julio 23, 2015

Tarde

Artículo de Juan E. Pardinas para el periódico Reforma
Publicado el 19 de julio de 2015

En el siglo XXI, el destino económico de un país dependerá de su capacidad de adaptación a los cambios en los mercados, la tecnología y los comportamientos sociales. Las naciones, como las especies, tienen que reformarse y evolucionar para sobrevivir. Esta semana, la realidad le ha puesto a México una serie de duras pruebas de adaptación y los resultados son preocupantes. La Ronda Uno para asignar contratos de exploración y explotación de petróleo fue en esencia nuestro examen de ingreso al orden energético global. La regulación de Uber demostró que el peso corporativo de los taxis pudo más que la voluntad de subirnos al tren del cambio tecnológico. La fuga del Chapo demuestra que México tiene la misma capacidad de adaptarse al mercado internacional de las drogas que un tiranosaurio rex a la caída de un meteorito en la península de Yucatán. Buscamos las respuestas en la historia y en la inercia, cuando las soluciones dependen de poder dejar el pasado atrás.

Durante décadas nos preocupamos que intereses extranjeros se querían enriquecer de la explotación de nuestro petróleo, pero cuando tiramos los muros a la inversión privada sólo dos invitados aceptaron la invitación a la fiesta. Ocho de los 14 bloques petroleros licitados en la Ronda Uno ni siquiera recibieron una sola oferta. No es lo mismo hacer un concurso con el barril a 100 dólares que a 50. La desangelada Ronda Uno demostró una asimetría en la percepción del valor de nuestra riqueza petrolera. Como sostiene el analista energético Gonzalo Monroy, la secretaría de Hacienda supuso que el valor comercial del petróleo en el subsuelo era muy superior a lo que estimaron las empresas. Después del acuerdo nuclear entre EU e Irán, este país del Medio Oriente anunció que en los próximos cinco años espera duplicar su producción de 3 a 6 millones de barriles. Para lograr esta meta, Irán busca forjar acuerdos y contratos de inversión privada similares a los que ofrece México. Esperamos décadas para abrir nuestro sector energético a la inversión privada. Dejamos pasar la era del petróleo caro. Nos adaptamos tarde.

El gobierno del Distrito Federal acaba de encarecer, perdón, regular el servicio de Uber y Cabify en la Ciudad de México. ¿Por qué sólo se permitirá usar coches con valor superior a 200 mil pesos? Cada vez que uses el servicio, en algún lugar de la tarifa, tendrás que pagar, en el futuro, como usuario el costo de este obstáculo a la competencia. Los choferes que se quieran autoemplear en Uber tendrán que pagar créditos más altos por autos más caros y el servicio se volverá, aún más, un lujo para chilangos privilegiados. Con este criterio, el GDF le puso un bache y un tope a la avenida por donde pasa la modernización tecnológica del transporte urbano.

Esta semana, mientras El Chapo se fugaba de una cárcel en el Estado de México, Barack Obama entraba a una penitenciaría en Oklahoma. Por primera vez en la historia, un presidente de Estados Unidos pisaba un penal. Obama escogió ese escenario para anunciar una reforma al sistema carcelario de su país. La iniciativa busca devolver la libertad a personas sentenciadas por venta de drogas, que no han cometido crímenes violentos. Mientras en varias partes de EU las personas compran y consumen legalmente mariguana, aquí las seguimos persiguiendo y encarcelando. El Chapo es un delincuente con una historia de violencia que se cuece aparte. Sin embargo, ante las evidencias de lo que sucede en EU y los túneles en nuestro subsuelo sería tiempo de que México empezara a pensar y actuar diferente. La legalización de las drogas no es una panacea, pero la prohibición sólo ha empeorado los riesgos de corrupción en el Estado mexicano. Una autoridad que no logra controlar a su reo más vigilado en un penal de 26 hectáreas quiere castigar la producción y venta de drogas en un territorio de dos millones de kilómetros cuadrados. Llegamos tarde a los cambios. Nos adaptamos a caminar, cuando el mundo y la evidencia nos exigen correr.

Esencia Bribona

Artículo de Eduardo Caccia para el periódico Reforma
Publicado el 19 de julio de 2015

Nada fácil tiene el panorama el presidente Peña, al cúmulo de descalabros sexenales se le suma esta semana el desdén del mercado para participar en inversiones petroleras y la multicitada fuga de Joaquín Guzmán Loera, que puso al país en el reflector mundial del narcotráfico y la vergüenza. Con ánimo de apoyar la figura presidencial (apoyar a México), le diría al Presidente que puede ser que sus reformas energética y educativa fracasen, le queda medio sexenio para otro logro: iniciar la transformación cultural del mexicano, una reforma social que modifique la forma negativa de ser mexicano, para pasar de una cultura de ilegalidad y desprecio por la ley a una de honestidad y legalidad. De conseguir el inicio de esta gesta, presidente Peña, su nombre pasará a la historia del lado de quienes han construido patria y servido a la nación (atributos que hoy la gente no le reconoce).

Mi recomendación será muy simple y a la vez retadora: presidente Peña, lea el libro Las hazañas bribonas: cultura de la ilegalidad, del doctor José Guillermo Zúñiga Zárate, y forme un equipo de trabajo que implante sus recomendaciones. Por supuesto, esperamos lo que no ha mostrado, su autocrítica, el buen juez por la casa empieza.

El doctor Zúñiga ha hecho una investigación científica sobre la cultura de ilegalidad en México y no puedo estar más de acuerdo con él cuando dice que el mexicano tiene una esencia bribona (ese lado astuto y sagaz para transgredir la ley, ser transa), que es parte de lo que yo llamo código cultural, una especie de instructivo intangible que nos hace actuar de cierta forma, a veces para el bien, otras para el mal, y que es implantado en los niños desde que empiezan a tener memoria, forjando un patrón de conducta proclive a la ilegalidad, que se hace de muchas leves transgresiones, pequeños actos permisibles que luego escalan a delitos mayores, y se autojustifican en cualquier nivel socioeconómico y cultural.

He visto, en una escuela primaria de alto poder adquisitivo, muchos autos en cuya placa trasera se ha sobrepuesto una mica que impide que el radar contra el exceso de velocidad les tome una fotografía y les multen. Hablo de padres de familia con educación, indignados por la corrupción en México, por la fuga de El Chapo, por el actuar del Presidente y su gobierno, que son, por otro lado, una manifestación de la enfermedad degenerativa y crónica del país: todos formamos parte de un sistema corrupto.

El doctor Zúñiga ha determinado un patrón de lo que llama "hazaña bribona" o acto de deshonestidad: la oportunidad (alguien me vende la mica antiinfracción), el sigilo (mi placa quedará oculta), la oposición (no quiero cumplir la ley ni pagar la multa) y la emoción (la satisfacción que me da brincarme la ley).

Su libro debería ser lectura obligada en familias, escuelas, iglesias, corporaciones y cualquier tipo de instituciones. Su mérito es que no sólo diagnostica bien, también da recomendaciones: evidenciar, hacer conciencia (al estilo AA) del patrón de deshonestidad (si se habla de ello desde la casa, oficina, calle, será más difícil hacer lo contrario, disminuiría la doble moral), abrirse a prácticas internacionales, usar manuales de procedimientos, lograr certificaciones, cumplir reglas y leyes sin excepciones (cero tolerancia), usar tecnología (GPS, cámaras de vigilancia, etcétera), implantar una cultura de legalidad desde casa (no es suficiente que haya leyes y reglamentos), cambiar la programación neurolingüística cultural, incluir a las mujeres (especialmente las madres, aquí coincide con Sara Sefchovich) para detener a los delincuentes de casa, entre otras.

La esencia bribona impide mover a México, es el componente activo de la corrupción y la falta de valores del mexicano, desde sacar provecho de un puesto y recibir beneficios ilícitos de proveedores sin importar el conflicto de interés, hasta escapar de una multa por exceso de velocidad o escapar de una prisión de alta seguridad. La esencia bribona es el túnel por donde se escapa el futuro de México.

julio 02, 2015

Caín y Abel

Es probable que utilizando un lenguaje que les sea común en el PAN entiendan la metáfora: en el Génesis, cuando Dios le pregunta a Caín sobre Abel, éste le revira: "¿Soy acaso el guardián de mi hermano?"

Lo que sucede en Acción Nacional no es un hecho que sorprenda. He sostenido desde hace casi tres lustros que la gran zona de confort de ese partido es siendo oposición y, una vez que han gobernado, la descomposición era sólo cuestión de tiempo.

El PAN lleva desde que asumió el poder –hace poco más de 14 años–, una relación perder-perder consigo mismo, con sus simpatizantes y con la sociedad en general: Calla a voces críticas; se aleja de la ciudadanía; se ve envuelto en asuntos de corrupción siendo gobierno; ha generado malos resultados electorales en todas las contiendas donde ha participado y un sinfín de temas en cascada que en nada han abonado a la mala reputación que este partido ha ganado.

Es cierto que el PAN no tiene la patente de un gobierno que entrega malas cuentas a la sociedad. A final de cuentas es un sistema generado hace más de setenta años para el cual lo menos importante fue y ha sido el ciudadano común, y es justamente ese sistema el que ha sido replicado por gobiernos de izquierda y de derecha, de panistas, perredistas y, desde luego, de los dueños de la franquicia, el PRI.

Y en ese ánimo de un sistema que se repite (sea cual fuere el gobierno) y como una muestra más de que lo que menos importa es el individuo, hoy el PAN vive una crisis que no le creció como post-gobierno sino que la viene padeciendo desde que fue gobierno federal.

Hoy nos encontramos con cuando menos tres grupos (visibles), que buscan el ajuste de cuentas y las purgas en Acción Nacional.

El primero es el PAN que terminó de ser gobierno y quiere seguir influyendo en él, sin querer darse cuenta que fue la población quien lo remitió a un tercer lugar en las elecciones de 2012 gracias a ese último mandato que fue, por decir lo menos, inepto y que apenas logró escalar una posición en junio pasado (más por la desintegración de la izquierda que por méritos propios).

El segundo es quien se ha adueñado tanto del partido como de sus posiciones clave (en el Congreso); que ha hecho del pragmatismo su estandarte pues ha hecho alianzas impensables, molestas para el panismo tradicional y que ha demostrado una gran estulticia al momento de justificar los datos duros sobre su desempeño.

El tercero (más identificado con ese segundo PAN) es el partido de siempre, el que sólo ha sabido ser una oposición “a modo” de los gobiernos del PRI y que ahora parece ser sólo un observador al ser el grupo más alejado de la contienda por ver quién preside a su partido.

Hoy los panistas de siempre, de tanto criticar a las “tribus” ajenas, se miran en un espejo de decepción.

En parte la ineptitud y en parte las ambiciones personales, hacen que un partido político produzca conflictos internos y ocasione una pérdida irreversible de adeptos, y también logra que al exterior sea percibido como una opción poco confiable de gobierno. Una muestra de lo que es capaz de hacer un partido que reúne estas dos condiciones es el Partido Acción Nacional que nos está tocando ver cómo se despedaza.

La paliza que el PAN se está dando a sí mismo –y yo añadiría, al México que se quedó esperando el cambio y al México con memoria– refleja, más que la participación activa en las decisiones que todo partido político serio debe negociar y tomar con toda la cautela y consenso permitidos, la avidez por el dinero y por una porción de poder que les permita negociar con el actual partido en el gobierno.

Por una parte vemos a un Gustavo Madero (presidente del PAN), que si fuera el director de mercadotecnia de una marca que hasta hace nueve años tenía la mayor participación en el mercado y que de pronto cae de manera formidable en números desde 2012, no sólo en la distribución nacional sino en estados clave como Jalisco, San Luis Potosí y ciudades con una importancia similar, lugares donde era impensable que perdieran posición, ya lo hubieran corrido sin miramientos, sin indemnización y, faltaba más, sin carta de recomendación. De seguir así y con doce Estados en disputa para 2016, la debacle será mucho mayor.

Por la otra, vemos a un Felipe Calderón que no se cansa de querer salir en la foto o de impulsar a su mujer a lo que muchos llaman su reelección transversal. El autodestape de Margarita Zavala como precandidata a la presidencia de México una semana después de haberse postulado (también con video) como contendiente por la presidencia del PAN –donde seguramente sí tendría posibilidades y sí sería de mucha ayuda–, no sólo pretende mostrar el músculo político que Felipe Calderón cree tener aún; muestra algo que durante todo su sexenio mostró: la necedad y la mecha corta. Lejos de ser un personaje analítico es increíblemente reactivo y se está haciendo acompañar en esa necedad por su mujer.

El PAN necesita –igual que la izquierda–, tener un proceso de refundación guiado, cuando menos, por las ideas de aquellos que lo hicieron una opción diferente de ejercicio político. Obvia decir que ya no tiene un Gómez Morín o un González Luna y ni pensar siquiera en que se vea en el horizonte panista un Castillo Peraza, pero es un momento en que el PAN necesita más ideólogos que políticos, sobre todo cuando cada día se demuestra que éstos últimos traen consigo un alto grado de contaminación.

Interesantes tiempos se vienen para este partido político si sabe capitalizar lo que significa tener apertura dentro de la oposición pero reencontrando su lugar como un partido que se abre a una ciudadanía olvidada por ellos durante más de dos sexenios.


Por lo pronto el presidente del PAN, el tibio Gustavo Madero, tendrá que revisar qué grupo, dentro de su partido, fue el que hizo valer la vieja frase de su tío abuelo: “Muerden la mano que les quitó el bozal”.

La Revolución

  por Manuel Moreno Rebolledo Con 110 años de edad, la Revolución Mexicana –impulsada por la pequeña burguesía de la época y con un ideario...