septiembre 10, 2014

Mirarse Desde Dentro

Decía Gandhi que el hombre se convierte en lo que el cree de sí mismo; que si uno se decía a sí mismo que no podía hacer algo, era muy probable que terminara uno convirtiéndose en incapaz de hacerlo. Pero decía también que si uno creía que podría hacerlo, seguramente lo haría inclusive si no había podido hacerlo desde el principio.

La comunicación que está destinada a los públicos internos en las organizaciones, deberá volverse, ahora más que nunca, un factor que permita –ya sea en organizaciones públicas o privadas–, permanecer fuertes y trabajando.

En México estamos tan mal acostumbrados a tener noticias buenas de carácter económico que lo primero que pasa por la mente de empleados y empleadores es si las buenas noticas implican algo bueno o malo; los primeros, angustiados por lo que unos decidan por ellos y los segundos, presionados por lo que ellos tengan que decidir por los demás.

Dualidad

Esta situación genera inseguridad en unos e inquietud en otros. Ambos sentimientos distraen la capacidad habitual de trabajo y, en consecuencia, provocan recelos y malos entendidos; generan comunicación informal (que se acerca más a la desinformación) y, lo más grave, frenan la productividad.

La comunicación interna es una actividad que, con el paso del tiempo, ha ido menospreciándose por la Dirección en las empresas: es curioso ver cómo las áreas de Recursos Humanos han abandonado el sentido humanista de su función (el “Gemeinschaft” del sociólogo alemán Ferdinand Tönnies donde en una asociación los individuos se orientan a la comunidad tanto o más que a su propio interés), por el sentido utilitario que le otorgan a cada posición dentro de la organización (el “Gesellschaft” descrito por el mismo Tönnies, donde el único interés común que pueden tener empleados y empleadores es el ir a trabajar para ganar un sueldo).

Alicia

Se ha perdido el entendimiento y el asunto radica en encontrar cómo, con dos pensamientos tan visiblemente opuestos, se puede observar el mismo punto: Cuando Lewis Carroll comenzó la segunda parte de Alicia –“A Través del Espejo y lo que Alicia Encontró Allí”–, colocó a su pequeña amiga Alice Raikes delante de un gran espejo con una naranja en la mano y le dijo:

­–Quiero que me digas en qué mano tienes la naranja.

–En la derecha, contestó Alicia.

–Ahora, frente al espejo, dime en qué mano tiene la naranja la niña que está en el espejo, le dijo Carroll.

–En la izquierda, contestó Alicia.

–¿Y cómo puedes explicar eso? Le pidió Carroll.

–Si yo estuviera al otro lado del espejo, le contestó dudando Alicia, ¿no es cierto que la naranja seguiría estando en mi mano derecha?

–¡Justamente! Exclamó Carroll, –es la mejor respuesta que me has dado–.

Y es precisamente en momentos de crisis cuando las empresas que no hicieron nada por entenderse internamente ni establecieron normas, usos y costumbres de comunicación formal hacia adentro, voltean nuevamente a esta actividad, primero, para entender lo que pasó y, segundo, para ver qué puede hacerse.

Una estrategia de productividad

Porque la comunicación interna nace como una respuesta a las necesidades de las empresas por motivar a su capital humano y retener a los mejores elementos con el objeto de desarrollar una mayor productividad que les permita competir en un mercado con más oferta que demanda.

Es importante entender que para aumentar la eficiencia del personal, éste debe sentirse integrado dentro del lugar donde, después de su casa, más tiempo permanece. Para ello es indispensable respetarlo y el principio del respeto radica en lograr su participación, lo que implica mantenerlo informado; que conozca la organización, su misión, sus valores, su filosofía; que se sienta parte de ella y que vea su trabajo –como refería Ferdinand Tönnies en el “Gemeinschaft”–, como una extensión de su familia donde, haciendo lo correcto por el bien común, se puede sentir seguro.

La comunicación interna reduce la incertidumbre y previene los rumores que, en momentos de inquietud, provocan más desazón que clarificación. Por ello, difundir internamente mensajes de la Dirección que tengan como consecuencia inmediata acciones de seguimiento, informar verazmente sobre lo que ocurre dentro de la empresa y establecer vínculos empáticos entre la gerencia y el personal, resultan fundamentales en circunstancias en las que el desconcierto puede involucionar a un proceso de trabajo que seguramente llevó años en lograrse.

Y para los que están haciendo cuentas, es importante decirles que, en relación con lo que podrían ganar o “perder”, la comunicación interna bien estructurada cuesta muy poco. Es una de las actividades de comunicación más rentable.

Así de claro.

Hasta el próximo mes.


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julio 22, 2014

La Reputación

Decía Napoleón –el corso–, que pueden caer leyes, naciones y monumentos, pero el ruido que genera una gran reputación, subsiste pese a todo.

La reputación, sobre todo la de una marca (que es la que por hoy nos ocupa en este espacio), es el prestigio ya consolidado que esta logra tener ante todas sus audiencias (o partes interesadas –stakeholders–) por las acciones que lleva a cabo.

En ese sentido, la reputación es el reconocimiento que hacen del comportamiento de una marca –que puede trasladarse sin dificultad a la empresa que la tiene–, sus principales grupos de interés en función de la relación que mantiene con ellos, del grado de satisfacción de sus expectativas y de la afinidad con los contenidos que emite.

Crear una reputación no es una tarea fácil: consiste en gestionar las diferentes percepciones que tienen los stakeholders de ella y que se refleja en las interacciones con la marca. En función a esa experiencia se construye esa reputación donde todas las partes interesadas asocian diferentes atributos (características descriptivas fruto de esa relación con el sentido de la marca) que permanecerán en su memoria y crearán una conducta en consecuencia.

Aunado a ello, cuando una marca comienza a tener una buena reputación (ojo: no necesariamente consumo), el número de partes interesadas crece proporcionalmente, es decir, el numero de audiencias dejan de ser únicamente los públicos internos, accionistas y consumidores: se involucran medios de comunicación y, dependiendo del caso, gobiernos, ONG’s, asociaciones y un largo etcétera. Y esto, además, es un trabajo de muchos años.

El mes pasado, durante la inevitable fiebre mundialista, una empresa con ese tipo de buenas reputaciones –y que se han construido a lo largo de muchos años–, KLM (Royal Dutch Airlines), con 95 años en el mercado y un cuidado impecable en sus comunicaciones, cometió un desliz.

Después del triunfo de la selección de Países Bajos sobre México en octavos de final, la aerolínea tuiteó un mensaje que decía "Adiós Amigos!" con la foto de un letrero de “salidas” como los que se ven en los aeropuertos junto con una silueta con sombrero, bigote y poncho, ocasionando que muchas personas se sintieran ofendidas.

Más allá de si realmente fue burla o no (eso depende de la percepción de cada quien –personalmente no me incomodó en momento alguno–), el tuit rompió una tradición de comunicación formal, sobria y hasta elegante que distingue a KLM y que, aunque no mancilló en lo mínimo su imagen, fue el negrito en el arroz del mantenimiento de la reputación que esa marca sostiene con las partes interesadas.

En ese sentido, la reputación no es un asunto de mercados o de consumo. Muchas de las personas que apenas se enteraban de la existencia de la aerolínea no serían sus usuarios por razones que van desde el NSE hasta sus preferencias y hábitos de viaje. Crear una reputación sí debe tener un objetivo comercial, pero definitivamente no es su único objetivo.

Y esto último lo sabe el área de comunicación de esa empresa. La aerolínea se disculpó por el polémico tuit: "No ha sido nuestra intención herir los sentimientos de nadie con nuestro 'tweet'. En el mejor espíritu deportivo, ofrecemos nuestras más sentidas disculpas para aquellos que se hayan sentido ofendidos por el comentario", escribió KLM.

Las nuevas tecnologías de comunicación –sobre todo las plataformas digitales–, han provocado que muchas empresas no preparen adecuadamente a sus community managers (internos o contratados) en el entendimiento de la filosofía, valores y tonos de comunicación que compañías como ésta tienen y que le han generado prestigio (que ya se mide en resultados de negocios) a lo largo de su historia.

Hay una gran confusión con respecto a quienes utilizan estas herramientas (redes sociales): la dirección de comunicación de la marca es la que determina el tono y los contenidos a utilizar, no las personas que operan estas herramientas. Muchos community managers piensan que estas plataformas pueden utilizarse tal y como las usan a título propio y no es así. Las marcas no deben tener otro límite que el propio y crear sus propios códigos dependiendo de los objetivos que buscan, de las diferentes audiencias que tienen y, sobre todo, de la reputación que quieren construir.

En su obra “Worthies of England”, donde narra cómo se percibía a la Inglaterra del Siglo XVII, el historiador Thomas Fuller decía que la fama de su país siempre estaba en el escrutinio público puesto que “la reputación es una lente de aumento” que magnifica tanto las virtudes como los defectos.

Así de evidente.

Hasta el próximo mes. Los invito a seguirme en Facebook o por Twitter: @ManuelMR.

julio 01, 2014

Reforma Energética: Efectos de la Publicidad sin Comunicación

De inicio, en su Teoría sobre la Verdad y Conocimiento –que forma parte indiscutible de sus importantes manifiestos junto con la Teoría de Acción Comunicativa–, Jürgen Habermas nos dice que “la condición de veracidad que tiene un asunto, la da el potencial asentimiento de todos los otros”, es decir, que “el universal (y pragmático) sentido de la verdad, está determinado por la demanda de alcanzar un consenso racional”. Pronto se dio cuenta de lo epistemológico e idealista de esta aseveración.

Entonces fue que enriqueció la propuesta estableciendo un “realismo pragmático” al sostener que, en un mundo objetivo, además de un consenso ideal se precisa de un “hacedor de la verdad”.

Todo esto viene al caso si se trata de analizar la disputa que el gobierno sigue y seguirá teniendo sobre los beneficios de la Reforma Energética y sus leyes secundarias.

Caos

Desafortunadamente, la falsa creencia de que la construcción de puentes de convencimiento a través de tácticas y herramientas de comunicación poco convencionales (BTL + RP = conocimiento y consenso), podrían dar como resultado un “ruido” antes de tiempo, llevaron a los encargados de comunicar las ventajas de esta Reforma a sólo publicitarla y, con ello, a generar un caos que seguramente querían evitar. Sé de antemano que hay quienes dirán que la sociedad ya estaba lo suficientemente polarizada como para aceptar de buena gana información del gobierno sobre lo positivo de sus propuestas cuando muchos a este gobierno no le creen.

Y es justamente por esta razón que la estrategia falló. Si dentro de esa polarización quienes están en contra del gobierno consideran que los medios electrónicos (sobre todo la TV), son incondicionales del gobierno que repudian, una campaña de publicidad que se lanzó en vísperas de la presentación de la Reforma –campaña cara, larga, y con muchas deficiencias–, no era ni con mucho la opción más viable.

Nadie gana con la confusión

Esta campaña tuvo resultados favorables, sí… pero para la oposición: ha provocado movilizaciones, un debate a posteriori de la aprobación de la Reforma y ha logrado, sin duda, remover los escombros de un nacionalismo trasnochado hasta de quienes podrían haberse adherido sin problema, al grado que muchas encuestas revelan que la mayoría cree que “se vende Pemex” (premisa que, por cierto, también se debe a un error en no saber comunicar).

Es importante ser claros, sobre todo para aquellos que aún no entienden que la publicidad es sólo una disciplina más en un entorno de comunicación integral. Es importante también entender que un asunto de comunicación política como el que nos ocupa debe ser atendido en forma multidisciplinaria. Por obviedad de espacio sólo señalaré los pasos lógicos a seguir.

Pasos lógicos

El primero hubiera sido armar la propuesta de Reforma (con esbozo de Leyes Secundarias incluidas) con un grupo multidisciplinario y donde estuvieran involucradas la mayor parte de las posiciones políticas del país –ojo: posiciones políticas no necesariamente implican Partidos; hay incredulidad por el Pacto por México–, en un marco que fuera percibido como debate incluyente con un mínimo de difusión y opinión controlada. Al mismo tiempo, efectuar sondeos inducidos sobre el tema entre la población para conseguir, entre otras cosas, opiniones a favor. También y casi simultáneamente, recoger opiniones propicias de personajes importantes o sensibles para la población no muy convencida de esta Reforma y difundirlas informativamente. Con esta estrategia, los antagónicos de siempre ya tendrían crisis de credibilidad.

Como segunda etapa, utilizar en forma consecutiva herramientas de información directa: correo, folletos de reparto en vía pública, blogs, links informativos en Internet, pláticas en universidades y centros de trabajo, etc. Posteriormente se pudo haber realizado una presentación del proyecto de Reforma con gobernadores para escuchar comentarios y añadir los pertinentes a la propuesta y, luego entonces –ahora sí–, se podría haber hecho la presentación de este proyecto a los legisladores.

Fórmula

Al final de todo este proceso, se hubiera podido lanzar una campaña de publicidad que ya no hubiera tenido que informar (¿para qué?), sino fijar la posición de lo que prácticamente hubiera sido un consenso para terminar así de convencer sobre los beneficios de esta Reforma.

La fórmula, en resumen, sería: RP + BTL + RP + ATL. El costo hubiera sido mucho menor política y económicamente hablando.

Un dicho brasileño –ahora que estamos en efervescencia mundialista–, resume el caso: “Barco parado nao faz viagem”.

Hasta el próximo mes.

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mayo 08, 2014

Historias por Contar

La satírica y burlesca de Quevedo (Francisco), implicó una verdadera revolución dentro del Siglo de Oro español. Acostumbrado a hacer uso de todos los géneros, el Caballero de la Orden de Santiago enfocaba su mofa a todo aquél que se moviera sin importarle sexo, condición social o lugar en la corte de Felipe II (salvo el monarca, por supuesto).

Una de las premisas en las que fundamentaba su sátira, era el valor extremo que le daba a los mínimos detalles, sin los cuales –decía–, no habría averno que se justificara ya que “una sola piedra puede desmoronar un edificio” y como secretario de la hermana del rey, era un perfeccionista en cuidar cada detalle porque pensaba que la crítica (satírica o no), era la tumba de cualquier buen proyecto.

El consumidor de hoy
Los consumidores siempre se han compuesto de audiencias que han escuchado (todo el tiempo) diferentes tipos de mensajes que han buscado persuadirlos para el consumo o la compra. En ese sentido, han sido los contenidos los que han regulado la actividad de compra/venta de bienes y servicios en el mundo cuando menos a lo largo de los últimos siglos. En ese sentido –también–, han sido las audiencias quienes han escuchado pacientemente a las marcas (y a las empresas), pero ahora son ellas quienes quieren ser escuchadas.

El consumidor de hoy es crítico (muy crítico); retador; desobediente (en especial de todo aquello que parece ser obedecido); informado y con los medios suficientes (Twitter y Facebook, de entrada), para opinar, burlarse o hacer suyo un mensaje; reproducir los mensajes de las marcas y, en el mejor de los casos, complemetarlos.

Segmentación de actividades
Si uno observa con detenimiento la inmensa mayoría de mensajes publicitarios que (al menos en México) presenciamos todos los días –sobre todo a través de medios audiovisuales–, lo menos que provocan en las audiencias es burla y lo peor (que sucede en la mayoría de los casos), es indiferencia. Desde que los mercadólogos han sustituido a los sociólogos en la explicación y entendimiento del comportamiento social, se ha perdido el diagnóstico del contexto y, por ende, se han sacado conclusiones cada vez más erróneas que se traducen en mensajes deficientes.

Es por ello que las marcas que han actuado con mucha más inteligencia, han entendido este dictamen que se hace de la publicidad y han preferido invertir en actividades que fomenten las historias bien contadas, otorgando a las audiencias el beneficio de su conclusión. Esas marcas han entendido también que la viralidad sólo es una consecuencia de la calidad de la historia, no el detonante. En estos temas lo viral nace y muere en cuestión de minutos si la historia que se ofrece no cumple con el primer paso: despertar interés.

Tres pasos
La mayoría piensa que una historia debe tener un inicio, una trama central y un final. Pensar así no sólo es limitante sino torpe: todas las historias (hasta el somnífero sermón de un cura) tienen esa estructura, por lo tanto, simplificar de esa manera la forma en que una historia debe ser construida, nos puede llevar a crear los mensajes más aburridos. Otro error en el que se cae muy frecuentemente es creer que una historia tiene que ser contada exclusivamente en 140 caracteres. Nada de eso, todas son susceptibles a tener continuidad.

En su libro publicado en 2011 llamado insulsamente “Storytelling para el Éxito”, Peter Guber, presidente de Mandalay Entertainment, nos dice que hay tres elementos esenciales para que toda historia sea atractiva: el reto, la lucha y la resolución.

El guión
El reto tiene dos funciones principales: captar la atención y generar expectativas; por ello debe ser un reto creíble y lo más cercano posible al público al cual va dirigido, es decir, que haya un buen nivel de identificación (la clave está también en los detalles). Esta parte sirve también para generar las primeras expectativas sobre su resolución.

La lucha es una narración que debe ofrecerle a nuestra audiencia una experiencia emocional; es decir, debe hacerle vivir en su imaginación todas las vicisitudes que estemos narrando; debe llorar, reír, enamorarse o motivarse. Eso nos dirá que tan involucrada está nuestra audiencia con la historia.

Por último, la resolución debe contener ese factor sorpresa que justifique toda la atención brindada a nuestra historia y la clave para que la sorpresa exista es, precisamente, la violación de la expectativa que nos creamos desde un principio sobre la resolución.

La imaginación es más importante que la lógica porque nos provoca muchas más emociones, decía Alfred Hitchcock. Hay que aprovecharnos, pues, de la crisis que en materia de imaginación tiene la publicidad.

Hasta el próximo mes.

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mayo 04, 2014

El Valor de la Noticia 2

Esta entrada será breve.

En mi entrada anterior, mencionaba los elementos esenciales en el periodismo. Ahora podemos ver el caso del que llamamos "por encargo".

Hoy (04.05.14) el periódico REFORMA publica una nota donde un magistrado del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administrativa acusa ante ese medio –lo publicó ayer la columna estrella del periódico y hoy le concedieron más de media plana a esta nota–, que lo destituyeron de la junta de gobierno de ese Tribunal por solicitar información auditada de dicha institución.

El nombre de este magistrado es David Jiménez González. ¿Les suena el nombre? Pues sí, es el mismo que entró a ese Tribunal desde 2006 siendo senador y fue quien, a decir de varios senadores de esa legislatura, hizo todo lo posible por frenar la Reforma Política de la capital cuando presidió en el Senado la Comisión del DF.

Muchas fueron las advertencias de estos legisladores cuando entró en 2006 al TFJFyA, entre ellas su poca preparación para ese puesto.

Ahora, David Jiménez le genera nuevamente problemas a este tribunal cuando vio que no era él la persona que habían designado para presidirlo (mucho ojo con eso).

Además de prestarse a la difusión de vendetas personales, REFORMA está informando mal, ya que el magistrado Jiménez González no sufrió afección alguna en su trabajo (como él señala), dado que se le respetó su función que es la de Magistrado de la Sala Regional 10 del Distrito Federal, donde sigue trabajando.


Lamentablemente desde que forma parte de la Junta de Gobierno y Administración, Jiménez González ha querido actuar en forma individual y no sujetarse al trabajo colegiado del Tribunal y ha querido absorber funciones de Contraloría que no le corresponden.

Tocante a eso, es importante decirlo, los señalamientos que hace de conductas irregulares dentro de este Tribunal son totalmente falsas y esa es información que sí puede comprobarse con las auditorías realizadas.

Me sorprende el REFORMA. No sé a Ustedes.

abril 09, 2014

El Valor de la Noticia

Publicado el mes de abril de 2014 en mi columna "Didascalia" de la revista Merca2.0

Cuando uno se plantea la importancia del periodismo y los logros que esta actividad ha tenido en el desarrollo de las Relaciones Públicas, entre otras muchas actividades, la primera referencia que me viene a la mente es la campaña que de la ciudad de Nueva York hiciera en 1971 la oficina de convenciones y turismo de esa orbe, utilizando un viejo término –“The Big Apple”–, que hiciera popular en los años veinte el periodista deportivo John J. Fitzgerald, al describir que, para los mozos de cuadra y los jinetes que montaban pura sangre, su gran meta era correr en La Gran Manzana, aludiendo que no había otra como Nueva York.
A partir de 1971, cuando el término fue retomado, se hizo global y posicionó a esta ciudad como la metrópoli por excelencia (con todo lo que ello implica).
Una perspectiva más amplia
El periodismo no sólo está lleno de anécdotas y frases que la emisión –y luego el uso–, hacen populares y sirven de lugar común para describir situaciones cotidianas. Esta disciplina se conforma como un auténtico cuarto poder exactamente en los términos en los que el autor de esta expresión, Edmund Burke, aludía a la prensa británica y la gran influencia que tenía en los años previos a la Revolución Francesa (de la cual él se hizo partidario).
Burke decía que la prensa era ya un poder independiente a los otros tres (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), porque no se limitaba a reflejar la opinión pública en la que toda democracia debe estar fundamentada, sino que, al valorar por sí misma (y acomodar en los diarios dicho orden de valoración) cuál era la información más importante que el público debía leer y además opinar sobre la misma, estaba influyendo en el pensamiento y decisión de la población lectora (la que creció sustancialmente debido justamente a los diarios y gacetas).
Credibilidad
Directamente proporcional a esta idea de Burke, está el valor de la credibilidad. Jack Fuller, el viejo periodista del Chicago Tribune y ganador del Pullitzer, solía decir como premisa en las charlas que nos daba ya como presidente de la Tribune Publishing Co., que si uno se equivocaba en las cosas pequeñas, los lectores no confiarían en uno para las cosas grandes, en doble alusión a equivocarse –o no trabajar con el mismo cuidado–, en las notas aparentemente sin importancia y, en una segunda referencia, a no descuidar detalles tan supuestamente insignificantes como la ortografía, la redacción y el uso del lenguaje.
El periodismo es a las Relaciones Públicas (sin exagerar), lo que el ADN al individuo. No se les puede entender sin el ejercicio o la ayuda de la prensa en cualquiera de sus modalidades. Ya sea para escribir un boletín, hacer público un evento, coordinar una conferencia de prensa, hacer un viaje de medios, para un lanzamiento donde se haga indispensable su presencia o desarrollar una estrategia general donde los medios sean el apoyo fundamental, es condición sine qua non para el personal de toda agencia de Relaciones Públicas que se precie de serlo, conocer y ejecutar los diferentes géneros periodísticos, mismos que no han cambiado en forma y estructura (al menos en los últimos 40 años), no obstante las nuevas tecnologías y la convergencia que al terreno digital se han trasladado con todo éxito.
Ya no decir la obviedad de “las cosas pequeñas” a las que se refiere Fuller, comenzando con el manejo del idioma, la ortografía y la redacción tan increíblemente descuidada en estos días.
Tiene que ser noticia
También es importante que nuestros clientes sepan (ya en el terreno de las RRPP comerciales), que no todo es susceptible de ser publicado por el simple hecho de que no todo es noticia. Y aunque la agencia ponga lo mejor de su trabajo de mediación y su técnica para hacer de algo absolutamente trivial un hecho relevante, siempre se podrá publicar algo cuando esto reúna ciertos requisitos.
De acuerdo con la Dra. Susana González Reyna, Coordinadora del Postgrado de Comunicación en la UNAM (mi querida maestra de redacción y en quien más confío en estos menesteres), “la información que interesa al periodismo debe ser novedosa, sea porque el acontecimiento es nuevo o porque el enfoque de algún tema conocido es distinto y nuevo; oportuna, pertinente en el tiempo y en el espacio; de interés general, por cuanto el acontecimiento interesa a un gran público; y difundida masivamente, es decir, a través de un medio masivo de comunicación.”
Luego entonces y de una forma menos didáctica y mucho más apegados al vínculo con las Relaciones Públicas, podríamos definir al periodismo como un fenómeno de socialización de la experiencia. Experiencia que puede o no ser compartida si reúne el requisito de ser noticia.

febrero 20, 2014

Ex Presidentes

Una simple pieza de escándalo mediático le puede dar al traste a seis años de un gobierno estable y hasta cierto punto con buenas cuentas.

No, no se hagan bolas. Hablo de Harold Macmillan, Primer Ministro británico (de 1957 a 1963) quien, después de un gobierno de auténtica reconstrucción por la postguerra y partidario de “desenfriar” la Guerra Fría por su diálogo constante con el oeste –especialmente con Nikita Jruschov–, pudo controlar todo menos la doble moral de sus correligionarios del Partido Conservador, especialmente de su Ministro de Defensa, John Profumo, a quien tuvo que sacrificar (y con él al prestigio de todo su gabinete), debido al affaire que éste tuvo con Christine Keeler, una showgirl quien a su vez era amante del agregado naval soviético en Londres, Yevgeny Ivanov, quien actuaba como espía con la típica coartada de ser diplomático. Este affaire lo llevó magistralmente al cine Michael Caton-Jones en 1989 en una película llamada “Scandal” (por si gustan).

Todo esto sale a colación por una frase que –ya retirado–, acuñó Macmillan y que se adapta perfectamente a nosotros los mexicanos: “Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”. Frase que nuestros ex presidentes utilizan exactamente al revés.

Desde hace un par de semanas (en algunos casos como pretexto del vigésimo aniversario de ese funesto 1994; en otros búsqueda de reflectores ante el descrédito), han desfilado por los medios de comunicación los cuatro ex presidentes más recientes (el otro que queda vivo, LEA, debe estar ya embalsamado –o al menos debería–), y se han aparecido difundiendo sus verdades, refutando las de otros, dando puntos de vista que jamás les pidieron y anunciando fundaciones con objetivos –lo menos–, sospechosos.

A partir de que el presidente Cárdenas exiliara a su antecesor por excederse en sus derechos como ex presidente, se hizo una regla no escrita por la cual estos no podían aparecer públicamente a opinar sobre cualquier asunto público. No podían, simplemente, aparecer. Las cosas marcharon medianamente bien con esta fórmula hasta que Luis Echeverría habló de algunas acciones del gobierno de López Portillo y lo mandaron como embajador plenipotenciario a las Islas Fidji. A eso se sumó por esa época el dicho de Díaz Ordaz sobre Echeverría, donde reconoció públicamente que cada cada vez que se veía al espejo se llamaba a sí mismo “pendejo” por haber nombrado a LEA su sucesor.

Pasaron los sexenios de Miguel de la Madrid y de Salinas sin que sus antecesores aparecieran. Todo empezó de nuevo con la presidencia de Zedillo cuando, como presidente en funciones, culpó a su antecesor por la crisis financiera y además metió a su hermano a la cárcel donde lo hizo permanecer con la siempre recordada ayuda de una vidente mejor conocida como “La Paca” (en lo que se recuerda como el inicio del CSI a la mexicana). La reacción de Salinas pasó de una huelga de hambre con su agüita Evián que duró sólo unas horas, a un cabildeo internacional constante contra su sucesor.

A partir de entonces ni el contenido ni el tono han cambiado. Vicente Fox se siente con la autoridad intelectual (y moral) de opinar sobre todos los temas que dejó fuera de su agenda mientras fue presidente; Salinas sale ahora a darnos una tras otra su versión de los hechos de lo ocurrido en el último año de su sexenio (explicación que parece que sólo El Universal le pidió) y ante la falta de un interlocutor de fiar con derecho de réplica, sale dando maromas (como lo ha hecho desde que dejó el gabinete de Salinas) un Manuel Camacho que tendrá también de todo, menos confiabilidad.

Zedillo se suma a vitorear las reformas de Peña Nieto sin que nadie se lo haya solicitado y ni se toma la molestia de contestarle a Salinas mientras que todos los cercanos a ellos en esa época no dejan de comentar lo que desde entonces era evidente: esos dos no se soportan.

Y bueno (éramos muchos y parió la perra, decía mi abuela), regresa Calderón de Harvard sin conocer a bien su destino pero con el objetivo bien puesto en abrir una fundación sobre desarrollo humano sustentable que seguramente buscará el sustento para desarrollar una o varias candidaturas (entre ellas la de la dirigencia nacional de su partido entre algunos de sus cercanos y, ¿por qué no? las que permitirán relanzar a su mujer).

En México, los ex presidentes son una especie de parásitos que siguen teniendo unos sueldos y prestaciones fabulosos; servicio de ayuda personal; miembros del ejército apostados al cuidado de sus propiedades; viajes todo pagado por cualquier lugar del mundo y todo a cargo del erario, es decir, de nuestros impuestos. ¿O no me diga Usted, querido lector, que los ex presidentes le parecen de gran utilidad? Ni para dar consejos.

Como decía Moliere: “Las personas no están jamás tan cerca de la estupidez como cuando se creen sabias”.

Así de inútiles, así de perjudiciales. ¿O No?

La Legión

Qué razón tenía Einstein cuando decía que el mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad. Los Legionarios de Cristo (y su Gran solapador) son un claro –y ahora mucho más palpable– ejemplo.

El miércoles pasado, la ONU acusó al Vaticano de violar la Convención de Derechos del Niño tras publicar un informe muy crítico en el que le exige que denuncie a la policía a todos los pederastas.

En las conclusiones del informe, la ONU urgió a la Santa Sede a "apartar de inmediato de sus funciones a todos los autores conocidos y sospechosos de abusos sexuales a niños, y denunciarlos a las autoridades competentes para que los investiguen y procesen" –una solicitud que parecería obvia a una institución que supone predicar bondad–.

Sin embargo la reacción del Vaticano fue lamentar las “interferencias en la enseñanza de la Iglesia católica” y el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Federico Lombardi, declaró en España, que los activistas (a quienes culpó del informe de la ONU), quieren que la Iglesia responda a preguntas o ataques que muchas veces son presentaciones muy ideológicas o parciales de las cuestiones; mientras que el observador del Vaticano ante la ONU, Silvano María Tomassi, dijo que parecía que el informe de la ONU ya estaba preparado sin tomar en cuenta las últimas explicaciones que ya había dado la Santa Sede.

Jorge Mario Bergoglio, por su parte, ni siquiera ha emitido un comentario al respecto.

El tema en México lo destapó hace algunos años el espacio noticioso de MVS, donde se entrevistó a una de las familias del sacerdote Marcial Maciel, fundador de la orden de los Legionarios de Cristo. En dicho noticiario, se reveló la existencia de más de una familia del cura; de cómo la esposa de esta familia (la entrevistada) había sido engañada por Maciel con otra identidad y sin revelar su oficio; de cómo uno de los hijos de Maciel había sido abusado sexualmente por su propio padre; de un sinnúmero de actos de pederastia cometidos por este criminal; de cómo gente del círculo rojo de esta agrupación católica, como el rector de la Universidad Anahuac del Norte, por ejemplo, sabían de la existencia de estas familias, y de una serie de actos por demás siniestros que develaban una red de complicidades tanto del más alto poder económico y político en México, como del poder eclesiástico en el Vaticano.

En un acto desesperado de depuración de imagen y con la influencia de muchos medios de comunicación –que o son parte o están amedrentados por algunos anunciantes que son parte de la Legión–, esta congregación respondió sin negar nada pero alegando que los hijos de Maciel hablaron porque se les negó una herencia de muchos millones de dólares. Si atendemos esa lógica, los Legionarios de Cristo tienen en peor estima el chantaje que la pederastia.

Un gran patrocinador de los Legionarios, Lorenzo Servitje de Grupo BIMBO, fue mucho más allá. Pidió a los medios que se abstuvieran de difundir o hacer eco a la noticia difundida por MVS, arguyendo que la ropa sucia se debe de lavar en casa.

Como muchos saben, Servitje es responsable de una abominable agrupación de censura no oficial que se llama “En Favor de lo Mejor” y que ha sido causante de que algunas emisiones (de radio o TV) hayan salido del aire y que además se está volviendo el lugar favorito de estudiantes que quieren hacer su servicio social rápidamente, con la simple denuncia de anotar que en determinada emisión se dijo o se vio algo que las buenas conciencias calificarían como “inadecuado”.

Sin que se tenga la certeza de si el dueño de BIMBO sabía o no de los crímenes del fundador de su congregación –es lo que menos importa–, el hecho de querer ocultarlo habla de su condición moral y del oscurantismo con el que se maneja la Legión.

Y esa empresa es sólo una pequeña muestra. En la Legión hay banqueros, industriales, comerciantes, políticos de varios partidos, más empresas como la descrita y lo peor: escuelas y universidades en un país donde por ley, la educación tiene por obligación ser laica. Además de éstos, existe un gran grupo de personas satélite con pequeñas y medianas empresas las cuales, ya sea movidas por verdadera convicción pero con una profunda ignorancia de lo que sucede allá dentro o por un mero interés pecuniario, rodean a este grupo para buscar relacionarse con él. Desde que esto existe, obvia decirlo, lo saben quienes han presidido nuestros gobiernos e incluso, han apoyado con créditos y exenciones a estas empresas.

Desafortunadamente la reputación de quienes están cerca de esta congregación está intacta porque la red no es del dominio público y dudo que haya algún medio (con alguna o algunas empresas de este tipo como anunciantes), que se atreva a publicarla.

La infamia, paradójicamente, aparece en lugares donde debiera combatirse.

La Revolución

  por Manuel Moreno Rebolledo Con 110 años de edad, la Revolución Mexicana –impulsada por la pequeña burguesía de la época y con un ideario...