octubre 04, 2016

Puto

Decía Víctor Hugo que quien siempre se la pasaba insultándolo, en realidad no lo ofendía porque la repetición hace del insulto una actividad cotidiana.

Puto es una palabra que puede llegar a insultar pero no exactamente en el contexto que mucho puristas (purificados puristas, añado), pretenden colocarlo.

Puto dejó hace muchos años de ser una palabra que describía una preferencia sexual masculina o, en caso de su uso femenino, un oficio –el más antiguo del mundo–, al que más de uno de los purificados puristas que hoy emiten su queja sobre el uso del vocablo, han acudido para saciar una que otra pasión (o calentura).

Por ejemplo, cuando digo “puto refrigerador, se volvió a descomponer”, no me refiero a que el aparato tenga tendencias homosexuales (muy respetables si mi refrigerador decide calentarse); me refiero, ante todo, a que el méndigo aparato volvió a hacer de las suyas y dejó de enfriar.

Otro ejemplo es cuando digo “ese puto le sacó a la madriza”; tampoco me refiero a que el susodicho fuera homosexual. Me refiero a que su cobardía le hizo recular y no entrarle a los golpes con otro sujeto.

Puto es la nueva versión del verbo “chingar” en muchas de sus acepciones: “puto clima, ya está lloviendo otra vez”. ¿Se entiende el contexto o lo explico? Aquí, el clima no contiene una actividad homosexual sino que nos jode con sus cambios abruptos en donde no sabemos si salir con paraguas de la casa o no. de cualquier manera el puto clima hará de las suyas.

La dinámica de simplificar el lenguaje y tener un vocablo que sirva para dar significado a varias acepciones no sólo se da entre los anglosajones, los de habla hispana, tanto en Europa como en Latinoamérica entendemos, a veces mejor que aquellos, que la simplificación (no muy purista, desde luego) de nuestro lenguaje nos da una posibilidad de comunicación más directa, diga lo que diga la RAE. La palabra “verraco” de mucha utilización en Colombia es un ejemplo de ello, al igual que “coño” en Cuba y parte de Venezuela, y de igual forma que “concha” en Argentina y “leche” en España.

La palabra puto (y su femenino) dejaron, pues, ese enfoque exclusivo que alude a una preferencia sexual o a un oficio para implicar un sinnúmero de adjetivos que incluyen también otro insulto, volviéndose un descarado sinónimo: Cobarde, tonto, desafortunado, desgraciado, pendejo, cabrón, hijo de la chingada, pusilánime, inestable, y un gran número de etcéteras.

“Puto peso, ya se volvió a devaluar”: Más allá del desatino de culpar al peso por sí mismo, esta frase no encuentra que nuestra moneda se enamore o tanga relaciones con otra moneda de su mismo género, implica que el peso es un desgraciado por devaluarse a sí mismo (sic).

También, la palabra puto encuentra su destino de acuerdo con el estado de ánimo de quien es proferido: si alguien está de malas, seguramente lo calentará el insulto (porque seguramente se refieren al susodicho como cobarde o apocado; como jodido o hijo de la chingada); pero si el vocablo encuentra a su destinatario de buenas, este seguramente se reirá porque se referirán a él (o ella) como un cabrón o un ojete o un hijo de la chingada pero digno de envidia.

Los insultos son, en gran parte, un paliativo para la violencia. Decía Freud que el primer humano que insultó a su enemigo en lugar de tirarle una piedra, fue el fundador de la civilización. Son también –los llamados insultos–, esa gran capacidad que tenemos los seres humanos de reírnos de nosotros mismos. Son esa válvula de escape que permite no agarrarnos a trompadas con quien nos hace un mal: “ese puto contador no pagó mis impuestos”. No quiere decir que el Contador prefiera tener relaciones con personas de su mismo género. Significa que es un ojete olvidadizo que no hizo su trabajo.

De hecho, para describir en forma peyorativa a un homosexual, ya no se utiliza la palabra "puto" pues ya es políticamente incorrecta en un ámbito de apertura.

Ayer la FIFA volvió a multar a la FEMEXFUT por gritarle “puto” al portero rival en sus partidos. Sería prudente extenderle –a la FIFA–, una invitación para que se siente en los estadios de todo el mundo y vea como diferentes grupos le gritan de todo a los jugadores del equipo rival, y mejor aún, darles una paseada por México diciéndoles “puto el que se raje” para que entiendan de qué estamos hablando.

Decía Jorge Luis Borges (Borgues como dijo el puto –pendejo– de Fox), que lo que más admiraba en los demás era la ironía; la capacidad de no tomarse en serio.

Así que, puto el que lo lea.


Hasta la próxima.

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