Es probable que utilizando un lenguaje que les sea común en el PAN
entiendan la metáfora: en el Génesis, cuando Dios le pregunta a Caín sobre
Abel, éste le revira: "¿Soy acaso el guardián de mi hermano?"
Lo que sucede en Acción Nacional no es un hecho que sorprenda. He sostenido desde hace casi tres lustros que la gran zona de confort de ese partido es siendo oposición y,
una vez que han gobernado, la descomposición era sólo cuestión de tiempo.
El PAN lleva desde que asumió el poder –hace poco más de 14 años–, una
relación perder-perder consigo mismo, con sus simpatizantes y con la sociedad
en general: Calla a voces críticas; se aleja de la ciudadanía; se ve envuelto
en asuntos de corrupción siendo gobierno; ha generado malos resultados
electorales en todas las contiendas donde ha participado y un sinfín de temas en cascada que en nada han
abonado a la mala reputación que este partido ha ganado.
Es cierto que el PAN no tiene la patente de un gobierno que entrega
malas cuentas a la sociedad. A final de cuentas es un sistema generado hace más
de setenta años para el cual lo menos importante fue y ha sido el ciudadano común, y
es justamente ese sistema el que ha sido replicado por gobiernos de izquierda y
de derecha, de panistas, perredistas y, desde luego, de los dueños de la
franquicia, el PRI.
Y en ese ánimo de un sistema que se repite (sea cual fuere el
gobierno) y como una muestra más de que lo que menos importa es el individuo,
hoy el PAN vive una crisis que no le creció como post-gobierno sino que la
viene padeciendo desde que fue gobierno federal.
Hoy nos encontramos con cuando menos tres grupos (visibles), que
buscan el ajuste de cuentas y las purgas en Acción Nacional.
El primero es el PAN que terminó de ser gobierno y quiere seguir influyendo en él, sin querer darse cuenta que fue la población quien lo remitió a un tercer lugar en las elecciones de 2012 gracias a ese último mandato que fue, por decir lo menos, inepto y que apenas logró escalar una posición en junio pasado (más por la desintegración de la izquierda que por méritos propios).
El segundo es quien se ha adueñado tanto del partido como de sus posiciones clave (en el Congreso); que ha hecho del pragmatismo su estandarte pues ha hecho alianzas impensables, molestas para el panismo tradicional y que ha demostrado una gran estulticia al momento de justificar los datos duros sobre su desempeño.
El tercero (más identificado con ese segundo PAN) es el partido de siempre, el que sólo ha
sabido ser una oposición “a modo” de los gobiernos del PRI y que ahora parece
ser sólo un observador al ser el grupo más alejado de la contienda por ver
quién preside a su partido.
Hoy los panistas de siempre, de tanto criticar a las “tribus” ajenas,
se miran en un espejo de decepción.
En parte la ineptitud y en parte las ambiciones personales, hacen que un partido político produzca conflictos internos y ocasione una pérdida irreversible de adeptos, y también logra que al exterior sea percibido como una opción poco confiable de gobierno. Una muestra de lo que es capaz de hacer un partido que reúne estas dos condiciones es el Partido Acción Nacional que nos está tocando ver cómo se despedaza.
La paliza que el PAN se está dando a sí mismo –y yo añadiría, al México que se quedó esperando el cambio y al México con memoria– refleja, más que la participación activa en las decisiones que todo partido político serio debe negociar y tomar con toda la cautela y consenso permitidos, la avidez por el dinero y por una porción de poder que les permita negociar con el actual partido en el gobierno.
Por una parte vemos a un Gustavo Madero (presidente del PAN), que si fuera el director de mercadotecnia de una marca que hasta hace nueve años tenía la mayor participación en el mercado y que de pronto cae de manera formidable en números desde 2012, no sólo en la distribución nacional sino en estados clave como Jalisco, San Luis Potosí y ciudades con una importancia similar, lugares donde era impensable que perdieran posición, ya lo hubieran corrido sin miramientos, sin indemnización y, faltaba más, sin carta de recomendación. De seguir así y con doce Estados en disputa para 2016, la debacle será mucho mayor.
Por la otra, vemos a un Felipe Calderón que no se cansa de querer salir en la foto o de impulsar a su mujer a lo que muchos llaman su reelección transversal. El autodestape de Margarita Zavala como precandidata a la presidencia de México una semana después de haberse postulado (también con video) como contendiente por la presidencia del PAN –donde seguramente sí tendría posibilidades y sí sería de mucha ayuda–, no sólo pretende mostrar el músculo político que Felipe Calderón cree tener aún; muestra algo que durante todo su sexenio mostró: la necedad y la mecha corta. Lejos de ser un personaje analítico es increíblemente reactivo y se está haciendo acompañar en esa necedad por su mujer.
El PAN necesita –igual que la izquierda–, tener un proceso de refundación guiado, cuando menos, por las ideas de aquellos que lo hicieron una opción diferente de ejercicio político. Obvia decir que ya no tiene un Gómez Morín o un González Luna y ni pensar siquiera en que se vea en el horizonte panista un Castillo Peraza, pero es un momento en que el PAN necesita más ideólogos que políticos, sobre todo cuando cada día se demuestra que éstos últimos traen consigo un alto grado de contaminación.
Interesantes tiempos se vienen para este partido político si sabe
capitalizar lo que significa tener apertura dentro de la oposición pero reencontrando su lugar como un partido que se abre a una ciudadanía olvidada por
ellos durante más de dos sexenios.
Por lo pronto el presidente del PAN, el tibio Gustavo Madero, tendrá
que revisar qué grupo, dentro de su partido, fue el que hizo valer la vieja
frase de su tío abuelo: “Muerden la mano que les quitó el bozal”.
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