junio 16, 2015

La Experiencia

(Publicada en la revista Merca2.0 del mes de mayo de 2015)

Frank Lloyd Wright, uno de los grandes maestros de la arquitectura del siglo XX (entre sus grandes proyectos estuvo el Museo Guggenheim en Nueva York, por ejemplo), decía que uno de los vicios que debe vencer cualquier despacho de arquitectura al momento de proyectar, es querer detener o limitar el proceso de pensamiento creativo de los arquitectos más jóvenes; siempre y cuando alguien con la suficiente experiencia estuviera ahí para supervisarlos. Un experto, decía Wright, es un hombre que ha dejado de pensar, simplemente sabe.

Y un experto (no lo decía Wright, pero obvia decirlo), es quien ha acumulado experiencia por muchos años, entendida esta no como el número de cosas que se han visto, sino el número de cosas sobre las que se ha reflexionado con provecho.

Cuando todos creen saber

Ahora bien, uno de los vicios más frecuentes es que quienes no han leído, visto o vivido lo suficiente como para simplemente saber, son quienes creen saberlo todo. Una actitud así es no sólo encomiable sino hasta digna de aliento siempre y cuando –como me decía un ex Jefe–, le pongamos un corsé intelectual al asunto.

Es un hecho que el mundo se está rejuveneciendo sobre todo en el mercado laboral que nos compete. Tanto clientes como los encargados de atenderlos desde agencias a consultoras, están siendo cada vez más jóvenes (con todos los defectos y virtudes que ello implica).

¿Qué está ocurriendo?

No sólo como un método de recuperar y dignificar la experiencia (algo que se hacía desde el concepto mismo de “Senado” en la antigua Grecia), sino para tener la completa satisfacción de los clientes, muchas agencias de relaciones públicas y publicidad –en Europa, principalmente (España y Gran Bretaña, los más asiduos), aunque ya hay muchos casos en Estados Unidos–, están reclutando a hombres y mujeres con muchos años de experiencia para que sean ellos quienes pongan el punto final a los proyectos, me explico:

El trabajo que realizan estas personas es el de opinar, revisar y ser una especie de consultores o “catones” internos (no ganan los grandes salarios de las cabezas de la agencia y justamente por ello resultan increíblemente rentables), para todos los proyectos que se realizan. Supervisan la estrategia; contribuyen con los aspectos relativos al racional (generan contexto); supervisan y tienen la libertad de corregir las aplicaciones a las estrategias e, incluso, apoyan de manera fundamental en los contenidos.

¿Por qué se llegó a esto?

En el caso de la relaciones públicas, si la mayor parte del trabajo es la de construir reputaciones, este debe ser realizado por publirrelacionistas apoyados en expertos de análisis de entornos sociales, políticos y empresariales (entre otros), gente con la suficiente visión y experiencia como para simplemente saber hacia dónde sopla el viento y qué es exactamente lo que le conviene a nuestro contratante: dejar este tipo de tejido fino en manos inexpertas o en clientes que creen saberlo todo, puede ser increíblemente contraproducente.

Normalmente (sobre todo cuando la falta de planeación es una pandemia –originada regularmente desde la misma oficina del cliente– y que afecta en serio el trabajo de las agencias), contextualizar la comunicación, es decir, entender perfectamente toda la circunstancia que rodea el mensaje o conjunto de mensajes que se van a emitir: lo social, lo político, lo económico, lo cultural, lo legal, es una tarea que se deja de lado porque o no hay tiempo o sencillamente no se sabe cómo hacerlo. La investigación es fundamental y se vuelve algo tardado y costoso. Por ello es que una persona con una formación cultural y social sólida es tan relevante. Ahorra tiempo y dinero.

Otros beneficios

Emplear a una persona mayor, además de ser algo socialmente responsable (al menos así lo están viendo quienes comenzaron con la idea), es algo que terminará por enriquecer la vida interna de las agencias: no son personas que aspiran a hacer carrera dentro de estas pero harán todo lo posible por formar cuadros y darán conocimientos que, a la larga, serán muy útiles para todo el trabajo que implica cada cuenta.

No se trata de frenar ni la creatividad ni el impulso que las nuevas generaciones están dándole a la actividad; por el contrario, se trata de darles un mayor número de elementos que les hagan posible un mejor desempeño en lo inmediato y en una mayor posibilidad de beneficio a mediano y largo plazos. La forma de los contenidos podrá cambiar, lo que nunca podrá hacerlo es la metodología para que funcione.

A final de cuentas, como decía Jacques Roumain, si la experiencia es el bastón de los ciegos, estos caminarán no sólo mejor sino más aprisa. Así de contundente.

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