mayo 02, 2016

Reposicionar al Presidente

Buscando reposicionar a México (y a los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos), dada la oleada de desatinos e injurias que Donald Trump ha vertido en campaña contra nuestro país y los connacionales que allá viven –más por necesidad que por gusto, les aseguro–, el gobierno de México ha realizado algunos cambios diplomáticos de muy alto nivel. Al menos eso nos han dicho hasta ahora.

Pero lejos de suponer que los cambios van en función de fortalecer las relaciones diplomáticas tradicionales entre ambos países, estos llevan la misión de hacer un trabajo mucho más comunicacional que político.

¿Quiénes van?
Los cambios que propone el gobierno mexicano van en dos sentidos. El primero de ellos parece un cambio con consecuencias políticas mientras que el segundo busca reforzar entre un segmento muy definido de la población estadounidense, la percepción de que el mexicano no es como lo pinta Trump y México no es ese gigoló que se ha aprovechado de Estados Unidos.

El primer cambio lo encabeza Carlos Sada, quien hasta hace tres semanas era cónsul en Los Ángeles (lo ha sido en Chicago y Nueva York, lo que habla de una gran experiencia –­burocrática, pero experiencia al fin–, como autoridad diplomática en aquél país). Él sustituye a Miguel Basáñez como embajador de México en Estados Unidos y ahora le toca la nada sencilla tarea de cabildear y suavizar políticamente los temas sobre México; algo nada fácil, sobre todo cuando en el congreso norteamericano (de mayoría republicana), tienen su propia versión –en parte atizada por Trump–, de lo que nuestro país significa actualmente para Estados Unidos.

Relaciones Públicas
El segundo cambio –Paulo Carreño King como subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte (bloque que comprende Canadá, Estados Unidos y Cuba)–, responde más a una estrategia de relaciones públicas que a tácticas diplomáticas, algo que cualquiera puede inferir dado que Carreño King nunca ha estado en la diplomacia ni es experto –en absoluto–, en relaciones bilaterales, políticas de gobierno o derecho internacional; su campo de expertise siempre ha sido el manejo de crisis, comunicación política y relaciones públicas, desde que se formó como parte del staff de Burson Marsteller, hace ya un par de décadas.

A Carreño King lo invitaron a trabajar en el gobierno de Peña Nieto, para manejar prensa extranjera y un área de nueva creación que consiste en promover la imagen de México ante el mundo (Marca-País), por lo que la decisión de nombrarlo en la posición más importante dentro de las Subsecretarías de Relaciones Exteriores responde, como todo parece indicar, a fortalecer la imagen de México en Estados Unidos (ya que honestamente, ni Canadá ni Cuba han importado mucho, sobre todo en años recientes). Los golpes de realidad han hecho caer a este gobierno en la cuenta de que observarse sólo el ombligo no es una solución.

¿Qué queda por reposicionar?
Ahora bien, ¿qué tan cierto es que la perorata de Trump sobre México y los mexicanos hará (o ya está haciendo) que el norteamericano republicano al que este candidato se dirige, tenga una imagen infame de nuestro país y de nuestros paisanos? ¿Será que se está dirigiendo (además), a un volumen de estadounidenses amplio y de gran peso electoral? Creo que no.

El asunto, como se ve, es el desarrollo de una estrategia de comunicación que permita rescatar –en lo posible–, la imagen misma del propio presidente y su gobierno; imagen que nunca pudo levantar en lo que va del actual régimen, no sólo por los casos propios de descrédito internacional (como Ayotzinapa), sino porque esta administración no ha sabido cómo llevar una relación con Estados Unidos que implique un bilateralismo real de cooperación y no una relación de autoelogios que poco le ha servido a México y que tan molesto ha tenido al gobierno del presidente Barack Obama.

Esta estrategia implica un nuevo planteamiento ante la prensa internacional, sobre todo la de ese país, una nueva propuesta de relaciones en las que no se culpe a los medios internacionales de la mala imagen del presidente y que les den permiso de hacer mejor su trabajo sin la cerrazón del boletín o el querer darle la vuelta a lo contundente. Una ruta en la que la prensa extranjera (en general), no sea vista como parte del problema sino como apoyo.

Pocas cosas reflejan mejor la visión “doméstica” que este régimen tiene de la política exterior –principalmente con Estados Unidos– que el haber pretendido crear un grupo desde el gobierno que hiciera proselitismo en contra de Trump. Esto lo dejó muy claro Biden en su última visita a México. Estos cambios intentarán corregir el exabrupto.
Hasta el próximo mes.

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