Aunque se
ha propuesto que la semiótica sea el contenedor de todos los estudios derivados
del análisis de los signos, sea cual fuere su origen (escrito u oral, humano o
natural), su división en tres ramas la hace más comprensible: Semántica, que se refiere a la relación
entre los signos y las cosas a las cuales éstos se refieren (su denotación); Síntesis, que se refiere a la relación
de los signos como estructuras formales; y Pragmática,
que se refiere a la relación existente entre los signos y sus efectos en
aquellos (individuos o grupos) que los usan.
La semiosis,
que es lo que estudia la semiótica, es el proceso que se desarrolla en la mente
del intérprete; se inicia con la percepción del signo y finaliza con la
presencia en su mente del objeto del signo.
Un hecho sin precedente
Esto se
menciona porque –hace poco menos de un mes–, se presentó en Ciudad
Universitaria una colección de libros que, para la profesión que ejercemos, se
vuelve única. Se llama Los Mexicanos
Vistos por sí Mismos y consta de 26 libros que son el fruto de 25 encuestas
realizadas en todo el país sobre lo que en México pensamos de la vida, la
economía, la política, la sociedad en este momento, y lo que pensamos será
nuestro futuro.
Estos
volúmenes son el resultado del esfuerzo de 93 investigadores y 21 centros de
investigación e institutos de la UNAM. Todo el trabajo fue radicado por el
Instituto de Investigaciones Jurídicas. Los expertos en cada tema diseñaron las
preguntas e hicieron un ensayo muy sencillo sobre los resultados. Es la primera
vez que puedo presenciar un esfuerzo similar, tomando como base la
investigación y sin que medie esa interpretación poética tan esencial de
nosotros mismos que seguramente todos leímos en El Laberinto de la Soledad y que, en gran parte, es un retrato
obsoleto.
El retrato
Hay una
salvedad que pudo haber influido en algunas de las percepciones al momento de
las encuestas: esta tarea se hizo hace exactamente un año cuando los hechos de
Ayotzinapa aún estaban demasiado frescos como para ser digeridos.
Sin
embargo (y a decir de quienes ya han tenido la oportunidad de revisar este
trabajo en toda su extensión), si algún rasgo cultural ha cambiado del mexicano
es que se fueron los estereotipos que nos hacían mirarnos como un ombligo lleno
de pelusas: los machos, parranderos, jugadores y ladinos al parecer, ante
nosotros mismos, han quedado atrás. Ahora el mexicano percibe como su principal
característica el ser trabajador y como segunda el orgullo.
Otro
asunto a ser tomado en cuenta es que, además de temas como el empleo, la
educación y la seguridad, la corrupción forma ahora parte de las preocupaciones
más constantes.
Los valores
Julia
Isabel Flores –quien coordinó este esfuerzo–, comenta en su escrito preliminar que
las tres palabras más asociadas al vocablo ¨México” son “país”, “cultura” y
“corrupción”. Ya después siguen otros que lo asocian con “orgullo”, “tradición”
e “inseguridad”. Tanto “corrupción” como “inseguridad”, son términos poco
halagüeños para ser vinculados al nombre del país.
Es cosa de
asomarse a las redes sociales para darse cuenta de los desencuentros que los
diferentes temas de la agenda nacional provocan. Una dualidad que califica y
descalifica a la menor provocación. En un diván de analista, no faltaría quien
calificara a México de bipolar.
Posibilidades
Muy
parecido a lo anterior provoca la percepción del gentilicio. Las primeras
asociaciones que se perciben con el término “mexicano” son “trabajador” y
“orgullo”, y van aparejadas de “honesto”, “leal”, “responsable” y
“comprometido”, que alejan aquellos viejos epítetos que no nos bajaban de
zánganos, conformistas e ignorantes. Sin embargo, esta nueva percepción
positiva se combina, dualmente, con términos como “corrupto”, “transa”, “gandalla”,
“maldad” que surgen, a decir de Julia Isabel Flores, con el crecimiento de la
delincuencia en el país.
Para
quienes nos dedicamos a comunicar ya sea a través de estrategias de
recuperación o construcción de reputaciones; o a través de comunicar
propiedades de un producto, marca o servicio a través de publicidad y
promociones, o de desarrollar diseños que hagan evocar y percibir que estamos
creando una comunicación sintonizada, conocer estos libros no sólo será un gran
descubrimiento. Será sin duda la “piedra de toque” que no sólo dignifique sino
profesionalice de nuevo la comunicación comercial del país. Una oportunidad que
ya parecía perdida.
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