octubre 25, 2011

Granados Chapa

No queda más que la tristeza para describir cómo las ausencias se incrementan y aumentan además la manera de percibir nuestra fragilidad como seres humanos. Siempre tendemos a pensar que quienes más nos han aportado podrían permanecer con nosotros indefinidamente también en lo físico aunque sepamos que su obra queda y seguirá vigente.

Lo recuerdo en la vieja Facultad.

Quienes tuvimos el privilegio de tenerlo como maestro (junto con un grupo de mentores memorables entre los que destacaban Julio Scherer, Pablo González Casanova, Susana González Reyna, Ángeles Mastretta, Silvia Molina, Sergio Colmenero, Fátima Fernández Christlieb, Froylán López Narváez, entre otros que dejo de recordar más por olvido que por omisión), lo veíamos venir siempre cargando papeles, muchos papeles, como un viejo capitán que llevaba los múltiples mapas que nos conducirían a una tierra a lo mejor no tan segura pero firme al fin y al cabo.

Recuerdo que sin burla pero con escepticismo, se rió un poco de mí cuando, en 1977, le dije que me contratarían para hacer periodismo en radio. –Eso todavía no existe–, me dijo casi disculpándose y no sin justificada razón. En la segunda mitad de la década de los setentas, justo después de que la intransigencia del viejo régimen encarnada en Luis Echeverría había acabado con el único periodismo independiente del país (el Excélsior de Scherer del que él formaba parte muy importante), la radio no ejercía un periodismo de análisis, de comentario. Se limitaba únicamente a transmitir información –la mayor de las veces, sólo la información que el gobierno nos permitía emitir–, y los espacios noticiosos de la radio estaban tan marginados que era una verdadera hazaña, por ejemplo, tan sólo el hecho de comercializarlos. Nada que ver con lo que ahora, por derecho, se transmite. Ya hubiéramos querido ejercer entonces ese derecho que hoy tenemos y que a muchos se les olvida fácilmente la razón por la que no lo teníamos.

Nunca trabajé con Granados Chapa, seguramente hubiera sido una experiencia muy interesante. Haberlo tenido como docente, sin embargo, fue muy enriquecedor en muchos aspectos.

Nos enseñó que el periodismo no sólo está lleno de anécdotas y frases. Que sí debe conformarse como un auténtico “cuarto poder” exactamente en los términos en los que el autor de esta expresión, Edmund Burke, aludía a la prensa británica y la gran influencia que tenía en los años previos a la Revolución Francesa (de la cual él se hizo partidario más tarde no obstante su nacionalidad inglesa).

Burke decía que la prensa era ya un poder independiente a los otros tres (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), porque no se limitaba a reflejar la opinión pública en la que toda democracia debe estar fundamentada, sino que, al valorar por sí misma (y acomodar en ese orden de valoración en los diarios) cuál es la información más importante que el público debe leer y además opinar sobre esta información, estaba influyendo en forma determinante en el pensamiento y decisión de la población lectora (que creció sustancialmente debido justamente a los diarios y gacetas).

Tres fueron los legados más importantes que, desde la cátedra nos dejó:

El primero fue el riguroso manejo del idioma y el estilo que debe caracterizar a cualquier periodista. Su precisión al momento de escribir representa para todos quienes nos dedicamos a esta profesión un compromiso para seguirnos esmerando hasta alcanzar el mayor conocimiento posible del idioma que, día a día expresamos y que es herramienta fundamental para nuestra forma de vida. No es suficiente con tener la suficiente inteligencia para hacer un análisis coherente e informado del acontecer cotidiano; para que éste resulte efectivo y, sobre todo, comunique, requiere de un manejo adecuado del lenguaje. No en balde fue el primer periodista en ingresar como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
El segundo, es el rigor de su análisis. ¿Qué quiere decir esto? Sin más, la indagación que todo periodista debe tener en su haber casi como forma de vida. No hay conocimiento abundante sino lo que abunda es la ignorancia. Hay que ganarle a esta para poder tener todos los elementos posibles que hagan un análisis adecuado, objetivo pero sobre todo, ecuánime.
El tercer legado (que al menos yo recuerdo), es la congruencia profesional. Fue inflexible con el poder político aun a costa del cierre de su fuente de trabajo o la presión por publicar o no una nota e, incluso, de muchas amenazas que pusieron en riesgo su vida. Hasta la entrega de su última colaboración en el periódico “Reforma”, la avaló y legitimó.
El Barón de Laune (Robert Jacques Turgot), político francés del siglo XVI, escribió en 1750, en su “Cuadro Filosófico de los Progresos Sucesivos del Espíritu Humano”, algo muy sencillo que ejemplifica lo que dejó en mí Granados Chapa en nuestra coincidencia por la Universidad Nacional: “El principio de la educación, es predicar con el ejemplo”.

P.S. Los invito a escucharme todos los jueves de 19:00 a 21:00 hrs., (hora del centro de México), en mi programa de radio “Memorabilia” por www.radiocalania.com.

octubre 10, 2011

Estado Fallido


Mucho y muchos han escrito sobre la falibilidad del Estado mexicano. Muchos han caído en el calificativo sin detenerse a analizar si éste cae dentro de lo descrito como tal en su totalidad o es un Estado parcialmente fallido, me explico.

Siempre es útil tener a los clásicos en mente y empezar por ellos. Thomas Hobbes, escribió en su "Leviatán" (1651) que la función central e insustituible de las estructuras políticas es impedir el retorno al "Estado de naturaleza", que no es otra cosa que el regreso a la guerra de todos contra todos, donde ya no tiene sentido el valor de la justicia y sí en cambio el cómo superar el miedo y sobrevivir. La tarea central del Estado es entonces garantizar la vida y los bienes de sus súbditos (hay que recordar que Hobbes escribió esto a los 21 años del reinado de Carlos II en Inglaterra). Si la autoridad, decía Hobbes, incumple esta responsabilidad, entonces será una autoridad inútil, fallida e ilegítima.

Para Noam Chomsky (quien, les aseguro, no estaba pensando en México cuando hizo esta descripción), el término "Estado fallido" se popularizó por su uso en Estados Unidos a partir de los 90's. Bastaba con que el gobierno de Estados Unidos dijera que un Estado era fallido para considerar que el país en cuestión era incapaz de ejercer su soberanía y marcarlo como un "país problema" (Somalia, Afganistán), con todos los requisitos para ser justificadamente invadido. Chomsky acepta, de acuerdo con esta experiencia, que no hay una manera "formal" de declarar un Estado fallido pero propone dos indicadores: el primero, el predominio de un claro desdén por las normas legales internas e internacionales y, segundo, la falta de capacidad o voluntad de la autoridad para proteger a los ciudadanos de la violencia y la destrucción.

Adicionalmente, la fundación "The Fund for Peace" avecindada en Washington, propuso 12 indicadores (4 sociales, 2 económicos y 6 políticos) y elaboró una lista de 177 países asignándoles una calificación de más a menos Estados fallidos, siendo Somalia el número 1 y México (al menos hasta la fecha en que fue calificado) el 105. Los doce indicadores son:

Los 4 sociales:
- Presiones derivadas de la sobrepoblación
- Movimientos masivos de refugiados o desplazamiento interno de personas creando emergencias humanitarias complejas.
- Tradición de búsqueda de venganza entre grupos agraviados o paranoia colectiva.
- "Fuga de Cerebros" crónica y sostenida.

Los 2 económicos:
- Desarrollo económico desigual entre sectores de la población.
- Disminución económica sostenida y seria entre toda la población.

Los 6 políticos:
- Criminalización y deslegitimación del Estado (prevalece la corrupción).
- Deterioro progresivo de los servicios públicos (salud, educación, etc.)
- Suspensión o aplicación arbitraria de la ley y violación de los derechos humanos.
- Aparatos de seguridad o paramilitares que operan como un Estado dentro del Estado.
- Crecimiento de elites facciosas.
- Intervención de otros Estados o actores políticos externos al ámbito nacional.

Como se puede observar, en estricto sentido no todos los parámetros aplican, aun y cuando sea un hecho que de seguir así, poco a poco iremos reuniendo los requisitos que faltan.

Sin embargo todo tiene una explicación. Ser un Estado casi fallido se facilita cuando el Estado ha tenido, de 1929 a la fecha, gobiernos conniventes con la delincuencia.

Llegar a un Estado que no está –como nos dice Thomas Hobbs– garantizando ni la vida ni los bienes de su población, no es sólo culpa de las estupideces del presente, sino de las atrocidades del pasado. Una base de corrupción construida a lo largo de los últimos 70 años del siglo pasado y una base de represión homicida –sólo semejante a las dictaduras sudamericanas de los 60’s y 70’s–, creadas por un Estado ajeno y contrario a las demandas sociales de cambio y democratización, nos han llevado a lo que hoy vivimos.

Todos los Estados bien gobernados –decía Maquiavelo en El Príncipe–, y todos los príncipes inteligentes, han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación ni al pueblo al descontento.

octubre 03, 2011

Galimatías

La enfermedad del ignorante es ignorar sus propia ignorancia, decía el escritor y pedagogo estadounidense, Amos Bronson Alcott.

Amén del incremento de la violencia en diferentes ciudades del país en las últimas semanas (lo más sonado por cruento y porque dejó salir a flote toda la podredumbre de la clase política en Monterrey, fue sin duda el caso del Casino Royale), el Estado mexicano parece no sólo estar ausente de una voz que confiera coherencia –por no decir de una estrategia que la tenga–, al caos de declaraciones sin vocero y voceros autoerigidos opinando sobre el tema.

¿Falta de inteligencia o cinismo?
Uno de los primeros en salir a opinar (¿por qué no?), comentando que se hacía necesario pactar con el narcotráfico –luego se desdijo, pero ahí están publicadas sus primeras declaraciones para que no quede el mínimo margen de duda–, fue el ex presidente Vicente Fox, quien después en una serie de artículos publicados por El Universal, trató de matizar su desatino dando una serie de datos, no todos certeros, estableciendo un paralelismo inadecuado –desde mi punto de vista–, entre Colombia y México.

Sin que se nos pase que fue a Fox a quien se le escapó el “Chapo” de la cárcel (¿para “pactar”?), y que se trata del “capo” más buscado por la DEA y prácticamente por todas las policías del mundo, el hecho de que se atreva a opinar sobre el tema –sobre todo dejando el turbio panorama que dejó (“si la perra está amarrada, aunque ladre todo el día”, decían Los Tigres del Norte)–, revela no sólo su cinismo (prefiero pensar que el hombre no es tan ignaro), sino que deja al descubierto el enorme hueco de destreza política que existe en la administración de Calderón.

Un asunto de pericia
Porque una cosa es que la oposición (sobre todo el PRI porque es quien anda más encaminado a la presidencia de acuerdo con las preferencias del votante en todas las encuestas hechas hasta la fecha), le quiera meter goles al presidente y lo quiera cuestionar a poco más de un año de que acabe su sexenio –eso está presupuestado sobre todo en tiempos preelectorales–, pero que su antecesor, del mismo partido político que él, no sólo le cuestione su programa más importante de gobierno (que, por supuesto, no es el más efectivo), sino que además deje ver que no debiera verse con malos ojos el regreso del PRI a Los Pinos, es de alarmar.

O se trata de una vieja deuda por cobrar o todos los peyorativos que se han dicho del ex presidente son totalmente ciertos. A eso se suma que quien debe llevar la parte fina de la política de esta administración no ha existido en todo lo que va del sexenio porque, simplemente, no ha sabido cómo controlar las opiniones que salen de su propio partido político.

Por si hiciera falta
Además de todo lo anterior, todo esto coincide con el mensaje que con motivo de su quinto informe de gobierno pronuncia Calderón, de la mano de la pauta de publicidad sobre los logros de su gestión y acompañada, también, de una serie de entrevistas “a modo” por parte de la televisión abierta.

Sobre la publicidad, decir que no es comunicación política y que además es insuficiente, insulsa, poco efectiva en formato y en contenido, y que no termina por sostener un mensaje que debiera enfocarse mucho más a lo que le preocupa a la gente y no a temas que, aunque importantes, no generan votos, no es novedad.

Sobre la campaña informativa a través de las citadas entrevistas, decir que no fueron a fondo, que el presidente mostró además de su “mecha corta” y su cortedad en otros aspectos (al decir, por ejemplo, que si le sacan dos armas el saca tres), tampoco es novedad. Esta falta de estrategia comunicacional la ha venido demostrando la presidencia una y otra vez a lo largo del sexenio.

Para rematar
Sumado a lo ya expuesto, el partido en el poder, el PAN, cuenta al día de hoy que escribo esta columna con cuatro aspirantes a la presidencia (seguramente cuando esta columna salga a la luz, serán sólo tres). El asunto, diría Shakespeare, no radica en ser o no ser precandidato, sino con qué se quiere serlo y cómo no intervenir en este enredo.

Tanto Ernesto Cordero, como Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota (los que quedan del contendiente más débil), tienen su punto de vista sobre la estrategia presidencial y aunque la han expuesto (salvo Cordero), queriendo estar de acuerdo con ésta, la verdad no pierden la oportunidad de decir que tiene que mejorarse.

En fin que, a poco más de un año que Calderón deje la presidencia, la ignorancia sobre este tema y muchos otros avanza y no se le ve salida a absolutamente nada.

“La ignorancia es la madre de todos los crímenes. Un crimen es, ante todo, una falta de raciocinio”, decía Balzac.

La Revolución

  por Manuel Moreno Rebolledo Con 110 años de edad, la Revolución Mexicana –impulsada por la pequeña burguesía de la época y con un ideario...