julio 02, 2018

Ante el Triunfo del Populismo

"Tristemente, el sueño americano está muerto. Pero si fuera elegido presidente, lo traería de regreso más grande, mejor y más fuerte que nunca y haríamos a Estados Unidos grandioso de nuevo".
Donald Trump

Más que nada, el populismo es una construcción comunicativa. “Hablan y actúan como si el pueblo pudiera desarrollar un único criterio, una única voluntad y por ende un único mandato inequívoco; hablan y actúan como si el pueblo fuera uno –cuya oposición, si se reconociera su existencia, estaría próxima a desaparecer–; hablan como si el pueblo, si tan sólo empoderara a los representantes correctos, pudiera dominar por completo su destino”, nos dice Jean-Werner Müller en su libro “¿Qué es el Populismo?” (Editorial Grano de Sal, 2018).

Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos –pese a la enorme mayoría de pronósticos–, porque supo canalizar, con su discurso, el enojo del votante promedio de Estados Unidos contra el establishment de la clase política en Washington. Explotó de una manera muy adecuada –comunicativamente hablando, por supuesto–, la sensación de olvido que tiene la clase trabajadora blanca en ese país: detonó con sus promesas la ansiedad del día a día del votante.

El Populista
Al populista no lo distinguen sus políticas públicas (normalmente sus propuestas –la mayoría descabelladas o sin sentido–), las lanza sin explicar el cómo las llevará a cabo; lo distingue, principalmente su lenguaje y la construcción de su discurso. El populista cancela la diversidad y lo enoja el pluralismo: no entiende que pueda haber una opinión diferente.

En ese tránsito de descalificar a la crítica, el populista es arrogante: va presumiendo –a veces en forma muy soberbia–, su superioridad moral e infalibilidad. La retórica vulgar de Trump al insultar a casi todos los sectores de la sociedad (latinos, afroamericanos, mujeres, musulmanes), tuvo éxito porque supo darle la dirección que los votantes obreros y de clase media blancos estaban esperando. “Los americanos están hambrientos de un cambio y sólo yo puedo limpiar el pantano limpiando la corrupción de Washington”, decía Trump en su campaña.

Palabras clave y sentido
Como lo comentamos en la pasada entrega sobre el lenguaje utilizado (en este caso, por López Obrador en México), analizando semióticamente el discurso, encontramos que “los ricos abusan de los pobres”, que “los empresarios son el enemigo”, que “el Pueblo es el que manda, pone y dispone”, que hay “una minoría rapaz” y una “mafia del poder”; apegándose a lo que Jean-Werner Müller nos advierte justamente sobre el populismo.

Con el populismo ganando espacios alrededor del mundo (Estados Unidos, Italia, el Brexit, Austria, como ejemplos), el liberalismo parece estar en retirada. Un balance que se vuelve inquietante y que pone en riesgo cualquier democracia (la nuestra, joven e inexperta, aún más) y que parece no va cambiar en algún tiempo. La causa aparente está en el miedo como una variable social que ha resurgido poderosamente y la parálisis liberal de actualizarse; de actualizar la razón de por qué representan (y representarán) siempre la mejor opción, como lo explica Judith Shklar: derrotar al miedo con el nacimiento de la modernidad. En Estados Unidos, el abandono que hizo el Partido Demócrata de su aliado natural y permanente –la clase trabajadora–, lo hizo perder, sin duda, la última elección y seguramente algunas que están por venir si no le arrebatan a Trump el liderazgo sobre estos segmentos de la población.

México
Como también lo comentamos el mes pasado, nuestro país no está exento de este fenómeno, por el contrario, está más metido que nunca y es muy probable que cuando este ejemplar llegue a sus manos, queridos lectores, ya tengamos en México a un presidente electo que, de acuerdo con el librito, hizo suyo el enojo y reclamo de una buena porción de la población que se siente engañada, frustrada y enojada por los últimos gobiernos y los niveles de corrupción e inseguridad que estos últimos gobiernos han ocasionado.

Nuevamente y en el entendido de que la palabra “hubiera” conjuga una representación ficticia, si los demócratas en Estados Unidos y el PRI en México hubieran hecho bien su trabajo, ni Trump ni López Obrador figurarían en el mapa.

A nosotros, como observadores de la aplicación de estrategias, nos queda advertir sobre los peligros de la seducción populista. Similar a muchas religiones, el populista genera creyentes a quienes por acomodarle mejor a su perspectiva, les conviene más creer que advertir la evidencia.

 “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”, escribió alguna vez el autor francés Edmond Thiaudière.

Hasta el próximo mes.

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