abril 03, 2015

Servicio al Cliente

(Publicado en la Revista Merca2.0 en su número de abril de 2015)


Por Manuel Moreno Rebolledo

No hay campaña de relaciones públicas que sostenga un mal servicio.

Decía Sam Walton, fundador de Wal Mart y Sam’s Club, que el objetivo como empresa no es tener solamente el mejor servicio al cliente, sino que éste sea legendario.

Una de las aplicaciones de la teoría de la Disonancia Cognoscitiva que en 1957 formulara León Festinger, nos ha servido a los comunicólogos para la ejecución y el análisis de los mensajes que emitimos o que otros producen para la comunicación de marcas.

Dicha teoría reconoce un conflicto cuando, por ejemplo, la información que tenemos como acervo individual (sistema de creencias, ideas aprendidas, percepciones basadas en experiencias personales o preconcepciones), se enfrenta a un mensaje o serie de mensajes que contradicen este conjunto de percepciones y que van en sentido contrario de estos.

Esta situación crea una fuerte tensión dada la desarmonía que se establece entre el mensaje que intenta penetrar en forma de pensamiento consciente y el conjunto de creencias que tenemos y que externamos también de esa forma.

El poder de culpar a alguien

La idea principal de esta teoría podría resumirse así: cuando se dan a la vez cogniciones o conocimientos que no encajan entre sí por alguna causa (disonancia), automáticamente la persona se esfuerza por lograr que éstas encajen de alguna manera (reducción de la disonancia); luego entonces, el mensaje que menor disonancia genere, será el que mejor penetre y cumpla su cometido.

El mensaje que IZZI emitió durante 2014 en su campaña de lanzamiento –apostándole todo a la soberbia que da el poder de la imagen y menospreciando tanto el contexto como la inteligencia del usuario– y que trató de permear a usuarios potenciales (sobre todo aquellos desencantados con el servicio de Telmex), se centraba en la premisa de la personalización de un culpable: Carlos; confiados en que la reputación tecnológica del holding de esta nueva marca precedería cualquier confrontación con la realidad, generando la posibilidad de un mensaje sin asomo de disonancia.

Sin embargo, la ilusión se mantiene hasta que la realidad la toma de la mano.

Otra vez el servicio

No pasó mucho tiempo antes de que un gran número de posibles nuevos usuarios –afectados desde luego por el pobre servicio que, sobre todo en internet, ofrece Telmex–, se dieran cuenta que su opción debía de considerar un cambio también en su servicio de televisión de paga y en su servicio de telefonía fija (servicio, este último, al que no le quedan muchos años de vida). Hasta ahí, ese pudo haber sido el mejor de los escenarios.

No obstante, la noche cayó cuando muchos de esos ahora nuevos usuarios –aquellos a quienes se les prometió un servicio único y con el mejor de los tratos (aquellos que decidieron dejar a Carlos)–, fueron quienes comenzaron a quejarse del servicio, de la deficiencia técnica y de la falta de soluciones de quienes se supone están para atender.

Después de ver muchas quejas entre las personas que sigo en diferentes redes sociales sobre el servicio que proporciona IZZI, personalmente me di a la tarea de solicitar el servicio completo con el objeto de corroborar esas quejas.

El desencanto

Debo confesar que no llegué a experimentar el servicio ya instalado porque desde la misma instalación me encontré con todas las posibles respuestas “no” que jamás he escuchado en un proveedor.

Resulta que el técnico no sólo no llegó bien preparado sino que quiso hacer nuevos huecos en las paredes además de los que ya existían para ese propósito. Cuando le pregunté sobre el alcance de su red inalámbrica me dijo que no sabía, que por eso recomendaba instalar el módem exactamente en el lugar donde se fuera a utilizar internet porque no garantizaba su alcance.

Quiero suponer que IZZI nunca preparó a su técnico en aspectos de movilidad, pues cualquier usuario que se preste de ser nómada en su propia casa, sabe que necesita un grado de alcance mínimo.

Todos estos ingredientes hacen que una campaña enfocada en golpear al contrario para buscar recoger las migas que suelta en el golpe y que por razones evidentes no tuvo la supervisión para que la promesa se cumpliera (o más grave aún, que no intentaran una campaña de Relaciones Públicas internas que motivara y capacitara al personal para cumplir la promesa antes de lanzar la campaña al público en general), no sólo se pierda en el olvido sino que, al ser tan disonante con la realidad, tenga un efecto contraproducente.

Para este propósito, las palabras de Peter Drucker parecen hechas a la medida: “Lo más importante respecto de cualquier empresa, es que los resultados no están en el interior de sus paredes. El resultado de un buen negocio es un cliente satisfecho”.

Hasta el próximo mes.


Los invito a seguirme en Facebook o por Twitter: @ManuelMR.

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