mayo 30, 2012

Información Electoral

De acuerdo con el libro “Los elementos del periodismo”, escrito en 1997 por Bill Kovach y Tom Rosenstiel, son nueve los fundamentos que un periodista debe tener con el objeto de cumplir bien con su deber y proveer a la gente con la información necesaria para ejercer su libre albedrío. Estos elementos son: 1) La primera obligación del periodismo es con la verdad; 2) Su lealtad debe ser con la ciudadanía; 3) Su esencia es la disciplina por verificar; 4) Quienes lo ejercen deben mantenerse independientes de quienes cubren; 5) Debe servir como un monitor independiente del poder; 6) Debe servir como foro para la crítica pública y comprometerse; 7) Debe esforzarse para hacer de lo importante algo interesante y relevante; 8) Debe mantener las noticias completas y proporcionales; y 9) Quienes lo ejercen, deben permitir el ejercicio de su conciencia personal.

La relación
El periodismo como gestor de opinión pública es parte fundamental de cualquier programa de relaciones públicas y, aunque la mayoría de agencias sólo acuden a la crónica social como único acercamiento a esta disciplina para justificar que una determinada reputación se está creando, es indispensable que preparen cuadros para coyunturas como la que estamos viviendo en estos días previos al primero de julio. Me refiero a la política.

Es cierto que no se requiere de una agencia de relaciones públicas para generar puentes entre medios informativos ni emitir los boletines de prensa de los candidatos en campaña; eso ya lo tienen sus equipos internos y lo hacen en cierta forma bien.

El asunto es que parece ser que en ninguna de las casas de campaña existe una línea editorial que defina la estrategia de gestión de opinión que se tendría que llevar respetando, desde luego, los preceptos que dan inicio a este artículo.

La movilidad de una campaña
Es innegable que el mensaje que debe tener un candidato durante su campaña (y por consiguiente la línea editorial que debe difundir), debe tener la movilidad propia que determinan diferentes factores como su estrategia general de posicionamiento, su lugar en las encuestas, su respuesta a posibles ataques –rivales y no rivales–, y su respuesta a problemas que van viendo en el día a día de la campaña en el conocimiento (o reconocimiento), que van haciendo del país que pretenden gobernar.

Sin embargo, en estricto sentido, el mensaje original (o cuando menos su esencia), debiera permanecer incólume no obstante los golpes de timón o los cambios de estrategia política que surjan en el camino. Sería muy triste pensar que una propuesta original –que después alguien sintetizó en el qué decir siempre–, y que fue el sustento que llevó a un candidato a serlo, tenga variaciones tales que lo hagan perderse en el camino.

Al día de hoy
Hasta ahora –y dejando de lado las anodinas campañas de televisión y radio que hemos visto (habrá un solo spot que se salve)–, lo que escuchamos en las noticias y leemos en los periódicos nos deja inermes ante el inminente ejercicio del voto. Es decir, nada de lo que escuchamos y vemos en los noticiarios o leemos en los diarios (salvo, claro, los artículos de opinión), nos dan una buena razón a ese veintitantos por ciento de indecisos, de votar por alguien –si es que ese fuera nuestro deseo–.

Si esta campaña la ubicáramos en los años 70, el trabajo de los asesores de imagen y propagandistas (me rehúso a utilizar el término mercadólogos políticos pues es un contrasentido), hubiera sido hasta ahora pulcro. Pero esos tiempos ya se fueron.

Hay un desaprovechamiento increíble de las nuevas tecnologías para llevar un mensaje conciso, concreto, convincente y creíble; todo ha sido, al día de hoy, una guerra de clientelas para desacreditarse el uno al otro.

El resultado parece inminente
De seguir como estamos, para desgracia de muchos (me incluyo), esa falta de contundencia en la transmisión de un mensaje clave que genere conciencia y por lo tanto mueva a acción (si no, para qué sirve), las cosas van a seguir exactamente igual que ahora –o peor–, sólo que con otro partido político en el poder.

Hay muchos y muy buenos periodistas en México (la gran mayoría de ellos también muy respetables); lo que no hay en nuestro país, son expertos en estrategia editorial de campaña. De hecho, a veces ni se les encuentra en el famoso “Cuarto de Guerra” porque los coordinadores de campaña no tienen idea de la función que en beneficio de su candidato pueden representar.

El legendario político vasco (miembro fundador del PSOE), Enrique Múgica, decía que la democracia no es el silencio sino la claridad con que se exponen los problemas y los medios para resolverlos. Hasta ahora, de nada de eso nos hemos enterado aquí.

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