Mucho y muchos han escrito sobre la falibilidad del Estado mexicano. Muchos han caído en el calificativo sin detenerse a analizar si éste cae dentro de lo descrito como tal en su totalidad o es un Estado parcialmente fallido, me explico.
Siempre es útil tener a los clásicos en mente y empezar por ellos. Thomas Hobbes, escribió en su "Leviatán" (1651) que la función central e insustituible de las estructuras políticas es impedir el retorno al "Estado de naturaleza", que no es otra cosa que el regreso a la guerra de todos contra todos, donde ya no tiene sentido el valor de la justicia y sí en cambio el cómo superar el miedo y sobrevivir. La tarea central del Estado es entonces garantizar la vida y los bienes de sus súbditos (hay que recordar que Hobbes escribió esto a los 21 años del reinado de Carlos II en Inglaterra). Si la autoridad, decía Hobbes, incumple esta responsabilidad, entonces será una autoridad inútil, fallida e ilegítima.
Para Noam Chomsky (quien, les aseguro, no estaba pensando en México cuando hizo esta descripción), el término "Estado fallido" se popularizó por su uso en Estados Unidos a partir de los 90's. Bastaba con que el gobierno de Estados Unidos dijera que un Estado era fallido para considerar que el país en cuestión era incapaz de ejercer su soberanía y marcarlo como un "país problema" (Somalia, Afganistán), con todos los requisitos para ser justificadamente invadido. Chomsky acepta, de acuerdo con esta experiencia, que no hay una manera "formal" de declarar un Estado fallido pero propone dos indicadores: el primero, el predominio de un claro desdén por las normas legales internas e internacionales y, segundo, la falta de capacidad o voluntad de la autoridad para proteger a los ciudadanos de la violencia y la destrucción.
Adicionalmente, la fundación "The Fund for Peace" avecindada en Washington, propuso 12 indicadores (4 sociales, 2 económicos y 6 políticos) y elaboró una lista de 177 países asignándoles una calificación de más a menos Estados fallidos, siendo Somalia el número 1 y México (al menos hasta la fecha en que fue calificado) el 105. Los doce indicadores son:
Los 4 sociales:
- Presiones derivadas de la sobrepoblación
- Movimientos masivos de refugiados o desplazamiento interno de personas creando emergencias humanitarias complejas.
- Tradición de búsqueda de venganza entre grupos agraviados o paranoia colectiva.
- "Fuga de Cerebros" crónica y sostenida.
Los 2 económicos:
- Desarrollo económico desigual entre sectores de la población.
- Disminución económica sostenida y seria entre toda la población.
Los 6 políticos:
- Criminalización y deslegitimación del Estado (prevalece la corrupción).
- Deterioro progresivo de los servicios públicos (salud, educación, etc.)
- Suspensión o aplicación arbitraria de la ley y violación de los derechos humanos.
- Aparatos de seguridad o paramilitares que operan como un Estado dentro del Estado.
- Crecimiento de elites facciosas.
- Intervención de otros Estados o actores políticos externos al ámbito nacional.
Como se puede observar, en estricto sentido no todos los parámetros aplican, aun y cuando sea un hecho que de seguir así, poco a poco iremos reuniendo los requisitos que faltan.
Sin embargo todo tiene una explicación. Ser un Estado casi fallido se facilita cuando el Estado ha tenido, de 1929 a la fecha, gobiernos conniventes con la delincuencia.
Llegar a un Estado que no está –como nos dice Thomas Hobbs– garantizando ni la vida ni los bienes de su población, no es sólo culpa de las estupideces del presente, sino de las atrocidades del pasado. Una base de corrupción construida a lo largo de los últimos 70 años del siglo pasado y una base de represión homicida –sólo semejante a las dictaduras sudamericanas de los 60’s y 70’s–, creadas por un Estado ajeno y contrario a las demandas sociales de cambio y democratización, nos han llevado a lo que hoy vivimos.
Todos los Estados bien gobernados –decía Maquiavelo en El Príncipe–, y todos los príncipes inteligentes, han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación ni al pueblo al descontento.
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