les permite desde ahora, tener versiones de su mismo
canal con una o dos horas de diferencia, a efecto de que el televidente pueda
escoger a qué hora le conviene o prefiere ver su contenido.
Obvia decir que es insuficiente por donde se le
quiera ver, cuando la oferta de OTTs (Over-The-Top) como Netflix, permite ver series completas con real On Demand, es decir, cuando, donde y como uno lo prefiera.
Contenidos
Además de las ventajas de forma y horario que
ofrecen los OTT, una que los hará más pronto de lo que suponemos la opción más
elegida en segmentos de mercado de consumo medio y alto, es que no están
sujetos al marco regulatorio que los operadores de televisión abierta, además
de no requerir inversiones importantes ni de competir por un lugar en el espectro.
La contienda por los contenidos ya no sólo va por
los nichos, va por los mercados completos. Es cierto que va a pasar algo de
tiempo antes de que México cuente con servicios de internet de calidad y mucho
tiempo antes de que el 80 por ciento de la población en México cuente con
internet.
Sin embargo, la entrada de cada vez más proveedores
OTT significa que la competencia se intensifica: Según un estudio de The
Competitive Intelligence Unit (CIU), el 75% de los usuarios que acceden a
contenidos en línea, ve películas, el 43% ve series y 38% prefiere conciertos.
¿Qué sigue?
Tres cuartas partes de los usuarios de internet en
México (y sumando), ven películas, series, videos y programas en línea. Hasta
mediados de 2015, más de 40 millones de mexicanos han recurrido, cuando menos
en una ocasión a los servicios de un OTT.
La industria de la Televisión en México podría ser
relegada, por sus audiencias, a emitir sólo algunos contenidos: Noticiarios,
eventos deportivos y especiales; misceláneos y programas de concursos. Incluso
la Televisión Cultural (ese concepto ya prácticamente desaparecido en México),
tendrá su mejor versión cuando los contenidos se transmitan –y se difunda
propiamente su existencia–, a través de OTTs.
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