Cuando en 2005 la revista Forbes publicó el nombre de Fidel Castro
como uno de los hombres más ricos del mundo –diciendo que tenía una fortuna con
un valor de 550 millones de dólares– y, después en 2006, cuando en su artículo
“Fortunas de Reyes, Reinas y Dictadores” lo puso nuevamente –ahora en el
séptimo lugar de esa lista– con una fortuna de 900 millones de dólares, no sólo
despertó la suspicacia de quienes se preguntaron cómo obtuvieron esos datos
(sin contar, claro, a aquellos que creen a pie juntillas todo lo que la prensa
de Estados Unidos dice de este personaje), sino que, al decir que “el cálculo
era más un arte que una ciencia” y que habían utilizado una metodología sobre
la base del flujo de efectivo de algunas de las empresas estatales de Cuba,
“asumiendo que una parte iba directamente a Castro”, comenzaron a sentar las
bases para su descrédito, no sólo incumpliendo con esto varias de las nueve
reglas elementales del periodismo (de las que se habla en el
libro “Los elementos del periodismo”, escrito en 1997 por Bill Kovach y Tom
Rosenstiel y que ya ha sido referido en este blog), sino dejando en evidencia una praxis muy poco seria de lo que es el
periodismo de investigación.
Fundada en 1917 por Bertie Charles Forbes, columnista financiero de
los periódicos de W. Randolph Hearst (retratado éste por Orson Welles en “El
Ciudadano Kane”) y ubicada en el corazón de Manhattan –en la Quinta Avenida–,
Forbes es una publicación especializada en negocios que basa su gran volumen de
ventas, entre otras cosas, en la publicación de su lista de los estadounidenses
más ricos (Forbes 400) y en su lista de multimillonarios, haciendo patente que
en materia de aspiraciones, los norteamericanos siguen creyendo como religión
en el “American Dream”, coherentes con el lema de la revista “La Herramienta
del Capitalismo”.
El mes pasado, al publicar su nueva lista, Forbes volvió a incurrir en
la necedad de hace un año de ubicar al narcotraficante Joaquín Guzmán Loera
(alias El Chapo), en el lugar número 1153 de los hombres más ricos del mundo
(el año pasado lo ubicó en el 701, como si el narcotráfico hubiera dado menos
ganancias), empatado con el empresario Alfredo Harp. Nuevamente, cuando le
preguntaron a la editora Luisa Kroll –un poco antes de que la revista emitiera
un boletín señalando que ya no aceptaría entrevistas ni haría más declaraciones
sobre cómo obtuvo su lista–, sobre el método para averiguar la fortuna de un
personaje totalmente fuera de ley, dijo que “no obstante ser un personaje
oscuro, la verdad es que está siendo muy exitoso en su negocio (…) y si bien
hay muchos criminales de cuello blanco, El Chapo es el único que tiene un
precio a su cabeza”, como si eso fuera suficiente como para dar una cifra tan
exacta como los mil millones de dólares que dicen alcanza.
Ahora bien, independientemente de que El Chapo tenga eso, o más, o
menos, los editores de Forbes llegaron a la cifra de mil millones, aduciendo
que el narcotráfico mexicano lavó en Estados Unidos entre 18 y 35 mil millones
de dólares (si lo lavaron allá, ¿dónde y cómo?, me pregunto; ¿no sería más
benéfico para todo el mundo, incluido su país, si dijeran cómo obtuvieron ese
dato?), y que si El Chapo es dueño del 20% de ese mercado (sic), resulta justo
decir que tiene unos mil millones de dólares (¿?).
Desafortunadamente para el gobierno mexicano, esta lista se presenta
en tiempos electorales en ambos países; justo en el momento en que las críticas
al gobierno de Obama sobre la parcialidad de un Estado fallido en nuestro país
(de acuerdo con la definición de Noam Chomsky que toma como base al “Leviatán”
de Thomas Hobbes), aumentan. Esta coincidencia haría suponer que dicha
publicación forma parte de esa campaña contra México –y aunque en el caso de
Castro a todas luces sí se trató de una campaña del gobierno de Bush en contra del
régimen cubano–, la inclusión reincidente de un narcotraficante mexicano en la
nueva lista parece deberse más a la estupidez supina de unos editores que ven
al periodismo más como un negocio que como un oficio que debiera ser, ante
todo, la suma de todos los valores éticos de una sociedad.
En el libro cuarto de las
Analogías, Confucio nos deja una enseñanza sobre los valores éticos, que
debemos utilizar tanto en el periodismo como en cualquier tipo de trabajo de
relaciones públicas que pretendamos: “La mente del hombre superior valora la
honradez; la mente del hombre inferior, valora el beneficio”.