mayo 30, 2016

Las Crisis y Las Oportunidades

En su famoso Almanaque Poor Richard (que editó anualmente de 1732 a 1758 en su “hogar adoptado”, como le llamaba a Pensilvania), Benjamín Franklin, bajo el seudónimo de Richard Saunders, publicó que él concebía que la mayor parte de las miserias de la humanidad, han acontecido debido a las falsas estimaciones que se han hecho sobre el valor de las cosas.
Hace unos años, en el testimonio que rindió sobre el origen de la crisis financiera que hizo tanto daño en Estados Unidos –que además afectó a todo el mundo y que ahora se repite en América Latina, pero con otras variables–, Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal, señaló entre otras cosas que, a su juicio, el centro del problema fue la demanda masiva de tasas preferenciales de seguridad sobre el valor accionario de los créditos hipotecarios, tasas “que estaban sobreexcedidas en rango por las agencias encargadas de asignar este valor accionario” de las empresas que habían emitido los créditos.

IPRs
Lo dicho por Greenspan, confirma de alguna manera la información que el gobierno filtró a algunos medios sobre prácticas poco éticas de agencias especializadas en IPR (Investor Public Relations), que llegaron al extremo –por darle más valor bursátil a sus clientes–, de inventarles actividades de expansión en lugares donde su comprobación sería difícil. Práctica que –y cuidado con eso–, se repite cada vez más frecuentemente.
Las IPR son un área especializada de las Relaciones Públicas que tienen como propósito aumentar el valor de las acciones de una empresa emisora y reducir sus costos de capital incrementando la confianza de los inversionistas y accionistas. Es decir, crean valor cuando las empresas y sus actividades de negocios tienen niveles de rentabilidad que superan su costo de capital. Su trabajo radica en minimizar la diferencia entre lo que se percibe de la empresa y la realidad: ayudar a que las acciones de la empresa alcancen un precio adecuado en el mercado de valores, nunca “inflarlas”.

En México
Aunque por fortuna no se han detectado prácticas de este tipo en México (todavía), cabe la posibilidad de la que la mala reputación de las IPR en E.U.A., afecte esta actividad en México.
Sin embargo, esto abre una extraordinaria oportunidad de negocios para las agencias de Relaciones Públicas serias y preparadas de nuestro país, me explico:
A partir de la crisis financiera (que viene desde 2009 y que ahora, por más pequeña que se quiera ver en México, según expertos, no acabará en los próximos 18 meses), se estarán afectando importantes variables de la economía –salarios, inflación y empleo–, lo que traerá como consecuencia a corto plazo un retraimiento en el consumo y sus consecuentes estragos en estados de ánimo, incredulidad y frustración.
No obstante que algunas empresas tomen decisiones ilógicas como cortar presupuestos en publicidad (lo que en parte podría beneficiar a la actividad de RP), se abre un espacio muy importante en el sector público, en organizaciones financieras y en otras que con esta crisis verán afectada su imagen, para incrementar programas de construcción de reputación corporativa.

Los programas
Estos constituyen una síntesis de los factores de éxito de una organización y constan de cinco componentes sobre los cuales hay que trabajar:
La Reputación Comercial que es la percepción generada en los clientes en torno a los productos y servicios de la organización y que, cuando se logra positivamente, aumenta el Brand Equity; la Reputación Interna que es la imagen que se construye hacia dentro de las empresas y que, en momentos como éste se genera más gracias al radio-pasillo que a acciones estratégicas de comunicación emanada de la dirección; la Reputación Sectorial, que depende de la valoración que una organización merece de sus pares; la Reputación Social que se obtiene del entorno social inmediato donde la organización está inserta y, por último, la más afectada en estos tiempos, la Reputación Económico-Financiera, dada por la percepción que se genera en los accionistas e inversionistas actuales o potenciales, en la comunidad financiera y en los medios especializados que se encargan de hacerla pública.
Como se podrá ver, el tamaño de las crisis es directamente proporcional a la cantidad de oportunidades que traen consigo. Aquellas agencias que tienen un gran nivel de competitividad, seguro ya están trabajando en esto con los valores éticos y recursos que las distinguen.
Aquellas que todavía no se dan cuenta, deberían pegar un cartel gigante en sus oficinas con la frase que hiciera famosa James Carville, el jefe de campaña de Bill Clinton cuando ganó la presidencia: It’s the economy, stupid!

mayo 02, 2016

Reposicionar al Presidente

Buscando reposicionar a México (y a los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos), dada la oleada de desatinos e injurias que Donald Trump ha vertido en campaña contra nuestro país y los connacionales que allá viven –más por necesidad que por gusto, les aseguro–, el gobierno de México ha realizado algunos cambios diplomáticos de muy alto nivel. Al menos eso nos han dicho hasta ahora.

Pero lejos de suponer que los cambios van en función de fortalecer las relaciones diplomáticas tradicionales entre ambos países, estos llevan la misión de hacer un trabajo mucho más comunicacional que político.

¿Quiénes van?
Los cambios que propone el gobierno mexicano van en dos sentidos. El primero de ellos parece un cambio con consecuencias políticas mientras que el segundo busca reforzar entre un segmento muy definido de la población estadounidense, la percepción de que el mexicano no es como lo pinta Trump y México no es ese gigoló que se ha aprovechado de Estados Unidos.

El primer cambio lo encabeza Carlos Sada, quien hasta hace tres semanas era cónsul en Los Ángeles (lo ha sido en Chicago y Nueva York, lo que habla de una gran experiencia –­burocrática, pero experiencia al fin–, como autoridad diplomática en aquél país). Él sustituye a Miguel Basáñez como embajador de México en Estados Unidos y ahora le toca la nada sencilla tarea de cabildear y suavizar políticamente los temas sobre México; algo nada fácil, sobre todo cuando en el congreso norteamericano (de mayoría republicana), tienen su propia versión –en parte atizada por Trump–, de lo que nuestro país significa actualmente para Estados Unidos.

Relaciones Públicas
El segundo cambio –Paulo Carreño King como subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte (bloque que comprende Canadá, Estados Unidos y Cuba)–, responde más a una estrategia de relaciones públicas que a tácticas diplomáticas, algo que cualquiera puede inferir dado que Carreño King nunca ha estado en la diplomacia ni es experto –en absoluto–, en relaciones bilaterales, políticas de gobierno o derecho internacional; su campo de expertise siempre ha sido el manejo de crisis, comunicación política y relaciones públicas, desde que se formó como parte del staff de Burson Marsteller, hace ya un par de décadas.

A Carreño King lo invitaron a trabajar en el gobierno de Peña Nieto, para manejar prensa extranjera y un área de nueva creación que consiste en promover la imagen de México ante el mundo (Marca-País), por lo que la decisión de nombrarlo en la posición más importante dentro de las Subsecretarías de Relaciones Exteriores responde, como todo parece indicar, a fortalecer la imagen de México en Estados Unidos (ya que honestamente, ni Canadá ni Cuba han importado mucho, sobre todo en años recientes). Los golpes de realidad han hecho caer a este gobierno en la cuenta de que observarse sólo el ombligo no es una solución.

¿Qué queda por reposicionar?
Ahora bien, ¿qué tan cierto es que la perorata de Trump sobre México y los mexicanos hará (o ya está haciendo) que el norteamericano republicano al que este candidato se dirige, tenga una imagen infame de nuestro país y de nuestros paisanos? ¿Será que se está dirigiendo (además), a un volumen de estadounidenses amplio y de gran peso electoral? Creo que no.

El asunto, como se ve, es el desarrollo de una estrategia de comunicación que permita rescatar –en lo posible–, la imagen misma del propio presidente y su gobierno; imagen que nunca pudo levantar en lo que va del actual régimen, no sólo por los casos propios de descrédito internacional (como Ayotzinapa), sino porque esta administración no ha sabido cómo llevar una relación con Estados Unidos que implique un bilateralismo real de cooperación y no una relación de autoelogios que poco le ha servido a México y que tan molesto ha tenido al gobierno del presidente Barack Obama.

Esta estrategia implica un nuevo planteamiento ante la prensa internacional, sobre todo la de ese país, una nueva propuesta de relaciones en las que no se culpe a los medios internacionales de la mala imagen del presidente y que les den permiso de hacer mejor su trabajo sin la cerrazón del boletín o el querer darle la vuelta a lo contundente. Una ruta en la que la prensa extranjera (en general), no sea vista como parte del problema sino como apoyo.

Pocas cosas reflejan mejor la visión “doméstica” que este régimen tiene de la política exterior –principalmente con Estados Unidos– que el haber pretendido crear un grupo desde el gobierno que hiciera proselitismo en contra de Trump. Esto lo dejó muy claro Biden en su última visita a México. Estos cambios intentarán corregir el exabrupto.
Hasta el próximo mes.

La Revolución

  por Manuel Moreno Rebolledo Con 110 años de edad, la Revolución Mexicana –impulsada por la pequeña burguesía de la época y con un ideario...