junio 16, 2015

En Campaña

(Publicado en la Revista Merca 2.0 correspondiente al mes de junio de 2015)

Decía Henry Kissinger que el noventa por ciento de los políticos dan mala reputación al diez por ciento restante. Conocía México, pero ese dicho sin duda lo expresó para referirse a Estados Unidos. De haberse referido a México, la cifra hubiera quedado corta; no por nada el nivel tan bajo de reputación que guarda la política en nuestro país –cuando menos, de acuerdo con las encuestas–.

Es un hecho que una campaña para elegir diputados (y algunos gobernadores), no tiene el mismo peso que una elección presidencial. Desde los tiempos del partido único donde la voz del Congreso era sólo un eco de la voz del presidente, esta elección era vista por la gente como el reacomodo que el PRI hacía de sus cuadros para que todos jugaran y nadie se quedara fuera del presupuesto (de ahí que este tipo de elecciones haya sido, históricamente, ganada por la abstención).

El presupuesto

Sin embargo, y no obstante llegar a esta elección con un panorama completamente diferente al de hace algunos lustros, la abstención seguramente volverá a ganar, pero esta vez tendrá un rival más fuerte: la anulación de quienes, yendo a votar, tachen su boleta para inhabilitarla y demostrar con ello el hartazgo del que los partidos no se quieren dar por enterados.

Veamos el presupuesto: El financiamiento público a los partidos políticos en este año es de poco más 1,606 millones de pesos para campañas más unos 160 millones más para “actividades específicas” que comprenden educación y capacitación política (que es promoción al voto vía obsequios y propuestas “a ras de piso”), investigación socioeconómica y política (encuestas políticas), así como tareas editoriales que comprenden la producción de medios impresos propios. Como dato, es importante saber que esa cantidad de dinero la calculan multiplicando el número de personas inscritas en el padrón electoral por el 65% del salario mínimo diario vigente para el Distrito Federal.

Todo es discrecional

En estricto sentido de proporción, el presupuesto que cada partido tiene para sus campañas varía de acuerdo con los resultados electorales previos.

Normalmente, cuando se trata de elecciones para gobernador, cada partido dispone de un 55 a 60% del presupuesto para difundir la imagen del candidato al gobierno local; de un 20 a 25% para las campañas de los presidentes municipales y el resto para reforzar la imagen del partido (léase candidatos a diputados locales).

Es importante decir que este presupuesto no se reparte en forma pareja; por supuesto que no. Siempre hay consentidos (que aunque no aparezcan como plurinominales) a quienes se les dan preferencias presupuestales.

También es importante señalar que, a partir de las modificaciones que tanto en 2008 como en 2014 sufriera la ley electoral, las inserciones en radio y televisión (que representaban lo más caro de las campañas) son gratuitas, pues toman parte importante de los tiempos oficiales que por ley corresponden al Estado, más los que designó el Senado a raíz de dichas enmiendas.

Esto quiere decir que, dejando de lado la producción de los spots que se transmitirán gratuitamente y que cuestan muy poco del presupuesto, todo lo demás –se supone–, se canalizará por medio de propaganda Below The Line.

La duración

No tomaré en cuenta en este análisis a los candidatos independientes por dos razones: la primera es que su presupuesto no es significativo en contraste con las posibilidades de exposición en medios electrónicos que tiene un candidato con afiliación, por el simple hecho de que su partido sí se anuncia en Radio y TV. La segunda porque tal nivel de inequidad arrojará un mínimo de ganadores.

Por otra parte, de las pocas cosas buenas que ha traído la nueva ley electoral es la duración de las campañas. Las precampañas duran un promedio de 40 días y los partidos en conjunto pueden tener presencia en Radio y TV hasta por un minuto cada hora de transmisión. Ya en campaña, deben hacerse durante los 60 días previos a la elección y el tiempo de exposición en los medios mencionados podría triplicarse.

Los contenidos, para llorar

A falta de propuestas llamativas o creativas en los spots de radio y TV –que ahora por ley suman hasta 48 minutos diarios de las 6 a las 24 horas en cada emisora–, la atención se volcó hacia la opinión que de los partidos políticos se tienen en unas cada vez más polarizadas redes sociales, donde los memes, videos e historias refrendan lo anticlimático que sobre este asunto estamos viviendo ante la impavidez de los referidos.

La democracia en México sigue llena de adjetivos –en alusión a lo que señalara en los ochenta Enrique Krauze–, y de todos esos adjetivos, les aseguro que ninguno es bueno.

Así de duro.

La Experiencia

(Publicada en la revista Merca2.0 del mes de mayo de 2015)

Frank Lloyd Wright, uno de los grandes maestros de la arquitectura del siglo XX (entre sus grandes proyectos estuvo el Museo Guggenheim en Nueva York, por ejemplo), decía que uno de los vicios que debe vencer cualquier despacho de arquitectura al momento de proyectar, es querer detener o limitar el proceso de pensamiento creativo de los arquitectos más jóvenes; siempre y cuando alguien con la suficiente experiencia estuviera ahí para supervisarlos. Un experto, decía Wright, es un hombre que ha dejado de pensar, simplemente sabe.

Y un experto (no lo decía Wright, pero obvia decirlo), es quien ha acumulado experiencia por muchos años, entendida esta no como el número de cosas que se han visto, sino el número de cosas sobre las que se ha reflexionado con provecho.

Cuando todos creen saber

Ahora bien, uno de los vicios más frecuentes es que quienes no han leído, visto o vivido lo suficiente como para simplemente saber, son quienes creen saberlo todo. Una actitud así es no sólo encomiable sino hasta digna de aliento siempre y cuando –como me decía un ex Jefe–, le pongamos un corsé intelectual al asunto.

Es un hecho que el mundo se está rejuveneciendo sobre todo en el mercado laboral que nos compete. Tanto clientes como los encargados de atenderlos desde agencias a consultoras, están siendo cada vez más jóvenes (con todos los defectos y virtudes que ello implica).

¿Qué está ocurriendo?

No sólo como un método de recuperar y dignificar la experiencia (algo que se hacía desde el concepto mismo de “Senado” en la antigua Grecia), sino para tener la completa satisfacción de los clientes, muchas agencias de relaciones públicas y publicidad –en Europa, principalmente (España y Gran Bretaña, los más asiduos), aunque ya hay muchos casos en Estados Unidos–, están reclutando a hombres y mujeres con muchos años de experiencia para que sean ellos quienes pongan el punto final a los proyectos, me explico:

El trabajo que realizan estas personas es el de opinar, revisar y ser una especie de consultores o “catones” internos (no ganan los grandes salarios de las cabezas de la agencia y justamente por ello resultan increíblemente rentables), para todos los proyectos que se realizan. Supervisan la estrategia; contribuyen con los aspectos relativos al racional (generan contexto); supervisan y tienen la libertad de corregir las aplicaciones a las estrategias e, incluso, apoyan de manera fundamental en los contenidos.

¿Por qué se llegó a esto?

En el caso de la relaciones públicas, si la mayor parte del trabajo es la de construir reputaciones, este debe ser realizado por publirrelacionistas apoyados en expertos de análisis de entornos sociales, políticos y empresariales (entre otros), gente con la suficiente visión y experiencia como para simplemente saber hacia dónde sopla el viento y qué es exactamente lo que le conviene a nuestro contratante: dejar este tipo de tejido fino en manos inexpertas o en clientes que creen saberlo todo, puede ser increíblemente contraproducente.

Normalmente (sobre todo cuando la falta de planeación es una pandemia –originada regularmente desde la misma oficina del cliente– y que afecta en serio el trabajo de las agencias), contextualizar la comunicación, es decir, entender perfectamente toda la circunstancia que rodea el mensaje o conjunto de mensajes que se van a emitir: lo social, lo político, lo económico, lo cultural, lo legal, es una tarea que se deja de lado porque o no hay tiempo o sencillamente no se sabe cómo hacerlo. La investigación es fundamental y se vuelve algo tardado y costoso. Por ello es que una persona con una formación cultural y social sólida es tan relevante. Ahorra tiempo y dinero.

Otros beneficios

Emplear a una persona mayor, además de ser algo socialmente responsable (al menos así lo están viendo quienes comenzaron con la idea), es algo que terminará por enriquecer la vida interna de las agencias: no son personas que aspiran a hacer carrera dentro de estas pero harán todo lo posible por formar cuadros y darán conocimientos que, a la larga, serán muy útiles para todo el trabajo que implica cada cuenta.

No se trata de frenar ni la creatividad ni el impulso que las nuevas generaciones están dándole a la actividad; por el contrario, se trata de darles un mayor número de elementos que les hagan posible un mejor desempeño en lo inmediato y en una mayor posibilidad de beneficio a mediano y largo plazos. La forma de los contenidos podrá cambiar, lo que nunca podrá hacerlo es la metodología para que funcione.

A final de cuentas, como decía Jacques Roumain, si la experiencia es el bastón de los ciegos, estos caminarán no sólo mejor sino más aprisa. Así de contundente.

La Revolución

  por Manuel Moreno Rebolledo Con 110 años de edad, la Revolución Mexicana –impulsada por la pequeña burguesía de la época y con un ideario...