Por Manuel Moreno Rebolledo
Yo no sabía –probablemente Ustedes sí–, pero los 23 de febrero se celebra el día de Pinocho, aquel personaje del cuento de Carlo Collodi que inspiró a Walt Disney a crear uno de los dibujos animados más famosos en la historia del cine y cuya película se estrenó con esa fecha, pero de 1940.
La enseñanza que nos dejó esa película (sobre todo a quienes la vimos siendo niños), es que decir mentiras, tarde que temprano, nos trae consecuencias que pueden ser terribles. El problema es cuando decir mentiras se vuelve algo incontrolable y comienza a formar parte de tu personalidad. Es decir, se sufre de mitomanía.
Esa enfermedad, conocida también como pseudología fantástica o mentira patológica –es un padecimiento mental–, que no permite distinguir entre lo que es mentira y lo que no es. Es la descripción para quienes tienen un comportamiento de mentir compulsiva y habitualmente y hace que quienes la padecen, inventen hechos o información tan poco demostrable que fácilmente se puede refutar.
Señalo algunas cuestiones que, en ese sentido, nos atañen.
Mientras por una parte se nos pide un país unido (supongo en torno a las decisiones del presidente), por la otra es el mismo Ejecutivo quien, cada mañana en sus conferencias de prensa, no pierde oportunidad en llamar conservadores, fifís, neoliberales, de derecha (así, generalizando), a todo aquel que comente o haga algo –como interponer un amparo o promover un juicio–, o que opine y vaya en contra de sus disposiciones.
Otro tema son las mentiras que en esas reuniones matutinas nos da por ciertas López Obrador. Generaliza (sin prueba que medie), nos dice que hay empresas que se han formado con actos de corrupción sin demostrarlo; siempre cuenta con otros datos que difieren de lo que su propio gobierno señala; nos dice que aún existen 400 mil millones de pesos de “fondos extra”, cuando en realidad ya se gastaron un poco más de la mitad. En fin, le da por darnos Fake News cada mañana, que no son refutables. Existe una empresa –que seguramente quienes son seguidores de AMLO la calificarán en los mismos términos en que él –, que a través de su página de internet (http://www.spintcp.com/ conferenciapresidente/ category/impresos/spin/) nos da semanalmente un análisis de contenido de las conferencias de prensa matutinas a través de infografías y audios de las entrevistas que le hacen a su Director General, Luis Estrada.
Esto en ningún momento quiere decir que entre los opositores a López Obrador no haya muchos que fabriquen noticias falsas y exageren datos que lo contradicen; es decir, por una parte, es el mismo presidente quien se encarga de darle “parque” a sus opositores al no hablar enteramente con la verdad y, por otra, deja en claro qué tipo de oposición tenemos en México.
Lo recomendable es seguir a las plumas y prensa que siempre han hecho críticas a todo tipo de gobierno y a todo tipo de oposición sin importar de qué color son. Para este gobierno –y permítaseme un poco de sarcasmo–, toda la prensa que lo critique es mezquina, fifí, conservadora (sic) –todos los que critican ahora son de derecha por el sagrado designio de la generalización–; es una prensa merecedora de censura, que prefiere una globalización pecadora en lugar de defender (envuelta en nuestro lábaro patrio), esa soberanía heredada por el gran nacionalismo revolucionario; es una prensa que está ajena a la verdad absoluta que cada día nos prodiga en forma sabia y acertada aquel que representa este gobierno bueno, santo, impoluto y que no merecemos quienes vivimos del pecado de la crítica; es una prensa que no entiende que sí estuvo muy bien llevarle diario su muertómetro al presidente Borolas pero está muy mal criticar siquiera con el pétalo de una línea ágata a quien todos los amaneceres nos despierta con ese llamado muy suyo a la unidad nacional porque a todos nos considera sus hijos aunque a algunos les llame adversarios; es una prensa mañosa que nunca comprendió que reproducir los chistes y los memes que evidenciaban al vendepatrias copetudo sí estaba bien pero es un hecho reprobable reproducir las burlas en contra de aquel que buscó por dieciocho años ser el pastor nacional; es una prensa malévola que no entiende que dudar que las muchas casas de uno de sus apóstoles las haya obtenido con el sudor de su frente porque sería como ofenderlo a él; es una prensa esquiva que debiera aprender de los nuevos próceres del periodismo como varios de los que ocupan las primeras filas de sus mañaneras o que nunca se le ocurren cuestionamientos tan informativamente relevantes como el ver al presidente derrochar energía cual corredor keniano.
Más le valdría ver todo –a esa prensa sin rumbo– con la óptica supraobjetiva de titanes de la comunicación como John Ackerman o Epigmenio Ibarra o Nacho Rodríguez (El Chapucero) y tener, como este último, su canal de infinitos elogios en YouTube y así acogerla con el sagrado manto protector del presupuesto.
Olvidando el sarcasmo, a los de este gobierno y a sus partidarios, además de dejar de mentir, bien les valdría darse una vuelta por la hemeroteca –ahora que la abran–, para darse cuenta que la mayoría de las críticas fueron para todos lados; que la prensa no es la culpable de que ahora la exposición del presidente sea diaria y que casi en forma habitual haya bulos que desmentir también de manera cotidiana; que los artículos antes críticos de Fox, Calderón y Peña (sólo por citar a algunos ex presidentes), lo son ahora de la Cuarta Transformación y su principal figura; que la labor del periodismo es, ante todo, vigilar al poder y denunciar lo que, en su opinión, esté mal.
El poeta, novelista y dramaturgo, Jean Cocteau, decía que un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad.
Hasta la próxima.
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