De acuerdo con el libro “Los elementos del periodismo”, escrito en
1997 por Bill Kovach y Tom Rosenstiel, son nueve los fundamentos que un
periodista debe tener con el objeto de cumplir bien con su deber y proveer a la
gente con la información necesaria para ejercer su libre albedrío. Estos
elementos son: 1) La primera obligación del periodismo es con la verdad; 2) Su
lealtad debe ser con la ciudadanía; 3) Su esencia es la disciplina por
verificar; 4) Quienes lo ejercen deben mantenerse independientes de quienes
cubren; 5) Debe servir como un monitor independiente del poder; 6) Debe servir
como foro para la crítica pública y comprometerse; 7) Debe esforzarse para
hacer de lo importante algo interesante y relevante; 8) Debe mantener las
noticias completas y proporcionales; y 9) Quienes lo ejercen, deben permitir el
ejercicio de su conciencia personal.
La relación
El periodismo como gestor de opinión pública es parte fundamental de
cualquier programa de relaciones públicas y, aunque la mayoría de agencias sólo
acuden a la crónica social como único acercamiento a esta disciplina para
justificar que una determinada reputación se está creando, es indispensable que
preparen cuadros para coyunturas como la que estamos viviendo en estos días
previos al primero de julio. Me refiero a la política.
Es cierto que no se requiere de una agencia de relaciones públicas
para generar puentes entre medios informativos ni emitir los boletines de
prensa de los candidatos en campaña; eso ya lo tienen sus equipos internos y lo
hacen en cierta forma bien.
El asunto es que parece ser que en ninguna de las casas de campaña
existe una línea editorial que defina la estrategia de gestión de opinión que
se tendría que llevar respetando, desde luego, los preceptos que dan inicio a
este artículo.
La movilidad de una campaña
Es innegable que el mensaje que debe tener un candidato durante su
campaña (y por consiguiente la línea editorial que debe difundir), debe tener
la movilidad propia que determinan diferentes factores como su estrategia
general de posicionamiento, su lugar en las encuestas, su respuesta a posibles
ataques –rivales y no rivales–, y su respuesta a problemas que van viendo en el
día a día de la campaña en el conocimiento (o reconocimiento), que van haciendo
del país que pretenden gobernar.
Sin embargo, en estricto sentido, el mensaje original (o cuando menos
su esencia), debiera permanecer incólume no obstante los golpes de timón o los
cambios de estrategia política que surjan en el camino. Sería muy triste pensar
que una propuesta original –que después alguien sintetizó en el qué decir
siempre–, y que fue el sustento que llevó a un candidato a serlo, tenga
variaciones tales que lo hagan perderse en el camino.
Al día de hoy
Hasta ahora –y dejando de lado las anodinas campañas de televisión y
radio que hemos visto (habrá un solo spot que se salve)–, lo que escuchamos en
las noticias y leemos en los periódicos nos deja inermes ante el inminente
ejercicio del voto. Es decir, nada de lo que escuchamos y vemos en los
noticiarios o leemos en los diarios (salvo, claro, los artículos de opinión),
nos dan una buena razón a ese veintitantos por ciento de indecisos, de votar
por alguien –si es que ese fuera nuestro deseo–.
Si esta campaña la ubicáramos en los años 70, el trabajo de los
asesores de imagen y propagandistas (me rehúso a utilizar el término
mercadólogos políticos pues es un contrasentido), hubiera sido hasta ahora
pulcro. Pero esos tiempos ya se fueron.
Hay un desaprovechamiento increíble de las nuevas tecnologías para
llevar un mensaje conciso, concreto, convincente y creíble; todo ha sido, al
día de hoy, una guerra de clientelas para desacreditarse el uno al otro.
El resultado parece inminente
De seguir como estamos, para desgracia de muchos (me incluyo), esa
falta de contundencia en la transmisión de un mensaje clave que genere
conciencia y por lo tanto mueva a acción (si no, para qué sirve), las cosas van
a seguir exactamente igual que ahora –o peor–, sólo que con otro partido político
en el poder.
Hay muchos y muy buenos periodistas en México (la gran mayoría de
ellos también muy respetables); lo que no hay en nuestro país, son expertos en
estrategia editorial de campaña. De hecho, a veces ni se les encuentra en el
famoso “Cuarto de Guerra” porque los coordinadores de campaña no tienen idea de
la función que en beneficio de su candidato pueden representar.
El legendario político vasco (miembro fundador del PSOE), Enrique
Múgica, decía que la democracia no es el silencio sino la claridad con que se
exponen los problemas y los medios para resolverlos. Hasta ahora, de nada de
eso nos hemos enterado aquí.