junio 27, 2020

¿QUÉ NOS DIVIDE?

Por Manuel Moreno Rebolledo

Por años –probablemente desde que era estudiante de preparatoria–, he abandonado términos absolutos que sólo han servido, en el discurso público (religioso, político, incluso social), para estigmatizar al individuo: juicios como bueno y malo, por ejemplo.
Quizá por haber crecido en medio de una familia laica, desechar ese tipo de calificaciones se me hizo más fácil, entre otras cosas, porque para esgrimirlas lo primero que se hace es generalizar, ese detalle, de entrada, siempre lo relacioné con alguna incorrección lógica. Más adelante me di cuenta de su gran capacidad de dividir.
Decía Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad (donde para mostrar el punto, generaliza), que “para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad [...]”.
Cuando a lo que parece ser la patente de nuestra sociedad, su autoridad máxima –siendo ignorante de esto o no–, se empeña en dividirnos en buenos y malos, en conservadores y liberales, en el “pueblo bueno” y “lo otro”, resulta algo muy perverso.
Sin embargo, lo que provoca que la división que promueve cada mañana el presidente tenga éxito y se agudice, depende completamente de nosotros. Muchas veces nos hemos preguntado ¿por qué fulano, tan bien preparado, tan inteligente, votó por ese candidato? (Algo que se hace de ida y vuelta).
La psicología social le ha aportado muchas áreas de estudio e investigación a la comunicación. En la década de los 60, el psicólogo cognitivo Peter Cathcart Wason realizó una serie de experimentos con los que demostró que los individuos tendemos de forma natural a buscar información que confirme nuestras creencias. Desafortunadamente, este sesgo nos impide mirar las situaciones en forma objetiva e influye en nuestras decisiones llevándonos a elegir en forma deficiente. 
Esto se llama Sesgo de Confirmación y no es otra cosa que privilegiar, buscar, interpretar y recordar toda información que tiende a confirmar nuestras creencias o hipótesis, prácticamente invalidando otras opciones. Es decir que, aunque preferimos pensar que nuestras opiniones son objetivas, lógicas y racionales, la verdad es que muchos de nuestros pensamientos, frecuentemente están basados en el hecho de que atendemos de forma selectiva la información que defiende nuestras ideas e ignoramos en forma inconsciente esa parte de la información que no va con nosotros. Es decir: vemos, leemos y escuchamos lo que queremos, a lo demás, estamos prácticamente ciegos.
Lo que en un principio podría verse como una variante de la Disonancia Cognoscitiva, el Sesgo de Confirmación es una especie de sesgo cognitivo y un error sistemático en el razonamiento inductivo.
En términos prácticos, alguien que votó por López Obrador, por ejemplo, tiende a favorecer todas las lecturas, entrevistas, reportajes y videos que hablan bien de él y, por el contrario, demeritan, critican e incluso insultan (hasta con falacias lógicas de todo tipo), todo aquello que no habla bien de él o de su equipo de trabajo.
Y lo mismo sucede en el otro bando cuando el tema también se radicaliza.
El Sesgo Confirmatorio ha invocado tanto la búsqueda sesgada, como la interpretación y la memoria para explicar la polarización de las actitudes (cuando un desacuerdo se vuelve más radical o polarizado a pesar de que ambas partes se exponen al mismo tipo de pruebas); la perseverancia de las creencias (cuando las creencias de los individuos persisten pese a que se tiene evidencia de su falsedad), y la correlación ilusoria (cuando se percibe falsamente –como en una teoría de la conspiración–, una asociación entre dos acontecimientos o situaciones). La gama que nos permite su estudio es muy amplia.
Así pues, lo que para muchos –como quien escribe–, pueden ser evidencias irrefutables de irregularidad las declaraciones patrimoniales donde los secretarios de Gobernación y de Seguridad Pública (Olga Sánchez Cordero y Alfonso Durazo) vieron crecer y hasta triplicar en el segundo caso sus bienes e ingresos; que los homicidios del crimen organizado el fin de semana pasado y el atentado contra el secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México, Omar García Harfuch –nieto de Marcelino García Barragán e hijo de Javier García Paniagua (información sólo para el contexto)–, son también evidencia de, cuando menos, seguir la tendencia que comenzó con Felipe Calderón y continuó con Peña Nieto; que las declaraciones del día de ayer del Embajador de Estados Unidos en México sobre el miedo de la IED por el cambio de reglas pactadas son más una advertencia que una invitación formal a reflexionar; que el presidente miente en materia económica pues niega que 2019 haya sido un mal año y esa inercia que continuó con los pésimos desempeños de enero, febrero y marzo de este año, hará que el decrecimiento en 2020 año sea de dos cifras; que el presidente miente al culpar de todos los males al neoliberalismo cuando firma un acuerdo comercial para América del Norte que, más neoliberal, no se podría; y por ahí podemos seguir con las críticas que, insisto, para muchos que pensamos así cuentan con evidencia sobrada.
Pero resulta que lo mismo sucede con quienes están a favor de las decisiones y dichos del presidente: ellos también creen tener la evidencia suficiente de que con sus políticas, López Obrador ha logrado que personajes como Ricardo Salinas Pliego, Carlos Slim, Emilio Azcárraga, Alberto Bailleres, Daniel Servitje o Lorenzo Zambrano, hayan ya perdido sus privilegios y ahora sean menos ricos; o tienen evidencia de que las críticas a la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval y su marido, John Ackerman, sean obra de una conjura de la derecha nacional para desprestigiar a López Obrador; dicen tener evidencia documental y de conjura aún mayor de esa derecha que, junto con empresarios (mexicanos y extranjeros), avalados por Estados Unidos, crearon el famoso BOA –es cosa de ver cualquier video de Epigmenio Ibarra–; aseguran evidencias de que medir el PIB no sólo es neoliberal sino que deja de lado la medición más importante: la felicidad. En fin, también sus partidarios creen tener y hacer las lecturas correctas y mantenerse mejor informados.
Ambos lados, insisto, se informan con lo que refuerzan sus creencias. Aunque aquí resulta una competencia muy dispareja, porque si hablamos de medios nacionales  (incluida televisión y radio con repetición informativa nacional), casi el 90% está siendo crítica al presidente. Aunque también para eso, sus defensores tienen una respuesta. 
Un caso digno de análisis, sería la revista Proceso, cuya constante de existencia fue ser crítico del poder. Ahora, los lopezobradoristas se asombran de que lo siga siendo pues es más sencillo seguir cultivando la falsa creencia (emulando al presidente), de que un medio debe ser activista y que si no están con él, están en su contra. Por otro lado, los detractores a López Obrador también se asombran y curiosamente también critican el cambio.
En fin, seguimos reforzando creencias y, mientras menos veamos los argumentos y evidencias reales del otro, seguiremos en esta división acentuada desde el poder.
Hasta la próxima semana.
Los invito a seguirme en Facebook o por Twitter:
@ManuelMR.

junio 19, 2020

INFODEMIA: OTROS DATOS

Por Manuel Moreno Rebolledo
El periodismo no sólo es un oficio lleno de anécdotas y frases que la emisión –y luego el uso–, hacen populares y sirven de lugar común para describir situaciones cotidianas. Esta disciplina (de ahí el enojo de López Obrador con casi toda la prensa), se conforma ahora como un cuarto poder –con todas las ponderaciones del caso–, exactamente en los términos en los que el autor de esta expresión, Edmund Burke, aludía a la prensa británica y la gran influencia que tenía en los años previos a la Revolución Francesa, de la cual él se hizo partidario más tarde.
Burke decía que la prensa era ya un poder independiente a los otros tres porque no se limitaba a reflejar la opinión pública en la que toda democracia debe estar fundamentada, sino que, al valorar por sí misma (y acomodar en ese orden de valoración en los diarios) cuál es la información más importante que el público debe leer y además opinar sobre esta información, estaba influyendo en forma determinante en el pensamiento y decisión de la población lectora (que creció sustancialmente debido justamente a los diarios y gacetas).
La paradoja de López Obrador es justamente esa: acusa a la prensa de no haberse constituido como un poder independiente, cuestionando al poder y de haber estado a su servicio por muchos años; ahora que lo cuestiona y que no está a su servicio, es cuando le molesta.
Ahora bien, directamente proporcional a la idea de Burke, está el valor de la credibilidad. Jack Fuller, el viejo periodista del Chicago Tribune y ganador del premio Pullitzer, solía decir como premisa –en las pláticas que daba en sus oficinas ya como presidente de la Tribune Publishing–, que si uno se equivocaba en las cosas pequeñas, los lectores no confiarían en uno para las cosas grandes, de ahí la enorme importancia de seguir los detalles y de cotejar siempre la información. La información se ejerce como el poder: si se dejan huecos, estos no tardan en llenarse.
Hace casi un par de meses en una de las conferencias matutinas del presidente, el encargado de coordinar los medios públicos del gobierno mexicano, Jenaro Villamil, llamó a frenar la infodemia sobre el Coronavirus. Quiero suponer que lo hizo basado en la hoja informativa que al respecto emitió la Organización Mundial de la Salud, donde se menciona que “[…] en esta situación aparecen en escena la desinformación y los rumores, junto con la manipulación de la información con intenciones dudosas. En la era de la información, este fenómeno se amplifica mediante las redes sociales, propagándose más lejos y más rápido, como un virus”; Villamil entonces apelaba a los medios a no difundir fake news.
Esto se trae porque en esta última semana la información que más se ventiló en medios –nuevamente–, fue el manejo que el gobierno hace, mediante el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, de la información sobre la pandemia en México: un número incierto de fallecidos; se especula sobre el número de contagiados; no sabe dar una fecha sobre el pico de la pandemia; sobre el costo de los médicos cubanos (que ya supimos, fue de 6 mdd); por qué los trajeron; si le hacemos caso a él o Claudia Sheinbaum en el uso del cubrebocas; si podemos o no salir de viaje como lo hace el presidente; si se le hace caso a él o al gobernador de cada entidad; datos, datos y demás datos que podrían eventualmente llevar a tener, en forma racional, un panorama lo más completo posible sobre la situación del Covid-19 en nuestro país.
El problema serio, sin embargo, es que el encargado de suministrar (y administrar) toda esta información a la población ya carece de credibilidad. Lo que en un principio fue una unificación en torno a la figura del subsecretario (incluso Acción Nacional no lo vio con malos ojos), hoy se ha vuelto insostenible. De hecho, para revertir lo que considera ya una total pérdida de credibilidad en las cifras y en la transparencia del estado que guarda la epidemia del Covid-19, la bancada del PAN en la Cámara de Diputados propuso que fuera el doctor Mario Molina, Premio Nobel de Química, quien se hiciera cargo de toda la operación y releve a López-Gatell.
Y esto no se trata de una campaña orquestada por la prensa conservadora –sabemos perfectamente que en este régimen cualquier atisbo de crítica es complot–. Son muchos los especialistas (incluidos los de la OMS, que mandan decir que haya seriedad en el manejo de las cifras), quienes consideran que por más que el gobierno se esfuerza en demostrar una supuesta estabilidad en el número de muertes y contagios, el pico en México (que ya es cordillera según palabras del mismo López-Gatell), no tiene para cuándo y mientras, la negligencia ha dejado más de 20 mil decesos al momento de escribir estas líneas.
Por otro lado, tenemos a un presidente que lejos de ser un ejemplo, sermonea. Un presidente que el fin de semana pasado, en lugar de anunciar un decálogo de acciones concretas en las que el gobierno se comprometiera a apoyar a quienes más daño han tenido dentro de esta pandemia –pacientes de coronavirus, por ejemplo–, nos da una muestra más de lo que es gobernar con ocurrencias (en este caso místicas). Esta misma semana, de plano dijo que la ruta de lo que él considera una transformación seguirá, pese a la críticas y posturas en contra. No hay vuelta atrás, dijo.
William Somerset, dramaturgo, novelista y cuentista, autor entre muchas obras de “Servidumbre Humana” y “Al Filo de la Navaja”, decía que en su lucha contra el individuo (aquel que mantiene esa individualidad como emblema de anarquía), la sociedad tiene tres armas: la ley, la conciencia y la opinión pública. Ante la ley, todos estamos obligados; la opinión pública está en disputa y sólo nos queda la conciencia –la propia–, para saber quién dice la verdad.
Hasta la próxima semana.
Los invito a seguirme en Facebook o por Twitter: @ManuelMR.

junio 13, 2020

NOMBRE Y APELLIDO

por Manuel Moreno Rebolledo
La “Mañanera” del martes 9 de junio estuvo marcada (una vez más) por la polémica. El presidente echó mano del espacio de gobierno (televisoras públicas enlazadas de por medio), para denunciar una supuesta campaña electoral en contra del partido gubernamental, impulsada por grupos empresariales, periodistas, gobernadores, alcaldes, medios de comunicación, partidos políticos y hasta miembros independientes de la sociedad: todo un complot.
El documento “Rescatemos México, Proyecto BOA”, que habría llegado a Palacio Nacional como “remitente anónimo” –y el cual AMLO pidió a su director de Comunicación Social, Jesús Ramírez Cuevas, leyera íntegro–, desprende como objetivos quitarle a Morena el control de la Cámara de Diputados en las elecciones de 2021 y, aprovechando que el mismo presidente gestionó su revocación de mandato, hacérsela efectiva para 2022.
Días antes, en el marco de su gira de trabajo por el sureste del país, López Obrador ya le había lanzado una advertencia al respetable: o conmigo o en mi contra. “Que se definan bien –decía–, no admitimos medias tintas” y sacó a colación, como cada vez se vuelve más costumbre, su muy particular estilo de contar la historia nacional. Adicionalmente, también el fin se semana pasado y todavía en los primeros días de esta semana, se presentaron las marchas en Guadalajara y Ciudad de México que lo pusieron en dimes y diretes con el gobernador Enrique Alfaro. Varios temas se juntaron para desembocar en el ya famoso BOA.
Ya hemos escrito suficiente en esta columna sobre lo que, a juicio de quien escribe, se trata de un mecanismo de compensación, de una gran inseguridad: su soberbia (el ‘pueblo’ me entrega muchas cosas para cuidarme, dijo nuevamente López Obrador sobre el documento de marras). Sin embargo, en esta ocasión, lo que a López Obrador le urgía era poner justamente en contexto lo que, supongo, le dicen todos los días: las encuestas de aprobación van cayendo fuerte y el descontento de varios sectores (clases medias incluidas), es cada vez mayor. Los resultados no han llegado y las prácticas siguen siendo las mismas, lo único que cambió del juego fueron la mesa y los cuates.
También hemos dicho aquí que al actual presidente le da mucho por gobernar con símbolos: crear héroes y villanos parece ser ya una de sus especialidades. 
Confirmar al “neoliberalismo” en el púlpito casi cada mañana; utilizar los términos “conservador” (en el entendido de que no entiende cuántas veces cae en el adjetivo) o atizarle a la prensa nacional de “fifí”, seguramente para él logra un efecto perturbador entre las audiencias a quienes dirige sus mensajes. Si ahora el gran enemigo –la suma de todos los males–, se llamará BOA, ya no habrá que describirle (de nuevo a sus audiencias), de qué trata esto: simplemente tendrá para sí que quienes no comulgan con él acusarán de recibo y quienes sí lo hacen ya tienen también un nuevo enemigo.
Otro punto que asumo nadie pondría en duda es sobre su experiencia electoral. Estar en forma permanente en campaña, tratando de ganar elecciones, es lo suyo. Es su arena. Por eso –supongo, también–, al presidente le entusiasman los antagonismos. Con esto, López Obrador inaugura oficialmente la contienda electoral de medio término dado que, al menos en Morena, ya se están organizando las brigadas para promover el voto a su favor, disfrazadas de “Defensa de la 4T”.
El documento que crea el BOA no plantea absolutamente nada ilegal. Fue un buscapiés que persiguió (y conseguirá tarde o temprano), la definición sobre las agrupaciones que veremos contender en las elecciones (sobre todo aquellas que determinarán la Cámara de Diputados Federal). Al presidente no le importó lo poco empática que una operación política de este tipo puede ser en momentos de contingencia sanitaria y retraimiento económico. Pareciera como que el urgido es él.
La oposición tiene, por su parte, varias ventajas en este asunto que debiera (si quiere tener éxito), capitalizar. La primera de ellas es justamente la oportunidad del documento presentado en Palacio Nacional: puede exhibir la poca conexión que tiene en estos momentos la urgencia política de López Obrador; la segunda, es que también puede tomarse mucho tiempo en negociar, cabildear, enlistar y palomear todas las opciones que tienen las oposiciones para ir juntas (o separadas –sería materia de otro análisis–); la tercera, tienen tiempo para construir un discurso común que las identifique, y la cuarta, parece que sólo tendrían que sentarse a esperar cómo, la suma de resultados negativos que en lo económico, sanitario y de seguridad está arrojando este gobierno, se suman a su causa.
Decía Gibrán que la tortuga puede hablar más del camino que la liebre. Veremos qué tan contraproducente le resulta esta prisa al presidente.
Hasta la próxima semana.
Los invito a seguirme en Facebook o por Twitter: @ManuelMR. 

La Revolución

  por Manuel Moreno Rebolledo Con 110 años de edad, la Revolución Mexicana –impulsada por la pequeña burguesía de la época y con un ideario...